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16/02/2024
De media cancha

Nuestra mediterraneidad: respuesta a Loreto Correa

Diego Ayo
Diego Ayo

Agradezco a Loreto Correa por su columna “sobre el desarrollo de Bolivia, respondiendo a Diego Ayo”. Siempre un honor poder seguir la reflexión.

Me parece que la colega responde a decenas de bolivianos, pero no responde al artículo que escribí. La entiendo: usualmente tenemos la tentación de coger un par de datos sobre Suiza y Austria, países que tampoco tienen mar, pero si riqueza, y afirmar que la mediterraneidad no es ni puede ser el problema. Sin embargo, Chile se va alejando de nosotros cada vez más y eso si amerita una respuesta que adelanté brevemente en el artículo comentado. Repito: en 1700 el desarrollo en relación a Chile era de 1 a 1, en 1952 fue de 1 a 3 y en 2020 es de 1 a 9. Ese es el tema que hay que discutir.

Hagamos un breve recuento histórico que de luz al asunto.

Una primera fase de 1825 a 1836 vio el nacimiento de Bolivia como un “Estado cuña” entre los dos exvirreinatos: el de Lima y el del Río de la Plata, cercando al país desde ambos vértices. Nacimos pues como la hamburguesa en medio de los dos pedazos de pan oceánicos. ¿Privilegio? En cierta medida sí: teníamos una pata en el Pacífico (así sea a través del puerto de Cobija) y otra pata en el Atlántico enrumbando hacia Tucumán. Nuestra condición de “Estado cuña” era, en realidad, perfecta. Fungíamos como el eje de vinculación del Pacífico con el Atlántico y viceversa.

Una segunda fase de 1836 a 1839 buscó romper esa condición de enlace territorial entre los dos océanos y consolidar la hegemonía del Pacífico. He ahí el eje de la cuestión. Habíamos nacido bajo un triplete hegemónico absolutamente inestable: Chile, con su porción marítima en Valparaíso; Perú, con la suya en el puerto del Callao; y nosotros aferrados a una costa que nos era ajena, siendo propia: Cobija. ¿Qué sucedió? Lo usual: no hay empates hegemónicos en política y, si los hay, son de corta duración. Vale decir, hay tres países y hay tres puertos, todos ellos con similar impronta hegemónica. Bolivia lo entendió así y trató de sobreponerse a Chile uniéndose a Perú para lograr la posesión dominante del Pacífico. Fue un periodo corto, pero de innegable importancia geopolítica.

Una tercera fase fue de 1839 a 1879-84. En este nuevo periodo perdimos la guerra del Pacífico. Ya lo dijo Diego Portales: “si ellos se unen –Perú y Bolivia– nosotros dejamos de existir”. Comprendió que la existencia de esa poderosa Confederación era sumergir a Chile en el oscurantismo marítimo. Mejor hacerles la guerra y copar esa hegemonía bendita. Y así fue: la derrota del Pacífico es el establecimiento de la hegemonía chilena sobre el Pacífico. Bolivia perdió esa costa y se afincó en la economía de la plata a kilómetros de ese mar. En suma, Chile sentaba hegemonía sobre el Pacífico, Perú se zambullía en el mar guanero y salitrero, y Bolivia, a cientos de kilómetros de la costa, se entregaba al oligárquico extractivismo platero.

Una cuarta fase es igual de dramática sólo que del otro lado: perdimos el Atlántico o casi lo perdimos. Así lo testifica Juan Carlos Urenda, recordando el Tratado de 1867 con Brasil, el Tratado de Petrópolis de 1903 y el arbitraje con Perú de 1902-1907 como los propulsores jurídicos de nuestro alejamiento del Pacífico. A estas derrotas jurídicas cabe añadir las derrotas militares en la Guerra del Acre (de 1899 a 1903) e incluso en la Guerra del Chaco, alejándonos magistralmente del Atlántico.

Una quinta fase salda esa doble pérdida: Estados Unidos ordenó en 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, no invadir países y en particular no volver a trocear países. La teoría política con Tanisha Fazal a la cabeza comenzó a hablar de “Estados muertos”. La tesis es simple: la forma de solidificar a un Estado es manteniéndolo en guerra. En el libro abundan ejemplos y el más destacado es el de Israel: la amenaza permanente de sus vecinos terminó por consolidar un Estado poderoso. De lo contrario, Israel hubiese desaparecido. ¿Qué logró la orden de Estados Unidos? Consolidar Estados muertos o fantasmas. En ese escenario, las siguientes décadas asistieron al nacimiento de un Estado boliviano paria. Un Estado abocado a disputar peleas ajenas: de 1952 a 1985 dentro de la disputa entre el eje norteamericano y el soviético; de 1985 hasta 2005, como colonia gringa, y de 2006 a 2023 como colonia cubano-china.

Vale decir, no es a la condición mediterránea a la que debemos temer, estimada Loreto. Por el contrario, nuestra condición mediterránea puede ser una ventaja si se posee una pata expedita al Pacífico y otra pata expedita al Atlántico, además de tener un Estado fuerte. Mientras no sea así, Chile se seguirá alejando. ¿La solución? Ser el centro de atracción de poderosos corredores bioceánicos por el norte y por el sur, retomando el Pacífico y el Atlántico.

Algo, por cierto, que también estamos por perder. Ya lo hablaré.



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