Estamos a puertas de la primera vuelta de las elecciones. Si fuera una carrera, las emociones estarían en máxima intensidad, con cada elector mordiéndose las uñas mirando a su caballo preferido galopar briosamente hacia la meta. Pero la alegría y el suspenso no son las emociones dominantes. Lo que hay es una angustia resignada a males menores, sin la excitación de la adrenalina.
Como cualquier elección, esta ha tenido su historia; sus dramas, anécdotas, traiciones, sorpresas, etc., pero afortunadamente, poca violencia. Excepto por las lamentables muertes en Llallagua, llegamos a esta gran fecha sin más sangre que la simbólica y algo del barro de la guerra sucia. Somos un país de cultura política relativamente pacífica. Como virtud democrática, no es poca cosa.
De las anécdotas de este proceso electoral, llama la atención el crecimiento de Jaime Dunn y su posterior salida. Parece que fue anteayer que ingresó a la política y ayer que salió por la puerta chica (para volver después, creo).
Se sabe que no comulgo con sus ideas y no tengo pruebas de que su inhabilitación haya sido por negligencia de su parte o mala leche de la HAM de El Alto, pero sí creo que su salida le ha restado al proceso político que vivimos. En parte por la novedad que aportaba, como valoran algunos, pero más porque es un hombre de ideas, que, aunque equivocadas, inyectan más contenido al debate que las fórmulas recicladas de otros candidatos.
La novedad entusiasma a los frívolos. Es fácil ser novedoso y basta el ejemplo de la última gestión del Dr. Paz para recordarnos cuán importante es en cualquier gestión de Gobierno la sabiduría política que viene de la experiencia -más aún en una crisis- por encima de la novedad de las ideas o la brillantez del intelecto; aunque al viejo de lo segundo no le faltaba ni pisca.
Dunn estaba haciendo furor no solo entre los sedientos de novedad, sino también entre los que creen, superficial o sesudamente, en las fórmulas mileístas. El propio Dunn estaba tan orgulloso del coctelito programático que había preparado, que cuando fue inhabilitado, lo ofreció magnánimamente a los demás; gratis, nada menos. Astuto gesto, sin duda, y Tuto, Samuel y Rodrigo decidieron pescar la oferta al vuelo, cual solteras tras el ramo de la novia.
El primero fue Tuto, quien ya en el debate presidencial del 21 de julio dijo que iba a adoptar ciertas ideas de Dunn; creo que era eso del “país de propietarios”, su marca registrada. Para quienes no lo saben, uno de los componentes de esa receta es que todos los bolivianos puedan invertir en cualquier tipo de activos financieros. Incluso un ciudadano de Camargo o Camiri, digamos, podría tener acciones de la Apple en la Bolsa de Nueva York; literalmente. Le he oído dar este mismo ejemplo al genio en persona.
El desatino de tal propuesta salta a la vista. Más allá de la imposibilidad práctica de que un boliviano de bajos recursos pueda invertir en la bolsa de NY, está la irresponsabilidad casi delictuosa de estimular a que alguien arriesgue sus pocos recursos de esa manera. Ya nos podemos imaginar la industria de asesores inescrupulosos que generaría el libre mercado, pero ese es el tipo de novedad que trae Dunn y que Tuto ofrece copiar.
A los pocos días, si llevo bien la cuenta, Samuel anunció que se iba a reunir con Dunn para ver qué podía aprender de él. Unos meses atrás se había reunido con Bukele con similar propósito. No sabemos si ha sacado algo de esos aprendizajes. Poco después, salió la noticia de que Rodrigo Paz iba a “integrar a su propuesta el programa de (su amigo) Dunn”.
En los dos primeros la intención no admite disimulo: el objetivo es sumarse los votos de los seguidores de Dunn, huérfanos con su retirada, que según las encuestas no son pocos, pero las declaraciones de Paz revelan más afinidad ideológica que oportunismo. El hijo se ha puesto a la derecha del padre, con pérdida para el país.
Un error más sutil comete Samuel. Es posible que pesque algunos de esos votos sueltos, pero perderá más tirándose a la derecha. No hay que perder de vista que esta es una carrera en dos etapas y es mejor salir segundo en la primera y primero en la segunda, que al revés.
En el probable escenario en que Samuel y Tuto pasen a la segunda vuelta, el factor determinante para la victoria final es la capacidad de recoger las sobras de todos los que queden atrás. Por eso, Tuto, con su perfil de derecha, está en desventaja, y a Samuel le conviene moverse hacia el centro. Una reflexión similar hace Walter Guevara en un artículo reciente (BD, 2/8/25).
Hablando de encuestas, llama la atención que no se publiquen las segundas preferencias de voto ni se discrimine la indecisión. Quien en la primera vuelta vote por Manfred o Andrónico, digamos, ¿en la segunda se va con Samuel o Tuto?
El significativo número de indecisos puede ser interpretado de varias maneras, quizá todas válidas mientras las encuestas no diferencien entre los que tienen pero no quieren revelar su intención al encuestador, los totalmente indecisos, los que no se deciden entre Tuto y Samuel, entre Manfred y Samuel, etc. Estos datos serán determinantes en la segunda vuelta, pero no se publican.
A menos que las encuestas estén equivocadas una vez más, tendremos en la gran final a cuatro hombres blancos, consecuencia elocuente del retroceso de la presencia indígena y mestiza, y el poco espacio que han ganado las mujeres en la política nacional.
Uno de los resultados más importantes para anticipar la gobernabilidad necesaria para sacar al país de la actual crisis es la composición del Parlamento. Está claro que ninguna alianza alcanzará por sí misma los dos tercios, y el nuevo presidente deberá hacer pactos y conformar alianzas.
Aunque el comportamiento de Tuto que precipitó la crisis de la unidad de la oposición no augura facilidad de trabajo en equipo, una alianza lógica por el bien del país podría juntar a Samuel, Tuto y Rodrigo. Supongo que a Manfred también. Todos ellos han declarado tal rechazo al masismo, que una alianza con sus siglas parece improbable. Habrá, pues, que trabajar esa alianza hipotética con lo que haya. Sobre los datos de las últimas encuestas, si llega a esos dos tercios, será raspando.
Con esos dos tercios, y más difícil sin ellos, caerá sobre el nuevo vicepresidente la responsabilidad de la relación con el Parlamento. La complejidad de esta tarea debería haber bastado para descalificar a Velasco, quien se destaca por sus mediocridad e ignorancia. En el debate vicepresidencial, con cara de sáquenme de aquí, en varias de sus intervenciones no se lo ocurrió mejor pregunta que “¿Estaría usted de acuerdo con nuestra propuesta de…?”. Sus asesores no le dieron permiso para improvisar. Por algo será.
Cuesta entender cómo Tuto, de cuya inteligencia no se puede dudar, lo ha puesto a su lado. Todavía hay candidatos que creen que el segundo es un ornamento en la fórmula, no un compañero de gestión si son elegidos. Ya lo hemos visto antes: Tuto lo hizo con Tomasa Yarhui y Goni con Víctor Hugo. En esto, el general Banzer lo hizo mejor.
Así estamos camino al 17.8. Si Dios existe y no hace nada contra el sufrimiento de los niños palestinos, ¿por qué se ocuparía de nuestras cuitas colectivas? Esperemos, pues, que la Virgen de Urkupiña, la de Copacabana y la de Cotoca, nos ayuden en este trance.
Jorge Patiño Sarcinelli es escritor boliviano.