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De media cancha | 30/06/2025

¡Abajo la oligarquía cruceña!

Diego Ayo
Diego Ayo

He escuchado al Presidente Arce en conversación con Jimena Antelo y he agradecido. He mirado al cielo y, tras un hondo suspiro, he aplaudido que don Lucho admita que su pujante hijo haya buscado un crédito de 3.000 bolivianos, digo 3.000.000 de dólares, para emprender un negocito en el oriente. Qué lindo chico. ¿Qué es lo que muestra esta actitud de honestidad absolutamente extraña en nuestro Primer Mandatario admitiendo la propiedad de su crío? La gota que rebalsa el vaso en un ambiente de corrupción de tierras brutal y vergonzoso a manos del MAS.

La destrucción sistemática del INRA y de la Autoridad de Bosques y Tierras, convertidas en oficinas de enriquecimiento de personeros del MAS, concluyó en este filial hecho –la compra de la hacienda Adán y Eva- en una jauja de burdel con la muchachada de izquierda ebria de poder. No es pues la excepción esta apropiación legal de 2.000 hectáreas de parte de un chiquillo de poco más de 20 años. Es la regla en un país que ha loteado su territorio con alardes discursivos en honor a la Pachamama.

También cabe comentar que la legalidad ampliamente aupada por el Presidente Arce –“es legal que mi wawita tenga sus dos mil metritos”- es una cruel ironía en nuestra historia. Sabemos que en otros periodos históricos los ilegales se veían sometidos a una legislación capaz de condenarlos. La separación entre lo legal e ilegal era contundente. Sin embargo, los ingeniosos gobiernos de izquierda del continente se inventaron una nueva modalidad de acercamiento al aparato legal: las leyes son nuestras. 

¿Qué supuso esta tesis? La transformación de la legislación en un instrumento de poder. Se transformó lo ilegal en legal. Vaya genialidad de estos gobernantes: ya no debían huir del fantasma de lo ilegal, debían sacar nuevas normas que se acoplen a su ilegalidad. Gran estrategia. ¿Ejemplo? La ley de la Coca debe ser el mejor ejemplo. Logró convertir miles de hectáreas de coca en dulce de leche a la venta en los mercados bolivianos e internacionales. Lo ilegal se volvió legal. ¿Qué es lo que quiero decir? Pues lo indiscutible: ¡claro que el muchachito Arce se comportó legalmente! Jamás de los jamases tuve alguna duda al respecto. Sin embargo, ese no es el punto. El punto es ir un poco más allá y percatarnos del daño moral inflingido. Lo de este chico es inmoral. Es vulgarmente inmoral. Pero, ¿y la ley? Siempre acomodaticia como preservativo a medida.

Empero, no es mi objetivo discutir sobre la ley y su puntilloso cumplimiento. Tal sólo me introduzco en el tema que merece resaltarse: Arce fue un agresor permanente de la mentada “oligarquía cruceña”. Sólo como último detallito, regaló a ese departamento y a su detestada oligarquía, valga la insistencia, una violencia sistemática a lo largo de los 36 días de bloqueo en 2023. Ese fue Arce: el noble luchador de la izquierda empeñado en derrotar a la “separatista” oligarquía. ¿En serio? Claro, en cuyo caso podría pensar que este magno primer gobernante de Bolivia facilitaría a su prole un pedazo de tierra en las proximidades de algún ayllu en el Norte de Potosí, en alguna villa en El Alto, en docenas de sayañas campesinas de Chuquisaca, Potosí, Oruro. 

¿No les parece? Imaginate luchar contra los nazis con el propósito de conseguirte un terrenito en el centro de Berlín. No parece sensato. ¿O lo es? Recuerdo un documental fantástico sobre el ISIS masacrando invasores. Le preguntaron a uno de los masacradores: ¿dónde quisieras que vivan tus hijos?, y el susodicho exclamó sin rodeos: “Estados Unidos sería una buena opción”. Sucedió lo propio con los “proletarios”: lucharon denodadamente no para erigir una república de proletarios, sino para dejar de serlo y convertirse en clases medias y/o altas, escondiendo el pasado en alguna gaveta. Ocurre lo propio con cientos de aymaras y quechuas bregando por instalarse en las ciudades, mandar a sus hijos a algún colegio privado y tener un ingreso decente que sea fijo. Ponen en claro que su deseo es ser como el otro o, al menos, ya no como los ancestros. Tan simple, tan duro.

¿O sea? O sea, Arce pone en claro que su sueño era ser como el rival o los rivales de turno a quien tanto melló. Él ya no puede, a no ser degustando un asado, un fin de semana con los chicos, allá en Adán y Eva. Qué bonito ser cruceño, así sea a ratos, así sea a través de los genes de su pujante muchachito, así sea viendo su apellido en el título de propiedad del predio.

Mirá vos, en una de esas nos ahorrábamos dos décadas de altivez anticruceña distribuyendo en 2006 terrenitos de lujo a los descendientes. Otra hubiera sido la historia…

Diego Ayo es PhD en ciencias políticas.



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