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Cañón de Futuro | 18/01/2024

El MAS jugando en otra cancha

Ilya Fortún
Ilya Fortún

La crisis de representación en todo el espectro político (tanto en el oficialismo como en la oposición), marca el agotamiento de un ciclo relativamente largo que se inició luego del derrumbe del sistema político anterior, alrededor del año 2000. El Movimiento al Socialismo, que fue el principal protagonista de ese ciclo, ya no tiene nada que ofrecerle al país y languidece dando sus últimas sacudidas, probablemente las más peligrosas. Las oposiciones políticas, regionales y ciudadanas tampoco han podido hasta ahora sustraerse de este fin de ciclo, golpeadas por un largo desgaste.

Lo que hoy cabe preguntarse es si también estamos hoy frente al fin del ciclo democrático iniciado con supremos esfuerzos en 1982. Los últimos acontecimientos políticos indican lamentablemente que así parece ser. El golpe judicial perpetrado por el Gobierno con el prorrogazo de las autoridades judiciales es el remate de una serie de acciones abiertamente anti democráticas, a partir de la pérdida de la mayoría parlamentaria gubernamental.

En la otra esquina del masismo, un Evo Morales herido y acorralado por un fulminante fallo judicial, parece estar apostando por el desastre, iniciando una escalada de convulsión dirigida a desestabilizar y eventualmente tumbar al Gobierno de su delfín. En sus actuales circunstancias jurídicas, sabe que sus márgenes de acción son estrechos, y parece haber decidido patear el tablero. Después de mí, el diluvio.

Si bien es cierto que los Morales, los García Lineras, los Arces y toda la larga lista de masistas nunca tuvieron un espíritu genuinamente democrático, pudieron durante mucho tiempo guardar algunas formas y transitar por la ruta de un autoritarismo maquillado de legalidad democrática. Se sirvieron de la democracia pero nunca le ejercieron con real convicción. Los años de aplastantes apoyos electorales y de jauja económica (ambos en el pasado) les permitieron una y mil imposturas, pero ahora están ya jugando en otra cancha, que muy poco tiene que ver con el sistema democrático.

Todo indica también que han decidido terminar de aniquilar la democracia, sabiendo que ésta se encuentra peligrosamente debilitada a nivel global, mientras surgen los regímenes autocráticos capitalistas y los gobiernos de extrema derecha que no dudan en socavar los cimientos democráticos de occidente. Sin ir más lejos, qué podemos esperar si los mismísimos norteamericanos están a punto de tirar por la borda uno de los sistemas democráticos más robustos del mundo.

La supervivencia del Estado de derecho y de los derechos democráticos nos preocupan de sobremanera a los pocos que seguimos creyendo que la política (con todos sus defectos) es la única y la mejor manera de resolver los desafíos de este nuevo orden mundial en ciernes, pero no parece afectar suficientemente a un electorado más preocupado en la supervivencia y en la apuesta del implacable modelo económico, a como dé lugar y a cualquier precio.

Las próximas disyuntivas políticas y electorales que enfrentará la ciudadanía no parecen ser las mismas de 2019, en las que se debía definir democracia versus autoritarismo. El Gobierno hace probablemente la misma lectura y por lo tanto ha decidido dar un salto sin retorno al campo abiertamente antidemocrático. Resta saber entonces si ni es solamente la democracia la que está en entredicho, sino también la madurez y la conciencia política de la gente.



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