El próximo 1 de octubre será un día muy especial en México, no solo habrá un cambio de presidente, sino que asumirá por primera vez en la historia del país más grande de Hispanoamérica una mujer, que además es judía, algo inimaginable en la Nueva España de hace dos siglos y medio o en el México machista de mediados del siglo XX.
La señora Sheinbaum, académica de fuste de la UNAM, la universidad que aunque fundada en 1910 es la heredera de la tradición académica creada por los españoles solo 30 años después de que Cortés conquistara Tenochtitlán, marca un importante hito.
Está entrando por la puerta grande, con un 60% de electores que votaron por ella y representa en su condición de mujer un espíritu de inclusión que solo se puede ver con muy buenos ojos. Su extracción cultural es un poco más compleja, sobre todo en estos tiempos de marcado antisemitismo, pero aclaremos, ese detalle no significa bajo ninguna circunstancia un bemol, tan solo una curiosidad en un país machista y católico a pesar de su laicismo de la larga data.
Ahora bien, los festejos de la inauguración del nuevo periodo presidencial se han visto envueltos en una polémica: me refiero a la no invitación al rey de España al evento y el consiguiente disgusto español que ha derivado en la no asistencia de la representación de España al cambio de Gobierno.
Que México puede vivir sin España, y viceversa, es una realidad de Perogrullo y es posible que las relaciones diplomáticas entre ambos países no se resientan demasiado, pero que hay un enfriamiento de dimensiones mayores, lo hay. No se desprecia gratuitamente al jefe de Estado de un país amigo.
Ahora bien, el impase tiene que ver con una bobada que hizo el presidente saliente al pedirle al rey de España que pida disculpas por la conquista, una sugerencia que aparte de tonta es populista y no sirve para nada, en parte porque la conquista y la creación de México no tienen nada que ver con la España actual, más allá de que el rey sea un directo descendiente de Carlos V.
Reitero, México puede vivir sin España, pero México no puede existir sin su pasado español; de hecho, el México actual es más un resultado del México virreinal que el de los mexicas, y para peor, un partido como Morena tendría menos opciones de sobrevivir en el mundo prehispánico que en el llamado mundo colonial. Morena es tributario del padre de Las Casas antes que de Moctezuma, y aunque nadie lo quiera creer, los indígenas, pese a los abusos, tuvieron una mejor vida después de la conquista, que antes.
La conquista española implicó una modernización que ahora nos parece arcaica, pero que en su momento favoreció a casi todos, y digo a casi, porque lo hizo inclusive a las noblezas de imperios como el azteca y el incaico. Quienes quedaron en el limbo fueron los sacerdotes prehispánicos, una casta tremendamente poderosa y sanguinaria. ¿Tiene Felipe VI que pedir perdón a la memoria de esos sacerdotes?
El pasado fue brutal, el prehispánico, y también el hispánico (aunque no tanto), las injusticias contra los pobres fueron abrumadoras hasta bien entrado el siglo XX y lo siguen siendo en buena parte del mundo; la independencia de la América española no mejoró la vida de los indígenas pobres, de hecho, empeoró con la República.
Los hispanoamericanos nos tenemos que abuenar con nuestro pasado, este tiene páginas maravillosas antes y después de la llegada de Colón, y otras oscuras en ambos períodos, pero son parte de un todo.
El pedido del presidente López Obrador, aparte de infantil, es demagógico, y no les hace ningún favor a sociedades como la mexicana o la boliviana; es lamentable que la señora Sheinbaum inaugure su periodo gubernamental siguiendo esa línea.