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Filia Dei | 18/10/2021

Octubre mes del Rosario

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Finalizando septiembre, ya se ven en los supermercados, la decoración de calabazas, escobas, sombreros de bruja y otros alusivos a la “noche del terror”. Hoy esa nueva costumbre tiene más relevancia y semejanza con la sociedad actual.

Como el nombre de mi columna lo indica, soy hija de Dios. Pero no siempre estuve en buenos términos con la fe que profeso, principalmente por ignorancia. El rezo del Rosario es precisamente una pieza clave en mi conversión final y para que estudie con calma aquello que profeso.

El 7 de octubre de 1208, Santo Domingo de Guzmán recibió la visita de Nuestra Señora del Rosario. En esa aparición, le enseñó a rezar el Santo Rosario y le anunció las promesas para los que hicieran esta oración con devoción. Como yo crecí ya en un tiempo extraño, donde ni en colegios católicos enseñan mucho de la fe que se dicen profesar, no tenía idea ni siquiera que hubieran este tipo de promesas.

Como muchas personas ajenas incluso a la fe católica, consideraba que el Rosario era una tediosa oración y por su extensa duración, algo que debía evitar. Fue precisamente en un albergue de inmigrantes en Arizona, donde la monja a cargo me pidió que les hiciera rezar el Rosario. 

Grata sorpresa fue que entre los que eran atendidos por estas monjas, había más de uno que sabía cómo realizar esta oración. Con muchos tropiezos, aquella fue la primera vez que completé una tercera parte o lo que se conoce como 1 corona.

La segunda ocasión, fue la que no solo logró mí cambio por completo, sino que ha dejado un recuerdo vivo de algo que un par de años más tarde, brotaría también acá en Bolivia como plaga. En un tiempo que estuve sin trabajo luego de completar mis estudios, decidí unirme a un grupo de tres a cinco personas mayores de 60 años.

Cada martes, viernes y sábado, este grupo se juntaba a las afueras de un centro donde realizan abortos de la cadena de Planned Parenthood en la ciudad de Tempe, Arizona. Allí fui sin saber muy bien qué tendría que hacer.

Me explicaron la dinámica y allí arranqué una travesía. Me advirtieron que mi vida podía correr riesgo al hacer algo tan intimidante como orar.

Un día les pregunté si tras más de 2 años de ser constantes tenían historias alentadoras. Tenían varios casos y varias mujeres con niños en brazos que solo se acercaban a decirles gracias, pues con la ayuda oportuna pudieron salvar la vida de sus hijos.

Precisamente, rezo una corona diaria no para jactarme, pero porque aprendí que esta meditación de la vida de Jesús, es una de las armas que necesito para evitar caer en mis debilidades que llevan a pecar. La lucha es diaria.

El mundo parece haber sucumbido a muchas perversiones como la de creer que asesinar a un ser humano en el vientre es "salud". Así también muchos en el clero han caído. Al árbol conocemos por sus frutos, y se nota fácilmente quien es un católico comprometido y que vive en el gozo de Dios, del que confía más en sus capacidades y las tentaciones del mundo.

No es latria como confunden algunos. Es hiperdulia, que es parecido al cariño que tenemos a nuestras madres, excepto que a la reina del cielo el cariño es mayor por todas las almas que conduce al corazón de Jesús. Por todas las gracias que he visto en mi vida y por los que incluyo en estas coronas, me quedo firme con el rezo del Rosario, cortando con las banalidades de esta vida.

Cecilia González Paredes M.Sc.

Especialista en Agrobiotecnología



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