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20/06/2024
De media cancha

Los uru muratos, el lago Poopó y los corruptos del MAS

Diego Ayo
Diego Ayo

El lago Poopó se está extinguiendo. No hay de qué preocuparse, ¡es efecto de la crisis climática!, decía el Gobierno. Si la temperatura promedio aumentó en 0,8 grados centígrados debido al cambio climático, en el lago Poopó el incremento en 2015 fue de 2,5 grados, con la consecuente evaporación del agua existente. Entonces, ¿el ser humano es sólo una víctima pasiva de la naturaleza?

Esa es la ingenua idea del Gobierno. Pero no: el problema es el río Desaguadero. Nacido en el Lago Titicaca como río binacional, aportaba históricamente dos tercios del agua del lago Poopó. Su caudal disminuyó debido a operaciones mineras y agrícolas. A su vez, las aguas peruanas del Mauri, que también alimentaban al Desaguadero, fueron desviadas hacia la agroindustria de Tacna. Asimismo, hay 250 sistemas de riego legalmente establecidos en el río Desaguadero y alrededor de 750 sistemas, no contabilizados, sin los permisos debidos. No es una sorpresa, pues, que el agua del río Desaguadero ya no alcanza para mantener el ecosistema del lago Poopó.

Además, unas 200 especies de aves, peces, mamíferos, reptiles y plantas, desaparecieron con la sequía del lago Poopó. Sin embargo, lo más desastroso es el etnocidio silencioso que ha tenido lugar. De los lagos Poopó y Uru Uru no solo dependen comunidades indígenas aymaras y quechuas sino también los uru muratos, que pertenecen a una las naciones originarias más antiguas de Bolivia. Solían vivir de la pesca, pero la contaminación del Poopó los ha obligado a migrar para trabajar en las minas y salinas. Varios trabajan como albañiles. Entre los más afectados se encuentran las últimas tres comunidades de uru muratos en las orillas del lago Poopó, Llapa Llapani, Villeñeque y Puñaka. Este grupo, la única etnia minoritaria en el altiplano “aymara”, no solamente ha sido desprovisto de sus medios de vida, sino de su manera de vida milenaria como “hombres del agua”.

¿Qué hizo el Gobierno para detener este ecoetnocidio? Se dedicó a conseguir plata para rescatarlo y afortunadamente ¡lo lograron! Firmaron un acuerdo con la Unión Europea mediante el cual se adjudicó un monto de aproximadamente 15 millones para el Programa Cuenca Poopó. El exprefecto de Oruro, Luis Alberto Aguilar decía: “mi sucesor estuvo ‘mal asesorado’ en el manejo del dinero y éste se fue ‘despilfarrado’ sin conseguir la recuperación del lago”. Las autoridades, henchidas de vergüenza, o al menos intentando exhibirse avergonzados, informaron que buscarían recursos para “continuar el proyecto”. El viceministro de Recursos Hídricos y Riego, Carlos Ortuño, y el gobernador de Oruro, Víctor Hugo Vásquez, informaron “que se destinarían 3,25 millones de dólares principalmente a la ayuda humanitaria”. También aseguraron que “gestionarán un financiamiento internacional para el llamado Plan Director de la Cuenca del Poopó, que requerirá 130 millones de dólares”. ¿Se consiguió esa plata? No. Lo que se consiguió es una butaca preferencial para contemplar el deceso del ya casi occiso lago.

¿Es culpa del MAS? Sí, los despilfarradores de los recursos donados son ellos, aunque es fundamental hacer un matiz. Según un informe del Colectivo de Coordinación de Acciones Socio Ambientales (Colectivo CASA), “las denuncias de contaminación del lago Poopó por actividades mineras locales datan de 1981, cuando investigadores revelaron que 120 minas de plomo, estaño y oro descargaban sus desechos directamente a sus aguas”. La situación, que no ha parado con los años, ha provocado sedimentación. Ello quiere decir que cantidades considerables de cadmio, zinc, arsénico y plomo se han vuelto sedimentos en el lago. Ello hizo que sus aguas no sean aptas para el consumo humano ni el de animales y que tengan un uso limitado para el riego de cultivos.

No es consuelo, tan sólo una aclaración de que el asunto viene de lejos y jamás ha sido tratado. Bueno, si buscó ser tratado, pero funcionarios del MAS de la Gobernación de Oruro se quedaron con los billetes. El medio ambiente y los indígenas que viven de él siempre pueden esperar.

Gran mamada.

Diego Ayo es çientista político.



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