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Posición Adelantada | 25/10/2021

Mantener el tipo de cambio fijo

Antonio Saravia
Antonio Saravia

El debate académico y político sobre el tipo de cambio es cada día más intenso. ¿Habrá llegado la hora de flexibilizar?

El argumento para abandonar el tipo de cambio fijo se basa en dos preocupaciones centrales: la pérdida de competitividad y las bajas reservas internacionales. La primera preocupación sugiere que el tipo de cambio está sobrevaluado y que esto perjudica a la industria nacional al hacerla más cara y, por lo tanto, menos competitiva. Un tipo de cambio sobrevaluado incentiva las importaciones y desalienta las exportaciones generando déficits comerciales. La segunda preocupación es que nuestras reservas internacionales han llegado a niveles peligrosamente bajos. Cuando hay pocos dólares, el precio de los mismos tiende a subir y en algún momento el tipo de cambio fijo puede colapsar generando una fuerte devaluación y una severa crisis macroeconómica. Se propone, por tanto, que el tipo de cambio sea flexibilizado ahora y no cuando las papas quemen. Esta es, por ejemplo, la más reciente recomendación del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En mi opinión, la preocupación sobre la pérdida de competitividad se ha concentrado erróneamente en el tipo de cambio nominal (el precio del dólar en bolivianos) cuando lo que realmente importa es el tipo de cambio real (el precio relativo de bienes y servicios expresados en la misma moneda). La fórmula para calcular el tipo de cambio real es muy sencilla: tipo de cambio real = tipo de cambio nominal * (Px / P), donde Px es el nivel de precios de nuestros socios comerciales y P es el nivel de precios doméstico. En otras palabras, el tipo de cambio real es el tipo de cambio nominal ajustado por el nivel de precios dentro y fuera del país.

Le propongo un ejemplo cortito para entender la diferencia entre el tipo de cambio nominal y el tipo de cambio real. Imagínese que Ud. me da Bs. 100 y, a cambio, yo le doy a escoger entre recibir 292 pesos mexicanos o 1.646 yenes japoneses. ¿Qué opción elegiría? Difícil pregunta. A Ud. no le sirve de mucho saber que puede recibir 292 pesos mexicanos o 1.646 yenes japoneses si no sabe cuanto puede comprar con esa plata. En otras palabras, a Ud. no le importa el tipo de cambio nominal sino el real: cuanto puede comprar con esos montos. Para eso necesitamos saber el nivel de precios en cada uno de esos países.

Los proponentes de la flexibilización consideran que el boliviano está sobrevaluado y que, por lo tanto, incentiva las importaciones, y afecta negativamente las exportaciones, generando déficits comerciales. Pero, ¿qué pasaría si se flexibiliza el tipo de cambio y se devalúa? El tipo de cambio nominal subiría (de Bs. 7 por dólar a, por ejemplo, Bs. 10 por dólar) y, en un principio, eso también haría subir el tipo de cambio real y, sí, nuestros productos serían más competitivos. Pero ese sería el resultado solo en el corto o cortísimo plazo. Eventualmente la devaluación del boliviano generaría inflación dado que todos trataríamos de protegernos subiendo precios al saber que cada boliviano que recibamos podrá comprar menos dólares. Fíjense de nuevo en la fórmula de arriba. Por un lado, la devaluación sube el numerador, pero, por otro lado, también sube el denominador (P), dejando el resultado final (el tipo de cambio real) constante. Y dado que, como ya hemos dicho, el tipo de cambio real es el que realmente importa, la devaluación no hará más competitivos nuestros productos ni mejorará la balanza comercial. La política monetaria (devaluar) no afecta el tipo de cambio real ni la balanza comercial en el largo plazo. Estas variables solamente cambian cuando cambian las condiciones reales en la economía (productividad, tecnología, institucionalidad, etc.).

La preocupación sobre las reservas internacionales es más justificada. A fin de evitar una brusca devaluación cuando estas sean insuficientes, se argumenta que se debe flexibilizar ahora para que el precio del dólar vaya subiendo de a poco. Suena razonable pero aquí tenemos que acordarnos porqué una economía opta en primer lugar por tener un tipo de cambio fijo. La gran ventaja del tipo de cambio fijo es que impone disciplinas fiscal y monetaria. Con un tipo de cambio fijo, el Banco Central debe tener reservas internacionales conmensurables con la oferta monetaria (la cantidad de bolivianos circulando en la economía) para así poder vender cuántos dólares sean requeridos por esos bolivianos sin modificar su precio. Esto implica imprimir bolivianos solo cuando las reservas suban (porque exportamos más o porque recibimos más inversión extranjera) y no imprimir, o incluso sacar de circulación, bolivianos cuando las reservas caigan. Con un tipo de cambio fijo el Banco Central no puede financiar el gasto del gobierno con impresión y, en consecuencia, el gobierno se debe cuidar mucho de gastar y generar déficits que requieran ese financiamiento. El tipo de cambio fijo se convierte, entonces, en una estricta regla que mantiene cortitos a los políticos y controla eficientemente la inflación.

El tipo de cambio fijo ha sido el ancla de las expectativas inflacionarias y el cancerbero más celoso de nuestra preciada estabilidad macroeconómica. Abandonarlo implica soltar las amarras y darle al gobierno la opción abierta de abusar de políticas monetarias y fiscales expansivas que pueden causar masivos desequilibrios macroeconómicos. El tipo de cambio fijo implica una posición filosófica muy clara: debemos vivir de acuerdo a nuestra realidad económica y no de acuerdo a políticas fiscales o monetarias que ilusionen a partir de deuda e impresión inorgánica. El tipo de cambio fijo remueve mucho de la acción e influencia del gobierno en la economía y ese es un importante fin en si mismo. Antes que pedir el abandono del tipo de cambio fijo lo que realmente habría que pedir es que el gobierno empiece el ajuste: deje de gastar, de acumular déficits, de pedirle prestado al Banco Central y de comerse las reservas.

Antonio Saravia es PhD en economía (Twitter: @tufisaravia)



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