Mientras en el país vemos en vivo y directo la decadencia masista (a través del grotesco enfrentamiento entre sus dos principales corrientes internas), en EEUU Donald Trump ha sido elegido presidente. Ambos hechos, al mismo tiempo, son indigeribles, pues como provinciano que soy, creo que son la cara y contracara de una misma moneda autoritaria e inmoral que tenemos que soportar inmerecidamente.
Sobre el MAS, su crisis y sus líderes se ha escrito mucho. En el caso de Trump no tanto, sólo he registrado un análisis del asambleísta José Manuel Ormachea que sugiero leer. Predominan los comentarios difundidos en redes sociales sin mayores argumentos y elevados grados de subjetividad a su favor y en contra. Es interesante anotar que los que están a su favor obvian, peligrosamente, que este señor tiene una sentencia judicial y enfrenta 37 juicios de diferente calibre, aspectos que quienes están en su contra (entre otros, este articulista) tienen el demérito de ideologizar.
Por esa esa falta de análisis con argumentos es que he decidido reseñar algunos artículos que leí en estos días y que pueden servir para tener una visión más ponderada:
Comienzo citando a Laura di Marco, de La Nación de Buenos Aires. Explica que la victoria de Trump es consecuencia de un electorado conformado por quienes “odian al progresismo y todo lo que huela a woke: el feminismo, la ideología de género, el correctismo político, la agenda climática, la ecología, la equidad y todos los tópicos que plantea la aborrecida, en términos de Milei, agenda global 2030. El resentimiento a las élites -o al sistema de representación- es el marcador común de estas nuevas derechas. O de la derecha alternativa, como también se la llama: el territorio que el martes consolidó Trump”. Así, agrega que las preguntas “y, mucho más aún, las probables respuestas a esta cultura emergente le abren la puerta a un fenómeno tan novedoso como apasionante. Incluso, inquietante. Hablamos de la configuración de una nueva derecha, en tensión con la derecha clásica, que a diferencia de la tradicional va en contra del orden establecido y de todo mecanismo de intermediación. Una derecha rebelde, como antes lo era la izquierda”.
Ejemplo de esas tensiones son expresadas por los expresidentes Tuto Quiroga, Vicente Fox y José María Aznar (representantes de la derecha clásica), al verter duras críticas a Trump, su entorno y sus propuestas proteccionistas.
En la revista Nueva Sociedad, Patrick Iber afirma que los electores “con estudios universitarios votan cada vez más a los demócratas y los que no tienen títulos tienden a votar a los republicanos. (…) Trump, sorprendentemente, ha hecho un Partido Republicano más multirracial, mientras se presenta con una plataforma que toma muchas de sus ideas de los nacionalistas blancos (…).
“Los medios de comunicación de derecha han amplificado el diagnóstico de que el problema son las elites demócratas desconectadas de la gente común, que intentan controlar sus vidas imponiendo su visión del mundo. Al parecer, esa campaña fue eficaz (y) Trump ha invertido en cierto modo la fórmula: ha absorbido el antineoliberalismo en términos de política comercial, pero puede mostrarse en favor del laissez-faire ante las acciones de dictadores extranjeros. Ha logrado atraer a los votantes descontentos con el «sistema» a sus filas”.
Por último, los miembros del Comité Editorial del periódico The New York Times han advertido que: “Durante los próximos cuatro años, los estadounidenses deben tener clara la amenaza a la nación y a sus leyes que supondrá su presidente número 47 y estar preparados para ejercer sus derechos en defensa del país y de las personas, leyes, instituciones y valores que lo han mantenido fuerte”.
Termino citando el párrafo de un artículo de la BBC en el que se afirma que en EEUU se ha elegido presidente a un “criminal condenado con más de 37 casos penales, un mentiroso, vulgar, tramposo a las esposas, a los empleados, al país, a los estudiantes de una Universidad en bancarrota y muchos más… (que) terminó su mandato con 30.573 mentiras o falsedades (según el recuento de The Washington Post) y que dijo en un acto de campaña el domingo pasado que no le molestaría que alguien le dispare a los periodistas (…). Para peor, Trump ha recibido un cheque en blanco: de alguna manera, la autorización para cumplir sus promesas”.
En definitiva, no se puede estar pasivo frente a la irrupción de un movimiento mundial, se reclame de izquierda o derecha, antidemocrático, autoritario y fácilmente corruptible con un Trump, un Putin o un Netanyahu a la cabeza, y personalidades como Milei o Bukele en nuestra región, y Orbán, Meloni, Abascal en Europa, que nos quieren retrotraer a la década de los años 30 del siglo pasado.
Juan Cristóbal Soruco es periodista.