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Diario vagabundo | 10/10/2024

¿Otra ciudad es posible?

Hugo José Suárez
Hugo José Suárez

Unas semanas atrás se puso sobre la mesa de discusión pública el tema de la ciclovía. He quedado sorprendido por el tono de los pronunciamientos, y sobre todo por lo que revelan. No me voy a referir a las palabras altisonantes, ni a las opiniones de aquellos grupos de la adolescencia por fortuna lejana, ni a las estridencias innecesarias. Lo que me interesa pensar conjuntamente es el tipo de ciudad que queremos los paceños, que es lo que debería estar en el fondo.

En los próximos días se llevará a cabo en la Universidad Nacional Autónoma de México un congreso con el título “Disputas por un futuro urbano” con decenas de ponencias y conferencias magistrales. La convocatoria dice:

“El mundo está en medio de una crisis ambiental y social en la cual las ciudades han jugado un papel central: ocupan 3% de la superficie terrestre y generan 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Existe una gran desigualdad económica y social. En el año 2022 se realizaron decenas de viajes turísticos al espacio, al mismo tiempo sólo la mitad de la población urbana mundial tenía acceso al transporte público. Al menos que se tomen medidas para replantear radicalmente la forma de gobernar y planear la ciudad, esta brecha seguirá aumentando. Es urgente implementar medidas, a fin de construir un futuro urbano plausible y beneficioso para sus habitantes actuales y futuros”.

Si aterrizamos esta reflexión en La Paz, me queda claro que es urgente discutir cómo se pueden resolver los grandes problemas que nos aquejan, y qué tipo de vida estamos construyendo.

Para decirlo rápidamente, hay dos materias ineludibles que confluyen en lo mismo: el transporte y la relación con el medio ambiente. La ciudad está asfixiada por los autos, por su contaminación y por su volumen. Son un estorbo del cual se podría, al menos en parte, prescindir. Aquellos que repiten hasta el cansancio “La Paz no es para bicicletas”, no consideran que, en realidad, La Paz no es para autos. Nunca lo fue, no hay nada más fastidioso que manejar entre subidas y bajadas en calles diminutas o serpenteadas. Lo sabemos todos, aunque nos hagamos los sordos. Si alguna vocación podría tener esta ciudad para el desplazamiento, no es el coche particular, es el transporte público (teleférico y Puma), vinculado a otras formas de movilidad que incluso puedan sacar provecho de la pendiente. La bicicleta, la patineta, o simplemente la caminata, bien articuladas a la movilidad colectiva, serían el ideal para transportarse a diario para un amplio sector de la población.

Así lo entendieron muchas ciudades que promovieron ciclovías -siempre con resistencia al principio- que diversifiquen y complementen los viajes. Curioso, normalmente esos proyectos piloto comenzaron en las zonas más favorecidas como, en la Ciudad de México, La Condesa y Polanco; en Calacoto, en cambio, los sureños alzaron un grito al cielo cuando vieron amenazados sus estacionamientos.

El otro tema de capital importancia es la relación con la naturaleza. La ciudad se come los cerros, contamina las aguas, desvía y oculta ríos, seca manantiales, destroza el entorno. Lo sabemos, y somos cómodos y pasivos cómplices. No podemos ver con espanto como se incendia el oriente, o lamentarnos por las devastadoras lluvias en la hoyada hace unos meses, y no pensar cuál es nuestra responsabilidad como seres urbanos, cómo contribuimos en nuestra vida diaria a la contaminación, al cambio climático y a la destrucción del planeta, especialmente usando auto hasta para ir a comprar marraquetas. Claro que hay una correlación. Pero no, para muchos, es más fácil protestar por el humo en Santa Cruz que dejar el coche; es más confortable donar plata para los animales de los bosques incendiados, que promover un transporte que respete la naturaleza en la zona sur de La Paz, como lo es la ciclovía.

En fin, los paceños estamos perdiendo una preciosa oportunidad de pensarnos de otro modo. Es una ocasión para convivir en las montañas sin lastimarlas, una posibilidad de hacer de nuestra ciudad un entorno vivible, disfrutable, amable. Estamos atrapados entre los intereses empresariales y las mentalidades que perciben el mundo solo desde el volante. No sé si estemos a tiempo para construir un estilo de vida urbano que permita la convivencia con el medio ambiente. El futuro de la ciudad está en disputa. ¿Estaremos a la altura? Ojalá.

Hugo José Suárez, investigador de la UNAM, es miembro de la Academia Boliviana de la Lengua.



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