El acontecer político nacional sigue respondiendo exclusivamente a la disputa interna del MAS por la candidatura presidencial del 2025, pero está comenzando a generar efectos y consecuencias en otros ámbitos. Uno de ellos es Santa Cruz.
El último round de esta encarnizada pelea a quince asaltos, fue la detención del gobernador Camacho en el Día de los Santos Inocentes. Esta decisión política, sin duda la más importante en los dos años de gestión de Arce, le anotó una importante victoria al presidente frente a Morales, que había sido el vencedor del anterior round, que no duró tres minutos, sino 36 días.
En este último episodio, Arce gana porque el ala radical de evistas ya no le puede recriminar y refregar en la cara todos los días el ser una aliado de la derecha (sobre todo ahora que Arce necesita eventualmente a la oposición parlamentaria para obtener los dos tercios que algunas leyes requieren). Con esta alevosa medida, Arce también le ha podido mostrar a la tribuna masista que puede ser tan duro y desgraciado como el mismísimo Evo y se ha curado de las acusaciones internas que lo señalaban como un blandengue. A la fecha, Arce ha completado los requisitos y credenciales (el prontuario en el caso masista) para ser el candidato del MAS el 2025.
Creo que el arresto de Camacho no fue exclusivamente una medida en contra de Santa Cruz, sino una decisión al parecer necesaria en una matadera interna que sube su calibre todos los meses. Bajo ese razonamiento enfermizo, el daño colateral que se debe pagar es la relación con Santa Cruz y con algunas clases medias nacionales a las que no les gustó la manera en que detuvieron a Camacho; deben estar pensando, erróneamente, que, tal como ocurrió el 2008, habrá tiempo y plata para “arreglar” las cosas con Santa Cruz.
Se equivoca nuevamente el gobierno, pues si bien las reacciones en algunos sectores minoritarios cruceños a estado ligada a posiciones reaccionarias, anti collas, racistas y a esa postura de que todo “lo otro”,es decir todo lo que no sea la identidad cruceña, es una maldición, hay otra reacción ciudadana mucho más significativa y mayoritaria, que ha asumido posiciones firmes, pero al mismo tiempo agudas y sensatas.
Otra vez la ciudadanía cruceña, que avanza siempre un paso más adelante que las dirigencias locales, está dando muestras de coraje pero también de madurez. Comienzan a escucharse voces diversas que exigen y que plantean lecturas más profundas de lo que es hoy la inmensa y diversa Santa Cruz, que sintetiza y aglutina a toda Bolivia y que también son críticos con algunas viejas estructuras locales de poder que ya no parecen estar a la altura de las circunstancias.
Los errores del gobierno están acelerando las condiciones para que Santa Cruz no solamente reaccione, sino que proponga una lectura renovada de su misma compleja y diversa realidad, y con ello pueda por consiguiente proponer una nueva visión de país. Eso es ocupar el lugar que corresponde y eso es lo que toca hacer.