En tiempos en los que en todo el mundo los políticos son tan populares como el coronavirus o la peste bubónica, reivindicar el rol y el valor de los políticos y los partidos es, por lo menos, una imprudencia para cualquier opinador. Aún a sabiendas de que voy contra la fácil y cómoda corriente que sostiene que todos nuestros males son causa exclusiva de la clase política (como si se tratara de un grupo de extraterrestres que no reflejan en nada a la sociedad), haré una crítica pública a la principal determinación de los cabildos simultáneos llevados a cabo en todo el país hace algunos días atrás.
En cinco de los nueve departamentos (entre ellos Santa Cruz), las preguntas preparadas por la dirigencia cívica que organizó los cabildos, incluyeron el anuncio de un revocatorio del mandato por iniciativa popular al presidente Arce, en caso de que no atienda la exigencia de liberar a la larga lista de presos políticos encarcelados por el sistema judicial al servicio del MAS.
Habrá que decir primero, aunque que sea evidente, que el gobierno no está dispuesto a ordenarle al poder judicial la liberación de nadie, bajo ningún tipo de presión o ultimátum. No lo harán porque pueden vivir sin hacerlo, y además por que están en un concurso puertas adentro para ver quién puede ser más desgraciado y abusivo.
Dicho esto, nos enfrentamos a un probable escenario en el que, cumplidos los plazos del últimátum, el gobierno se haga pipí en la noticia y los comités cívicos se vean en una encrucijada en la que uno de las salidas (el revocatorio) no es otra cosa que una camisa de once varas y veintidós espinas.
Algo muy extraño tiene que haber ocurrido para que la mayoría de los cívicos y activistas independientes del país hayan pensado que iban a amedrentar al MAS con una amenaza, o que revocar a Arce es una tarea electoralmente fácil, o siquiera posible. ¿Habrá sido el puro entusiasmo del momento? ¿La peregrina idea de que la corrección de los principios aseguran votos? ¿O habrá sido falta de experiencia y oficio político?
Por si no se han enterado hasta ahora, para revocar a Arce hacen falta ni más ni menos que las firmas y las huellas dactilares de por lo menos el 25% del padrón electoral, con el añadido de que se requiere además el 20% del padrón de cada departamento (en un máximo de 90 días). Eso como entrada, el plato fuerte son las condiciones para aplicar el revocatorio, es decir lo que tienes que lograr para conseguir el objetivo de que Arce se vaya. Primero, el número de votos válidos a favor de la revocatoria, debe ser mayor al número de votos válidos emitidos en contra, y, segundo (agárrense), el número y el porcentaje de votos válidos a favor de la revocatoria, debe ser superior al número y al porcentaje de los votos válidos con los que fue elegida la autoridad. Dicho en español, no necesitas solo sacar más votos que él NO, sino que necesitas sacar más del 55,11% de los votos, y no solamente eso; necesitas además sacar la friolera de casi tres millones y medio de votos (3.394.053 votos para ser exactos). El que piense que conseguir eso es factible, sencillamente no sabe en qué país vive.
¿Será que los cívicos y activistas ignoraban la norma? ¿O, peor aún será que alguien busca astutamente legitimar al gobierno del MAS con el voto de la gente? ¿O será que a algún nostálgico se le ocurrió que ésta es la mejor manera de ayudar a Evo? En todo caso cualquier fuera el caso, parece que algunos cívicos pueden ser peores que los diabólicos políticos. “Zapatero a tus zapatos”, alguien podría decir.
Posdata: El hecho de que el sistema partidario haya salido al día siguiente de los cabildos a aplaudir la iniciativas, no solamente es el colmo de las paradojas, sino el cherry en la torta.