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24/09/2023
Con la boca abierta

Llamar las cosas por su nombre, pero, ¿qué nombre?

Sonia Montaño Virreira
Sonia Montaño Virreira

Una joven/niña de 15 años ha sido asesinada presuntamente por dos jóvenes de 16 años con quienes habría mantenido una relación. ¿Qué tipo de relación? ¿Eran novios, amantes, concubinos, enamorados? Esos adjetivos son los que han utilizado los medios de comunicación para calificar la relación entre los perpetradores y su víctima.

Pero, ¿qué se entiende por cada palabra? Tanto ha cambiado la sociedad desde que se le puso nombre a los asesinatos de mujeres que ya no se dice “la mató por amor”, ni siquiera se dice que la mató por celos. Hablamos de feminicidios. Esto no hay que olvidarlo luego de tantas batallas que libraron las feministas en todas partes: finalmente se aceptó que la violencia dentro de la familia, por parte de la pareja o la expareja, son violaciones a los derechos humanos y que por tanto es responsabilidad del Estado garantizar su prevención, sanción y erradicación.

El director de la Fiscalía Especializada en Delitos Contra la Vida, Sergio Fajardo, informó que desde el 1 de enero y el 18 de septiembre pasados se produjeron 63 casos de feminicidio, es decir, “mujeres que fueron asesinadas por hombres por el hecho de ser del sexo femenino”. Llama positivamente la atención que la autoridad califique el delito con la corrección y la sobriedad que corresponde.

En el caso que nos ocupa, la joven fue asesinada por ser mujer/niña. Vale decir que ha sido víctima de dos hombres/niños quienes la consideraban su propiedad y sentían tener el derecho de acabar con su vida luego de que ella habría decidido no continuar su “relación” con uno de ellos. El hecho los llevó a planificar, léase bien, planificar el macabro crimen cometido el pasado jueves 15 de septiembre.

Después de consumir bebidas alcohólicas, uno de los jóvenes dejó sola a la víctima, tal como había planificado con su cómplice, quien la trasladó a un cañadón para seguir consumiendo bebidas alcohólicas y matarla, dijo la Policía. ¿Qué se puede decir de tres adolescentes que salen del colegio para trasladarse hasta un sitio para matarla? ¿Tal sangre fría no fue advertida por los maestros? ¿Será eso mucho pedir? ¿Se puede anticipar la violencia o todo ya es normal? ¿Y lo de “concubinos” es solo una sospecha? Tal vez es una forma hipócrita de decir que tenían sexo.

Además de la gravedad reiteradamente denunciada, de la impunidad con que se mantienen los asesinos, es llamativa la dificultad con la que nos enfrentamos, las personas, los medios y las redes sociales, para caracterizar este tipo de crimen que ya forma parte del paisaje social y atraviesa prácticamente todas las edades y clases sociales.

¿Cómo llamar a esa “relación” de manera que explique que un hombre mate a una mujer, degollándola, causándole ocho heridas punzocortantes hasta morir desangrada? Y éste no es el ejemplo más horroroso... ¿Qué explicación podemos dar cuando los protagonistas del hecho además son adolescentes? Era el exnovio o exenamorado alguien que le mandaba cartitas de amor y avioncitos con corazones? ¿Era una atracción fatal que pasó del perreo al sexo? ¿Era un concubinato entre dos casi niños?

Es el enamorado alguien con quien se mantiene –como dice la RAE– una relación amorosa, generalmente sin compromiso formal (sic). A estas alturas hago una pausa para imaginarme a los pobrecitos académicos de la RAE que deben sudar la gota gorda para definir el amor, el enamoramiento y lo amoroso en estos tiempos de odio.

Por suerte hay muchos estudios provenientes de casi todas las disciplinas que ofrecen explicaciones con perspectiva de género sobre el origen de la violencia explicando la naturaleza del machismo y las estructuras patriarcales; mientras tanto el lenguaje y la cultura cotidianos siguen refiriéndose al amor como una inclinación noble, o una atracción sexual hacia una persona.

Es en la literatura donde encontraremos las múltiples facetas que conviven con el amor: miedos, odios, asco, placer, en fin. Un exenamorado puede ser también un acomplejado, envidioso, autoritario, todas estas condiciones más permanentes y duraderas que el amor o la atracción sexual. Quizás algunos comunicadores se refieren al exenamorado para mostrar lo dramático que es ver cómo el mejor amante se convierte en el peor asesino, en cuestión de minutos. En el caso que nos ocupa ha sido el fiscal el más atinado para reportar los casos de feminicidio que en nuestra legislación es considerado el asesinato por el solo hecho de ser mujeres, se trata de una forma extrema de violencia basada en la inequidad de género, entendida ésta como la violencia ejercida por los hombres hacia las mujeres.

Siendo Bolivia el país con las mejores leyes incumplidas no estaría demás que los medios y responsables de las políticas de comunicación comiencen a regular y autorregular el uso del lenguaje llamando las cosas por su nombre como hizo el fiscal, hasta que encontremos palabras más certeras.



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