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Desde mi barbecho | 26/11/2023

¿Quién salva a El Salvador?

Alfonso Cortez
Alfonso Cortez

En el sur del continente, sabemos poco de este pequeño país de América Central, El Salvador, ubicado en el litoral del océano Pacífico. Su extensión territorial (21.041 km²) es un poco menos que el 56% del tamaño del más pequeño de nuestros departamentos, Tarija (37.623 km²). Sin embargo, es el que está más densamente poblado de toda América, tiene casi 7 millones de habitantes (323 hab/km²). Hasta antes de la prominente figura en redes sociales, de su presidente Nayib Bukele (42), era poco lo que se escuchaba o conocía de esta república centroamericana, de clima cálido tropical, y colindante con Guatemala al Oeste, Honduras al Norte y Este y flanqueada al Sur por el Pacífico. Este joven presidente, hábil en el manejo de su imagen, ha venido dando varios golpes de efecto mediático que han puesto en la mira mundial a El Salvador.

A la distancia, y con tanta información interesada, noticias falsas y desinformaciones, es difícil emitir una opinión sobre las acciones de un gobierno que no tiene mayores relaciones comerciales, flujos migratorios o intereses comunes con nuestro país. Lo que sabemos es que, bajo un régimen de excepción —suspendiendo derechos constitucionales básicos— y concentrando el poder en manos del Ejecutivo, las fuerzas de seguridad salvadoreñas han detenido a más de 70 mil personas —algunas sin pruebas concluyentes— y han desarticulado las maras (pandillas) y otras organizaciones criminales que guardan ahora reclusión en gigantescas cárceles construidas para este propósito. Se tilda a Bukele de “abusivo y autoritario”, pero su popularidad, en un país que padecía de alta criminalidad y violencia, roza el 80% de nivel aprobación.

Está claro que este “modelo de seguridad” vulnera y debilita las instituciones democráticas. Se hace necesaria una respuesta efectiva y respetuosa de los derechos humanos frente al delito, sin violar el debido proceso a través de juicios colectivos y otras excepciones; ni someter a nadie a condiciones inhumanas de detención, incomunicación o hacinamiento carcelario.

Otro gran anuncio del presidente Bukele ha sido el de lanzar su candidatura a la reelección, a pesar de que la Constitución no lo permite. Gracias a argucias legales y chicanerías de su partido, Nuevas Ideas, ha conseguido que los magistrados constitucionales —designados por su Gobierno— emitan un fallo que ordena al Tribunal Supremo Electoral la inscripción de su postulación. Esta es una figura muy parecida a la que empleó el expresidente Evo Morales en Bolivia, y los resultados son por todos conocidos.

Hace dos semanas, a través de un audiovisual transmitido a nivel mundial, Nayib Bukele inauguró la colosal Biblioteca Nacional de El Salvador (BINAES), ubicada en el centro histórico, compartiendo una plaza pública con el Palacio Nacional y la catedral de San Salvador. Esta monumental edificación es una de las obras incluidas en el proyecto de cooperación no reembolsable (donación) otorgado por la República Popular de China, con una inversión de 54 millones de dólares, y una contraparte salvadoreña, de 10 millones.

La nueva BINAES, con 24 mil metros cuadrados construidos en siete niveles, tiene la capacidad para albergar 360 mil libros. Cuenta con áreas lúdicas para la primera infancia, espacios acondicionados para niños y adolescentes con colecciones de cómics y mangas, materiales en braille para invidentes, salas tecnológicas con computadoras, realidad virtual, simulación aumentada, simuladores de vuelo, robótica, impresoras de resina y escáneres 3D, salas temáticas y de juegos, oferta gastronómica, enfermería, galería de arte y un auditorio con capacidad para 360 personas. Los servicios de la biblioteca son gratuitos y están disponibles las 24 horas de los 365 días del año.

El pueblo salvadoreño añora vivir lejos de la violencia. Las tentaciones y afanes despóticos y tiránicos de Bukele lo llevarán a una segura e inconstitucional reelección. El paso del tiempo dirimirá si este gobernante se convierte en “el salvador” de El Salvador. Si algún legado queda de Bukele, que sea vivir en paz y la Biblioteca Nacional. Una biblioteca de estas características es —de lejos—, mejor y más útil, que el museo de Orinoca. 



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