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Articulista Invitado | 11/07/2025

No estamos como en 1987, estamos peor

José Gabriel Espinoza
José Gabriel Espinoza

En los últimos días, los datos de crecimiento inflación han llevado a muchos analistas a comparar la situación actual de Bolivia con la vivida en 1987. Sin embargo, desde una perspectiva histórica y analítica, ese impulso estadístico es equivocado. El verdadero punto de comparación (por contexto y tendencia) es el final de la década de los 70.

Primero, la inflación de hoy muestra una clara tendencia al alza. En 1987, aunque los niveles eran similares, la inflación ya comenzaba a descender, lo que ofrecía un horizonte distinto al de hoy.

Segundo, mientras el Banco Central de 1987 trabajaba para controlar los desequilibrios heredados; el actual se ha convertido en una herramienta subordinada a una política fiscal desordenada, empujando, con su impericia e ineptitud, activamente la inflación.

Tercero, aunque en 1987 persistían serios problemas sociales y económicos, no existía la disrupción en las cadenas de suministro que hoy vemos. Hoy faltan combustibles, medicamentos, alimentos básicos y la producción nacional, debilitada por años de políticas erradas, no logra responder a la demanda interna.

Cuarto, en 1987 el país ya contaba con un régimen cambiario único y predecible gracias al DS 21060. Hoy operan múltiples tipos de cambio, sujetos a una volatilidad provocada muchas veces por intervenciones gubernamentales improvisadas.

Quinto, aunque el gobierno de entonces todavía tenía déficits, había entendido que financiar el gasto con emisión monetaria era el camino directo a la hiperinflación. El actual gobierno, en cambio, sigue recurriendo al Banco Central y a la Gestora para sostener un modelo agotado, incluso con financiamiento externo disponible.

Estos cinco puntos dejan claro que Bolivia, en junio de 2025, no se parece a la Bolivia de 1987. En realidad, nos encontramos más cerca del periodo crítico entre 1979 y 1984, antes de la hiperinflación: un ciclo marcado por inestabilidad política, colapso fiscal, emisión descontrolada, múltiples tipos de cambio y un derrumbe de la balanza de pagos.

Durante ese periodo, el PIB cayó en promedio más del 2% anual, el déficit fiscal superó el 20% del PIB y fue financiado casi en su totalidad con emisión monetaria. La inflación alcanzó niveles de más del 100% mensual en 1984 y 23.400% anual en 1985. El tipo de cambio sobrevaluado, los subsidios generalizados y la pérdida total de confianza en la moneda nacional aceleraron el colapso del modelo económico.

Luis Arce no nos deja una economía como la de 1987 (ya quisiéramos que así fuera). Nos deja una economía más frágil, con instituciones erosionadas, sectores estratégicos debilitados y una ciudadanía cada vez más desconfiada. Por eso hoy estamos a las puertas de una elección crucial, posiblemente la más importante desde el retorno a la democracia.

La estabilización de la economía no es una propuesta más; es una necesidad urgente y una obligación ineludible. Para recuperar la confianza y evitar caer en pasados ya conocidos, no basta con promesas. Se requiere un plan coherente, con prioridades claras y un equipo técnico sólido, capaz de enfrentar desafíos complejos, sin caer en caudillismos estériles.

Las recetas del pasado sirven como lección, pero no bastan frente a la magnitud de las crisis actuales. Por eso, este 2025, no se trata solo de votar, sino de elegir con consciencia histórica y con visión de futuro.

José Gabriel Espinoza es economista, exdirector del BCB y actualmente trabaja en la campaña de Samuel Doria Medina.



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