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Filia Dei | 07/09/2022

Los anti ciencia y tecnología siempre nos traen tragedias

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Los argumentos y el despliegue de falacias de los antivacunas, es un fenómeno que sigo de cerca ya que se repite también en el movimiento anti-OGM. De hecho, muchos activistas son muy activos en ambos lados.

El pasado mes de julio, en Nueva York, se registró un nuevo caso de polio en una paciente que sufrió parálisis como resultado de no haber sido vacunada a su debido tiempo. Lo preocupante, es que se halló el virus en varias muestras de agua y la sospecha es que haya varios contagiados más, que probablemente no manifiesten síntomas y sin embargo sean foco de contagio.

En lo que va del 2022, otros casos fueron reportados en Reino Unido e Israel. La poliomielitis es una enfermedad viral paralizante y potencialmente mortal que afecta principalmente a niños menores de cinco años, pero que puede ser devastadora para los adultos no vacunados. La vacuna se desarrolló a fines de la década de 1950, y antes de ello, brotes periódicos de contagios mataron a miles de niños y dejaron a miles más en sillas de ruedas y con aparatos ortopédicos.

Mediante un esfuerzo global, se estaba cerca de erradicar este virus, que aún persiste en Afganistán y Pakistán. La poliomielitis es extremadamente contagiosa y puede propagarse de persona a persona a través de heces, estornudos, tos y agua contaminada antes de que las personas infectadas muestren síntomas.

Si bien el movimiento antivacunas no es algo nuevo y sus primeras campañas se remontan a principios del siglo XIX, cuando Edward Jenner, logró salvar a muchos niños de la viruela, descubriendo un principio clave para el desarrollo de vacunas. En repetidas ocasiones, estos movimientos cobran fuerza, de acuerdo a la aparición de las enfermedades o de las vacunas que contrarrestan las mismas. Para 1998, el médico Andrew Wakefield causó gran revuelo sobre la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR), al relacionarla con una enfermedad intestinal y autismo.

El Consejo Médico General de Inglaterra, encontró que Wakefield tenía un serio conflicto de intereses, al haber sido pagado por un grupo de abogados que estaba en litigio, representando a los padres de un paciente, que alegaban que esta vacuna había enfermado a su hijo con autismo. Este médico fue eliminado del registro médico en Gran Bretaña por el fraude científico y falsificar datos.

Este caso en particular, es muy similar al del ex-investigador Eric Seralini de Francia. El 2012 publicó un artículo plagado de errores en la metodología y con unas escandalosas fotos de ratones con tumores. Estos eran atribuidos, según el autor, al consumo de maíz genéticamente modificado. Este artículo no solo fue retirado de la revista que lo publicó, sino que fue refutado por más de 4 investigaciones. La Academia de Ciencias de Francia terminó por removerlo de entre sus miembros.

Algo muy común también de estos movimientos, es el uso de falacias y frases amarillistas que terminan por confundir a las personas menos versadas en temas de inmunología o biología molecular.

Muchos esperan que las vacunas actúen como magia. Por este motivo, muchos optan por rechazarlas indicando que igual de todas maneras se van a contagiar. Como lo visto con las vacunas contra la COVID-19, estas reducen en gran medida que los síntomas sean más severos o que el cuerpo pueda combatir la infección de manera exitosa. Esto también se observa con los vacunados de viruela y la aparición de la viruela del mono.

¿Cuántas décadas más tendremos que lidiar con charlatanes y creadores de falacias? Este fenómeno, no tiene un final inmediato y se relaciona mayormente con una falencia mundial en la enseñanza de las ciencias puras desde la edad escolar. Habrá que ser más creativos para sobrepasar este obstáculo al desarrollo científico y tecnológico en nuestra sociedad.

Cecilia González Paredes M.Sc. 

Especialista en Agrobiotecnología



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@brjula.digital.bo