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18/09/2024
De media cancha

Los salarialistas y el partido de Estado

Diego Ayo
Diego Ayo

¿Cuál es y ha sido siempre el partido de Luis Arce? La respuesta no amerita dudas: el partido estatal. Arce es un funcionario público desde hace aproximadamente 40 años. Sus rabietas contra el neoliberalismo, el oscurantismo jeaninista y/o el evismo, son sólo reacciones pavlonianas de aquel que persigue mantenerse vigente y seguir succionando de su añejo y permanente patrocinador.

Arce no tiene la menor idea de lo que significa la palabra riesgo. Jamás de los jamases ha abierto una empresa. Jamás ha tenido su propia barcaza aventurándose al río. Claro que no, ha sido el río estatal el que ha lo ha cobijado. Resulta pues gracioso que se exhiba como un revolucionario. Ser revolucionario, si somos precisos, es luchar por apoderarse del Estado. ¿Cómo pueden ser revolucionarios quienes ya estuvieron y se mantienen en el Estado, enquistados durante lustros y décadas en algún puesto público? No pueden. Pueden alegar serlo, pero no lo son. La burocracia te doma, te doblega y aquel ardid clamoroso por ser la vanguardia revolucionaria es sólo el carnet de legitimación de la constante succión estatal. ¿Te animarías a proferir la muerte de la vaca si te alimentas de su leche como un campeón? No. Y eso es Arce: un fervoroso succionador de ubres estatales.

Hay muchos más: aquellos que han agudizado su genética olfativa. ¿Dónde colocaríamos, por ejemplo, a un neocrítico del actual Gobierno arcista como el comunicador/politólogo José Luis Exeni? En el mismo cubículo de membresía estatal o paraestatal. ¿Socialista? No, por favor: ¡salarialista! El expresidente del Tribunal Electoral (del que renunció cuando más se lo necesitaba) fue un fervoroso militante del neoliberalismo –edulcorado por la bienaventurada “participación popular”– y tiempito después, ya acaramelado con el “proceso de cambio”, logró un cambio. ¿Logró un cambio? Sí, sólo que para él solito: de partidario del libre mercado pasó sin anestesia a militante del masismo revolucionario. ¿Realmente hubo un cambio? No, lo que sucedió es menos drástico: el comunicador/politólogo siguió siendo fiel al partido (para)estatal. Sumemos: de haber integrado el equipo “participativo” allá por 1995 a abandonar el barco en 2021, suman 26 años de ardorosa militancia estatal o paraestatal.

¿Otro ejemplo? Muchos, pero menciono la repentina capacidad crítica del “agudo” analista Armando Ortuño, a quien he visto en Piedra, Papel y Tinta, junto a Exeni. Ambos, socarrones, ahora defenestran al presidente Arce (antes lo defendían). Este estreno neuronal, tras casi dos décadas de congelamiento acomodaticio, causa gracia. Ortuño se cuela a la maratón de pensamiento crítico en el kilómetro 41. El partidario paraestatal lucró neoliberal y estatalmente (lo hizo, cariñosamente, con su propio hermano, viceministro de Evo) como un auténtico profesional del oportunismo, sólo que, esta vez, con ínfulas revolucionarias. ¿Resultado? 25 años de fiesta oficialista.

¡Hay montones más! Que, cabe advertir, tienen menos olfato que nuestros comunicador/politólogo y economista. Esta llamativa revolución, no para apoderarse del Estado sino para quedarse a vivir en él, es el rasgo dominante. No son inquilinos, ¡son dueños! (o creen serlo). Esta valiente misión los mantiene reclamando su lugarcito en la batalla contra los q’aras, imperialistas y racistas. ¿Resultado? Se quedan, izquierdosa y lucrativamente, de funcionarios. La lista es enorme. Me limito a dar tres nombres: Hugo Moldiz, Héctor Arce, Edmundo Novillo. ¿Socialistas? Claro, cuando se trata de socializar las arcas estatales son enconados socialistas.

Cada uno de ellos lleva en función pública al menos 15 años. Calculemos: ganan 20 mil bolivianos por mes, sin hacer moviditas ni alentar truquitos fiscales. ¿Cuánto suma ese periplo de tres lustros? Un monto mínimo de 260.000 bolivianos por año con aguinaldo incluido. Ese monto multiplicado por 15 años arroja una cifra acumulada de aproximadamente cuatro millones de bolivianos. Son millonarios. Sí, ¡los socialistas son millonarios! Todo ello, descontando que Héctor Arce gana 10.000 dólares en su cargo en Washington, Moldiz tiene a su hijo trabajando en la embajada boliviana en Rusia (y no gratis, precisamente) y Novillo ha invitado a algunos “colaboradores” analfabetos a acompañarlo en esta faena místico-revolucionaria. Vaya revolucionarios.

Ese es el proceso de cambio: entre nuestro estatal primer mandatario, los inteligentes de último momento y los salarialistas de élite, vemos cómo viene acabando el peor engaño vivido por el pueblo boliviano desde la recuperación de la democracia.

Diego Ayo es PhD en ciencia política.




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