Los bolivianos, en particular quienes vivimos en La Paz, hemos sido testigos de sucesos que han marcado la historia por el hecho de ser sede de gobierno. Estos hechos se han asociado, en cuanto a cada familia o cada persona, a situaciones particulares que podría llevar a catalogar a nuestra sociedad como altamente resiliente.
Tras el último evento sucedido en horas de la tarde del miércoles 26 de junio, cuando en medios de comunicación circulaban filmaciones y fotos sobre la presencia de tanques militares en la plaza Murillo, muchos ciudadanos recordaron seguramente aquellos duros tiempos de golpes de Estado cuando se producía muertes y sufrimiento, muchos otros no habíamos vivido nunca un golpe de Estado, que se define como la toma repentina e ilegal del poder por parte de un sector o grupo social específico, violentando normas y leyes constitucionales que regulan la transmisión institucional del mismo; sí hubo convulsiones sociales, como el octubre negro, la guerra del agua, marchas y bloqueos por cambios del código penal, y en 2019, cuando en todo el país se vivieron tiempos complicados, momentos de gozo porque había renunciado un tirano, momentos de zozobra y angustia por enfrentamientos entre bolivianos.
Han pasado casi cinco años desde esa gran manifestación ciudadana por el fraude y el intento de caos e ingobernabilidad provocados por quien hoy quiere habilitarse (re re re) de nuevo para postular como candidato presidencial, y uno de sus allegados, hoy aparentemente archienemigo, es el presidente de Bolivia, el señor Luis Arce Catacora, quien supuestamente se habría hecho un autogolpe para darse un baño de masas y aumentar su popularidad, según el General Zúñiga.
Quien hoy gobierna quiso pintarse como salvador de la democracia y repetir incansablemente que estamos muy bien, que hay dólares, que no hay inflación y que la gente lo apoya y está tranquila, situación muy lejana de la realidad, en la que no solamente la gente vive día a día con muchas preocupaciones, principalmente por el tema económico.
La gente ha sido también espectadora de una tragicomedia, en la que el presidente, sonriente, cambia al alto mando militar, donde un supuesto golpista discute sin ser retenido con el primer mandatario en la puerta del Palacio Quemado, y donde extrañamente y previo a lo descrito, un ministro sin chaleco antibalas ordena, golpeando la ventana de un tanque, que el militar “golpista” baje del motorizado.
¿Acaso los golpes no son sorpresivos? ¿Acaso tras la presencia de militares aparecen mágicamente individuos que además de gritar defendiendo la democracia se desgañitan diciendo: “Lucho no estás solo”?; ¿y el resto de la población? ¿Aquellas familias que tenían en ese horario hijos en el colegio o la universidad? ¿Y los trabajadores que simplemente salen a buscarse el pan?
Es impresionante la nula empatía del Gobierno con la gente, la primera autoridad de Bolivia ha armado un show con el objetivo de mejorar su popularidad y no ha hecho más que profundizar la desconfianza de la gente; si uno va al mercado y paga más de lo que pagaba antes por los productos de consumo habitual y al mismo tiempo escucha en la radio o ve en televisión al presidente diciendo que todo está bien y que son unos héroes porque han salvado el país de quien era su jefe y promotor del “proceso de cambio” y del modelo económico social, económico y productivo; todo eso simplemente indigna al ciudadano boliviano.
Las calles congestionadas, el transporte público rebasando, mucha gente caminando tratando de llegar a su destino, eso con información simultánea que era revisada por los ciudadanos en sus celulares, escuchando la radio en los medios de transporte públicos y privados, haciendo seguimiento a lo que pasaba, la angustia y desconfianza en relación al desabastecimiento de combustible y de que se retengan fondos de cajas de ahorros, hizo que la gente haga filas en estaciones de servicio, filas en cajeros automáticos y una sensación de angustia, preocupación que se suma a lo ya comprometida que está la salud mental de la población.
Quiérase o no, la poca tranquilidad en términos económicos y sociales influye en el estado mental de las personas, en gatillantes o parte de la sumatoria que termina en hechos violentos, y en crisis no solamente la medible o palpable como es la crisis económica, sino también crisis de ansiedad o depresión que se traduce en un clima social altamente vulnerable.
La historia del pastor mentiroso, que dice que viene el lobo cuando no es así, y cuando en verdad acontece la agresión del lobo a las ovejas nadie hace caso a su llamado, puede darse en un contexto donde hay más desconfianza y donde las crisis de toda índole no están superadas.
Cecilia Vargas es médica.