Scott H. Hutchins, Ph.D., subsecretario
adjunto de Investigación, Educación y Economía del USDA, publicó un comentario detallado donde compara
diferentes enfoques para objetivos similares entre Estados Unidos y la Unión
Europea. Hacia el final concluye: “La verdadera agricultura sostenible requiere
sostenibilidad económica, social y medioambiental”.
En febrero del 2020, el USDA de Estados Unidos presentó su Agenda de Innovación Agrícola (AIA), una estrategia que busca aumentar la producción a la par que reduce el impacto ambiental en para generar alimentos. Sus tres pilares son: Investigación, Programas coordinados y Métricas y tarjeta de puntuación. Este último aspecto permitirá revisar los datos de conservación y productividad del USDA para desarrollar puntos de referencia en áreas que permitan evaluar su progreso y mantener la responsabilidad.
Esta propuesta se enfoca en 4 puntos de innovación, que tienen su fundamento en un estudio reciente de las Academias Nacionales de Ciencias de EE.UU. titulado Avances científicos para promover la investigación alimentaria y agrícola para 2030. Los puntos son: Diseño del genoma; Digital/Automatización; Intervención prescriptiva (inteligencia artificial, aprendizaje automático y computación avanzada) y Gestión agrícola basada en sistemas. Todo este plan articula la inversión e investigación tanto privada como pública, articulada con los diferentes sectores productivos que están involucrados y sin dejar de lado la opinión de la sociedad que demanda alimentos.
En contraste la estrategia de la Unión Europea, “De la granja al tenedor” (Farm to Fork - F2F), presenta 4 maneras de abordar sus objetivos: reducir el uso de plaguicidas en 50%, reducir el uso de fertilizantes en 20%, llegar a un 25% de producción orgánica y cambiar los patrones actuales de consumo de alimentos, introduciendo una tendencia hacia lo vegetariano e incorporando proteína de insectos para suplir la cantidad de pienso que necesitan para el ganado.
El gran misterio, es que F2F no es clara en cómo se hará el reemplazo de las herramientas más usadas por sus mismos productores. Ya vimos en otra ocasión, como los productores en Rumania consideran que esta medida, solo llevará a un desincentivo y abandono de la agricultura en este continente. Tampoco se considera parte de este plan al sector privado para desarrollar nuevas soluciones.
Encuentra uno el “principio precautorio” tan apreciado por los partidos verdes en Europa. Este no es objetivo al carecer de base científica y restringir el uso de productos innovadores, simplemente porque no se puede demostrar que tienen riesgo 0. Ojalá la vida fuera así, con riesgo 0. Pero toda actividad humana representa un riesgo y llegar a cero es simplemente una utopía. Esta ideología, sigue pensando que las herramientas de la biotecnología son un fin en sí mismas, y no la manera en que se puede llegar al objetivo de producir y conservar. Mientras que en varias partes del mundo, gracias a la biotecnología se ha adoptado la labranza cero, en Europa, la adopción de esta práctica que favorece al suelo, no ha pasado del 35%.
El problema no termina allá, ya que la UE buscará imponer a sus socios comerciales este enfoque, como una condicionante para el comercio de productos, empujando a que otros países eviten la evidencia científica o tengan que negarse a usar tecnología específica para sus necesidades y generen más importación de deforestación.
En Bolivia, se pretende nuevamente anular lo ínfimo que se quería avanzar en cuanto a adoptar biotecnología para el sector que más produce. No se vislumbra cómo reactivar la producción en zonas que cada día abandonan más el área rural y al contrario, se sigue fomentando el cultivo de una hoja “sagrada”, que no alimenta y solo genera violencia por su comercialización y la deforestación que esta provoca, es invisible hasta para los activistas.
Solo podemos lamentar, que a la fecha, en este país, parece no haber voluntad política para que se produzca más y mejor y prima un afán por dejarnos dependientes de las importaciones, anulando el rol que debería tener la academia y el sector privado, para que de manera coordinada se pueda generar un sistema de innovación, en específico para producir mejores alimentos y reducir el impacto ambiental.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología