Los giros históricos de 180 grados en Bolivia ocurrieron en 1952, 1978-82 y 2005. ¿Hoy estamos ante un giro histórico de similar dimensión? No parecería. En verdad, parecería que estamos a puertas de volver al ciclo neoliberal. Esa es, al menos, la tesis sostenida por masistas que ven este momento histórico como una expedita reencarnación neoliberal.
Sin embargo, coincidamos en algo: aquellos momentos históricos mencionados arrojaron al país a tiempos mejores o, siguiendo el léxico del presente, transitamos siempre a ciclos históricos progresistas. Fíjense lo que sucedió en un primer momento. En 1952 tuvimos una revolución que sacó a Bolivia de un esquema oligárquico de democracia censitaria, donde sólo aquellos criollos provistos de fajos en el bolsillo tenían el derecho a votar, arrojándolo a un momento de efervescencia popular. Pasamos de una democracia de pocos a una democracia de muchos. Excelente.
Un segundo momento lo pudimos vivir de 1978 a 1982. Transcurrimos de un modelo dictatorial a un modelo democrático. No fue fácil. Los impulsores del cambio soñaban con un modelo socialista y los defensores del estatus quo empuñaban sus armas para impedirlo. Los extremos danzaban sin rozarse, hasta que adoptaron la democracia como sistema de gobierno. Fue un punto de llegada desde la derecha y desde la izquierda. Se adhirieron a este centro aun sin quererlo. ¿Por qué sucedió? Porque la democracia permitió la convivencia: las Fuerzas Armadas no ametrallaban a los revolucionarios y los revolucionarios no se vengaban matándolos. Ambos aterrizaban en este cielo político. En suma, el paisaje pasó de negro a blanco: de un autoritarismo militar a una democracia representativa, que ya en 1994/95 irrumpiría en los municipios y prefecturas. Excelente.
Un tercer momento ocurrió de 2000 a 2009. El esquema de democracia representativa/partidaria, de libre mercado y de pluriculturalidad se vistió con otro ropaje: aquel de una democracia de los “movimientos sociales”, de un estatismo como motor del desarrollo y de una sonora plurinacionalidad. El bloque en el poder de 1985 formado por mineros medianos, el FMI, el Banco Mundial y la embajada de Estados Unidos, diversas burguesías transnacionales, sectores agroindustriales del oriente y un sistema de partidos ligados entre sí a través de mecanismos de coalición, se transformó en un bloque distinto: aquel formado por sectores sociales. Desde cocaleros hasta sindicatos agrarios, cooperativistas mineros, China/Rusia y una burguesía burocrática formada por mandos hegemónicos del MAS. Excelente.
¿Y dónde estamos hoy? Siguiendo el discurso masista estaríamos a puertas de un cambio conservador: la izquierda estaría cediendo su cupo político a la derecha (neoliberal). Estaríamos a poco de iniciar un régimen de derecha, el vértice opuesto al modelo revolucionario de una izquierda progresista al mando del MAS. Pasaríamos, excepcionalmente, de un modelo “bueno” a otro “malo”. Lo opuesto a lo ocurrido siempre. Recordemos lo dicho: en 1952 desalojamos del Palacio a oligarcas censitarios, en 1978-82 a dictadores militares y en 2003-2005 a neoliberales. Hoy pareceríamos ir en contraruta: ¡estaríamos desalojando a la izquierda, a los indígenas y a los revolucionarios! ¿Es verdad? No, claro que no.
En el pasado los que salían también argumentaban airados a su favor: los oligarcas del darwinismo criollo de 1900 a 1952 alegaron que el MNR era un partido enamorado del nazismo; los militares de 1964 a 1982 defendían al país del “enemigo rojo”, y los neoliberales (con Goni a la cabeza) sostenían la tesis de las “minorías radicales” como propulsoras de la debacle.
¿Qué quiero decir? Quienes gobiernan buscan excusas tratando de mostrar que los sustitutos son siempre peores. El MAS no es la excepción. Sin embargo, no nos engañemos: el MAS, a decir del notable doctor en ciencias políticas Luis Tapia, es un partido de derecha. Representa a un neoliberalismo ilegal brutalmente oligárquico. Un neoliberalismo ligado al narcotráfico, a los negocios del oro, al contrabando, a la minería cooperativista que no paga impuestos; a los deforestadores que queman la Chiquitania, a la subasta del litio a capitales chinos y rusos, a la delincuencia gubernamental. No es solo derecha. Es una derecha mafiosa. Repito: no es sólo inepta, vociferadora, y corrupta; es mafiosa, anexada al flanco ruso/chino/iraní/venezolano.
Por ende, el paso no es de una izquierda a una derecha. Claro que no: es el paso de un régimen violento, estúpido e inepto –un régimen mafioso– a un régimen democrático. Es imprescindible que los candidatos lo sepan. No debemos dejarnos arrinconar con esa muletilla miserable preñada de bondad –“somos de izquierda” – cuando lo evidente es este estado de destrucción institucional, ampliación de las mafias y estatización corrupta en que dejan a Bolivia.
¿Izquierda? Claro, claro, y yo cantante de rap.
Diego Ayo es politólogo.