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Ojo en tinta | 30/09/2025

Profesores: una especie en extinción

Javier Medrano
Javier Medrano

De acuerdo con datos de la propia Unesco, se necesitan cerca de cinco millones de docentes en Europa y Norteamérica, y alrededor de 44 millones en todo el mundo. Pero no sólo es un tema de cantidad, sino, además, de una imposibilidad de los centros educativos –primarios, secundarios y universitarios– para atraer a nuevos profesionales o de retener a quienes son talentosos o promueven la investigación académica.

En un reportaje publicado por Brújula Digital el 5 de junio de 2025 (Maestros bolivianos frente a la precariedad y el adoctrinamiento) se indica que,  según el Censo de Población y Vivienda 2024, en Bolivia existen más de 232.000 maestros en ejercicio, de los cuales alrededor de 178.000 pertenecen al sistema público. Esta mayoría, según la nota periodística, pone sobre el Estado la responsabilidad directa de garantizar condiciones laborales justas, una formación continua de calidad y una gestión educativa de improvisación e ideologías impuestas.

Razón no falta. El abandono a una de las profesiones más importantes de una sociedad –en todos sus niveles–, junto a su brutal ideologización, es francamente alarmante y su sintomatología es crítica porque muestra ausencia de tecnificación, de mejora continua, de remuneraciones dignas, de escalafones despolitizados, con una institucionalidad anacrónica y un profundo desface frente a la implementación de nuevas tecnologías para la enseñanza en las aulas bajo un enfoque acorde a los actuales tiempos de la digitalización.

Este escenario acelera el riesgo evidente de que la educación esté perdiendo su capacidad de reducir las desigualdades sociales y económicas desde las zonas rurales y periurbanas.

Al forjar adolescentes menos educados se reducen drásticamente las oportunidades de éstos en la inclusión profesional técnica o de algún grado universitario, con lo que el camino hacia la informalidad laboral o, de plano, a optar por una actividad ilegal es exponencial.

El efecto negativo es doble y hasta triple. Se reduce la oferta de docentes cualificados, se apabulla la calidad educativa y se provoca el engrosamiento del mercado informal. Nadie gana. Todos pierden.

Sigamos restando. La falta de estabilidad laboral, los salarios poco competitivos –casi miserables– respecto a otras profesiones, a las que podrían acceder con cualificaciones similares, y el agotamiento y la sobrecarga burocrática ocasionan que cada vez menos jóvenes se planteen la docencia como una potencial profesión. ¿Quién quiere ser un maestro en estos tiempos de precarización laboral? ¿Quién quiere ser docente universitario en este escenario pedregoso?

El informe de la Unesco también advierte que la tasa de abandono de los docentes se ha duplicado en la última década, y de forma más grave entre los profesores jóvenes recién egresados. No hay incentivos. No hay prospección laboral. No hay certidumbre. No hay recursos. No hay crecimiento profesional, capacitación, acceso a becas o a un fondo de financiamiento mínimo para alguna investigación académica.

El Estado Plurinacional derruyó todos los cimientos de la educación en el país. Los cooptó ideológicamente –un cáncer endémico del sector– y contaminó la formación académica de maestros, provocando un viraje altamente peligroso de adoctrinamiento de niños y jóvenes de este país. Completamente inaceptable y execrable.

Deconstruir esta situación amerita un plan de desintoxicación profunda del magisterio rural y urbano, una mirada eminentemente técnica y profesional y, de ninguna manera, ideológica o político partidaria. Se debe sentar las bases para formar al ciudadano boliviano del futuro bajo una mirada integral, humanista, ecológica, innovadora, altamente tecnificada, para que promueva una cultura colaborativa, formal, legal y que involucre, de manera activa, a múltiples actores como la propia sociedad, la academia, a los responsables políticos de la legislación y de la creación de fondos para la excelencia y las buenas prácticas.

Las evaluaciones permanentes del sector deben transparentarse y se debe contar, si es necesario o pertinente, con un decálogo que fije el camino a seguir de acá a los próximos 50 años y los principales desafíos desde la educación. De lo contrario, seguiremos promoviendo el oscurantismo y ahondando una brecha muy peligrosa de ignorancia, delincuencia y toxicidad ideológica.

Javier Medrano es periodista y cientista social.



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