Un informe reciente de la Fundación Milenio afirma: “Bolivia enfrenta un grave desafío en materia de violencia basada en género, reflejo de una cultura patriarcal que afecta significativamente a mujeres, niñas y adolescentes”.
El desafío es mundial; las causas no son exclusivas de nuestra cultura y es muy probable, como dice esta frase, que el origen de esa violencia esté en el patriarcado. Sin embargo, el papel que juega este es distinto en las diversas formas de violencia contra las mujeres, ya sea la pederastia, el estupro o la violencia doméstica. Comprender esos distintos papeles y diferenciarlos es clave para encontrar las soluciones que todavía buscamos sin éxito.
Tampoco las tengo, pero aquí quiero recoger las reflexiones que hace David French (NYT|28|05|25) sobre la presión cultural que están sufriendo los hombres jóvenes y que los está empujando hacia la frustración y actitudes de derecha; es decir, más conservadoras y por tanto, a priori, más patriarcales.
Sin embargo, se debe tomar en cuenta lo siguiente: “no existe una división ideológica clara y estadísticamente probada en las tasas de violencia contra la mujer por inclinación política, y aunque existen diferencias ideológicas en cómo se perciben los roles de género, el consentimiento y el abuso, la violencia contra las mujeres es un problema que trasciende la ideología”, según ChatGPT, para lo que valga.
Es decir, en lo concerniente al análisis que sigue, debemos ver la cada vez mayor inclinación de los hombres jóvenes hacia la derecha como un problema cultural más que político, pero es una evolución relevante a la hora de comprender la relación de esos jóvenes con las mujeres en general, y el rechazo al avance femenino y la misoginia, en particular.
Tome en cuenta el lector que los datos y los análisis que siguen son de una realidad estadounidense que quizá no se ajuste del todo a la nuestra, pero es relevante a la hora de alimentar nuestra reflexión y buscar nuestras soluciones.
En su análisis, French se refiere a la manósfera que es: “una red de sitios web, blogs y foros en línea que promueven la masculinidad enfatizada, la misoginia y una fuerte oposición al feminismo. Ella se ha asociado con la extrema derecha”, según Wikipedia. Esto no es del todo nuevo. Los hombres siempre se han excluido en espacios propios: boy scouts, clubs de señores, monasterios, etc. Podríamos también llamarlos machósferas. La diferencia es que la tecnología, los influencers, el anonimato y la dinámica que resumo abajo les han dado ese giro misógino que no tenían o que era más sutil.
“En esencia, continúa French, la manósfera no tiene que ver con la política, ciertamente no con la política de partidos. Siempre ha tenido implicaciones políticas, pero sus raíces son culturales, y gran parte de su crecimiento fue una respuesta a profundas necesidades personales”.
Sigo citando: “…a los hombres todavía les va bien en la cima de la pirámide … los directorios de las principales empresas siguen siendo mayoritariamente masculinos, pero la gran mayoría de los hombres nunca serán directores. En cambio, se están quedando detrás de las mujeres a un ritmo sorprendente. Hay más chicas matriculadas en la universidad que chicos, y ellas tienen un promedio de desempeño más alto. (…) El porcentaje de problemas de salud mental es más alto en los chicos que en las chicas y (…) los jóvenes se suicidan en un número mucho mayor que las jóvenes”.
Esto no es de ahora, como lo ilustra la siguiente cita: “Las niñas vienen superando a los niños en las escuelas durante décadas, desde la primaria hasta la universidad. Pero la brecha de género en la educación comienza antes: En todas las medidas de preparación para el kindergarten, como lectura, matemáticas, habilidades motoras y comportamientos para socializar, prestar atención y regular las emociones, las niñas obtienen puntajes más altos que los niños (…) y este déficit temprano se puede agravar y ayuda a explicar algunas de las dificultades recientes de niños y hombres jóvenes” (Miller, NYT|31|05|25).
Si a estos datos añadimos que las mujeres leen más, podemos entender por qué se dice que el futuro es femenino. Además, esto ayuda a comprender el escenario de presión social sobre algunos jóvenes, quienes se sienten no solo superados y sus privilegios de género amenazados por el avance femenino, sino responsabilizados por la violencia contra las mujeres. Una de las corrientes radicales del feminismo ha hecho del hombre no solo el perpetrador de los actos de violencia contra la mujer -lo que es obvio- sino de cada hombre un violador en potencia y un enemigo del género femenino.
Vuelvo a French: “Los hombres veían en la izquierda mucho amor por las mujeres, pero no la misma consideración por los hombres. Eslóganes como ‘el futuro es femenino’ creaban la impresión de que los géneros estaban en competencia, y para que las mujeres ganaran, los hombres tenían que perder. (…) Cuando en 2019 la Asociación Estadounidense de Psicología publicó un informe en que argumentaba que ‘la masculinidad tradicional, marcada por la competitividad, el dominio y la agresión, es en general dañina’, el mensaje era: hombres, ustedes no tienen ningún problema; ustedes son el problema”.
Esas características de la masculinidad tradicional pueden ser defectos o virtudes, según como se las moldee en una formación integral. Por ejemplo, sigue French, “la competitividad excesiva puede transformar a una persona en una imbécil intolerable, pero puede hacer que una persona alcance niveles de logros profesionales y físicos que no alcanzaría de otra manera. Pero una cosa es reconocer que la agresión y la competitividad tienen un lugar en la vida de un joven. Otra cosa muy distinta es deleitarse en la agresión y la competitividad, viéndolas como virtudes inherentes que deben ser consentidas y amplificadas. (…) Y esto ha hecho que demasiados hombres estén apostando a las peores versiones de sí mismos. (…) y celebren esta agresión como una forma de fuerza y coraje moral, desafiando al establishment woke. Pero convertirse en anti-izquierdista (o anti-feminista) no es lo mismo que volverse prohombre. La misoginia debería ser un anatema en cualquier versión virtuosa de la masculinidad”.
Cito este párrafo más extenso porque ahí están las contradicciones que están enfrentando al establishment woke –el de los malos excesos– con los jóvenes que, amedrentados por al avance de la mujer, buscan refugios culturales donde se valora lo que otros atacan. Esta es una dinámica opuesta a la que será capaz de encontrar las soluciones que buscamos, que deberían estar en la línea de la última frase de French: la de fomentar una versión antimisógina de la masculinidad.
Por el momento, está sucediendo lo contrario, al menos en Estados Unidos, donde “Hoy, el 79% de los hombres republicanos y el 67% de las mujeres republicanas creen que la sociedad estadounidense se ha vuelto demasiado suave y femenina. Una similar evolución ya se está dando entre los niños: la proporción de los que dijeron estar de acuerdo con la igualdad salarial por igual trabajo entre hombres y mujeres ha caído del 72% al 57%” entre 2018 y 2023” (Wallace-Wells, NYT |04|06|25). ¡La semilla de la mentalidad patriarcal se inculca muy temprano!
Por otro lado, si el avance de las mujeres es imparable, como sugieren los datos; la huida masculina a refugiarse en espacios donde se celebran sus virtudes tóxicas es una estrategia perdedora, cuya consecuencia, mientras sea sostenible, es el aumento en la misoginia y la violencia contra la mujer. Es decir, a contramano de las soluciones que buscamos.
Esta lectura que resumo aquí caracteriza, aunque con datos de afuera, el camino actual, en el que alimentamos el enfrentamiento, en lugar de abrir la vía para la validación de una masculinidad no misógina. Es decir, la misoginia que fomenta la violencia contra la mujer se origina en el patriarcado, cierto, pero crece en esos refugios del patriarcado que estamos alimentando con el enfrentamiento, en lugar de vaciarlos mediante la construcción de una valoración distinta de la masculinidad, que, como hemos visto se forma ya en la niñez.
Aquí está la importancia del papel de la educación dentro y fuera de la casa; desafíos que escuelas y padres deben asumir con una consciencia clara de la importancia del objetivo.