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Filia Dei | 27/04/2022

Mujer Católica ¿oprimida y olvidada?

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Luego de leer una columna vecina sobre las mujeres en la Pascua, no puedo más que sentirme interpelada para aclarar varios puntos sobre el rol de la mujer cristiana católica en la Iglesia.

Previa aparición de la Iglesia Católica, establecida durante la Pasión de Jesús y consolidada el día de Pentecostés, la mujer era menos que el cero a la izquierda en la sociedad pagana. No existía el concepto de derechos para la mujer. El cristianismo logra amparar a la mujer frente a la ley. Establece que existe una igualdad en la dignidad como ser humano y superando tantas taras de los romanos, logra conquistar el corazón de muchos, produciendo conversiones numerosas, principalmente entre mujeres.

Para quien no es devoto de la mujer más poderosa del universo, la Virgen María, muchas cosas quedan en la nebulosa. Es la Reina del Cielo, mi principal modelo, instructora y quien me guía para encontrar sacerdotes que realmente dan su vida por la Esposa de Cristo.

Santa María Magdalena, no fue la primera en ver a Jesús resucitado, ese privilegio se guardó para su Madre. Luego, Ma. Magdalena al reconocer a Jesús intenta tocarlo y Él responde: Noli Me Tángere (Sn. Jn. 20, 17). Pero a Santo Tomás le permite hasta meter el dedo donde la lanza le dejó una perforación. La consagración del sacerdote es la diferencia. Ma. Magdalena no protesta o se pone un pañuelo verde, acepta porque entiende y pasa sus últimos años haciendo penitencia.

Santa Felicidad y Perpetua, son un ejemplo de como la mujer juega un rol clave en la Tradición (uno de los 3 pilares de la Iglesia Católica) además en la transmisión de la religión y la educación. El relato del martirio de ellas y sus compañeros en la fe es estremecedor, y San Agustín las recordaba constantemente en sus catequesis. Para quien nunca leyó las Actas de los Mártires, estas mujeres y varias más allí nombradas, claro que pasan desapercibidas.

Santa Cecilia, es una de esas mujeres romanas que era propiedad de su padre y criada solo para casarse y tener hijos. Ella convertida al cristianismo y libre, toma la decisión de consagrarse a Dios y mantenerse virgen. A pesar de ser obligada a casarse, termina convirtiendo a su esposo y cuñado. Es acusada y entregada a los verdugos por sus padres.

Los pocos que saben de cómo la primera Biblia fue compilada y ordenada en el idioma latín, dirán que fue San Gerónimo. Pero él no trabajó a solas. Santa Paula, junto a otras piadosas mujeres ayudaron en esta labor.

En los siglos donde las abadesas eran la figura de mando, destaca Santa Hildegarda, consejera de obispos, papas y hasta emperadores. Mujer que escribió manuales de medicina y a quien debemos agradecer el mejorar la receta de la cerveza, ya que ella es la que añadió el lúpulo a esta bebida. ¡Mujer de la edad media!

Podría nombrar a muchas más que me inspiran, guían, enseñan y muestran una historia impresionante sobre como la mujer, gracias a la Iglesia Católica, dejó de ser propiedad, una más en un harén oriental o asíatico, hasta la llegada del protestantismo y más adelante de la revolución francesa, cuna del liberalismo que ha ramificado en cosas tan desastrosas como el relativismo, comunismo hasta el socialismo moderno y el progresismo. ¡Son estas modas las que invisibilizan de nuevo a la mujer! La empujan fuera de su hogar, bajo la falsa promesa que vivir en desorden es “liberador”.

Todas estas corrientes gritan “patriarcado” e “igualdad”. El liberal vende la idea de que el Estado debe ser el protector de la mujer. Pero no hay tal. Y estos varones “católicos” ¿dónde están para proteger a la mujer como les fue encomendado por Jesucristo?

La misión fundamental de la mujer es estar dirigida hacia Dios, ser una hija de Dios, ser la alegría del Padre, un espejo de Dios para la alegría de Dios. No andamos buscando ser “protagonistas”, ni que la curia nos ande echando flores o armando altares. ¡Basta de mentir a título de que nos oprime un patriarcado! Cristo es ya nuestra salvación y por Él servimos.

“Las personas que sirven a Dios no deberían seguir las modas.  La Iglesia no tiene modas;  Nuestro Señor es siempre el mismo”. Santa Jacinta de Fátima

Cecilia González Paredes M.Sc.

Especialista en Agrobiotecnología



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