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Al Contrario | 20/02/2020

Los milagros no se repiten

Robert Brockmann S.
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Evo Morales renunció a la Presidencia del Estado ese glorioso domingo 10 de noviembre. Sólo cuatro días antes, todavía contaba con la lealtad de la COB, de sus movimientos sociales, de la Policía y de las Fueras Armadas. La fuerza de las manifestaciones estaba en las calles, pero Evo contaba con todos los “poderes que son”. Luego, entre la noche del miércoles y el domingo de gloria, el gobierno del MAS se desmoronó como un castillo de naipes. En las últimas 24 horas sus miembros clave renunciaban “tan rápido que no dejan festejar”, escribió en Facebook el director de orquesta Ramiro Soriano. Y en verdad, uno no podía ir a hacer pis, sin que al regresar se encontrara uno con otro país.

En ese lapso ocurrió un milagro. La OEA liberó los resultados de su auditoría: ergo, Mesa tenía más votos de los reportados, Morales menos; Morales perdió el apoyo, en este orden, de varios de sus movimientos sociales, de la Policía, de la COB y de las Fuerzas Armadas. Cundió el pánico en la cúpula del MAS y Evo renunció y se fue. Salió el sol. 

Pero los bolivianos debemos recordar las horas y días previos. Debemos confesar que avizorábamos un escenario venezolano: movilizaciones masivas y todo el sacrificio del mundo, para que no cambie nada. Un gobierno impertérrito, siempre en control, no importa cuántos muertos o cuánto desprestigio. Nos estábamos resignando a seguir soportando equis años más de “proceso de cambio”. 

Es “casi segurísimo” (como decía Evo) que, en retrospectiva, el Jefazo y su número dos se arrepienten de haber renunciado cuándo y cómo lo hicieron. Pudieron haber seguido. Pero las cosas sucedieron como sucedieron. Mesa fue el indiscutible único contendor de Morales en ese momento y quien soportó sus embates. Vean los lectores, por favor, el video de YouTube https://youtu.be/S1EB6ezOGsQ para ver, en las demenciales palabras del tirano, lo que le hubiera esperado a Mesa y a la oposición, de haber continuado gobernando. 

Cuando vean el video, recuerden además su orden de hambre en las ciudades y su deseo de formar milicias armadas. Viene a la mente que los dioses griegos, cuando querían perder a un hombre, primero lo volvían loco.

A la resistencia democrática de Mesa y a la resistencia ciudadana en las calles se sumó el factor Luis Fernando Camacho como catalizador de la situación que desequilibró la balanza en favor de la revuelta popular. Luego Camacho se farreó su enorme capital político ganado en su heroica venida a La Paz con la grabación a Pumari, con su registro de armas, con su perturbadora ceremonia religiosa y con su entorno político sacado del cementerio de los elefantes.

 Camacho, el joven, le falló a la juventud. Y la que pudo haber sido la heroína, la presidente Añez, que lo estaba haciendo tan bien, con su candidatura complicó y deslegitimó la lucha y la narrativa. La unidad que buscaba le salió por la culata. El gran perdedor, Mesa, otrora el contendor único, enfrenta la perspectiva de disputarle a Añez un lejano segundo puesto.

Como tantas veces, los políticos se disputan la victoria obtenida por los guerreros. Hoy, los derrotados de ayer están a punto de ser los victoriosos de mañana. Volvemos a un escenario similar, pero diferente al de las elecciones de octubre: el voto útil. Los que estadísticamente están debajo de Añez y Mesa deben bajarse. Y con o sin unidad, no quedará otra que votar por el que aparezca en segundo lugar en la última encuesta, así fuere un mono con peluca. Porque no ocurrirá otro milagro como el del domingo de gloria.



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