No se quienes incendiaron gran parte de Bolivia. Unos dicen son los ganaderos, otros los cocaleros, los interculturales, los soyeros. Lo más probable es que sea una mixtura de todos ellos amparados por leyes y decretos que los gobiernos masistas aprobaron para hacer una repartija de tierras. Ampliar la frontera agrícola le dicen.
Estas quemas se repiten año tras año desde que se aprobaron normas incendiarias. No hacen nada para prevenirlas. Claro si aprueban normas es para dar luz verde a los incendiarios no para detenerlos. Sólo cuando el daño es muy grande recién se mueven y solicitan apoyo de bomberos de otros países, así como de apoyo económico.
Nos envían personal altamente calificado, aviones y helicópteros aguateros y unos cuantos dólares, no los suficientes que las circunstancias lo requieren. De eso todos los bolivianos conscientes agradecemos. Pero hay que subrayar que las donaciones internacionales fueron muy bajas: 300.000 bolivianos en un caso, 100.000 dólares en otro caso.
Para que los bolivianos, que somos la gran mayoría, que no andamos tras la repartija de tierra, que no estamos esperando favores del Estado y para que la comunidad internacional nos preste atención lo primero que se tiene que hacer es derogar las leyes incendiarias que están provocando la deforestación. Según Fabiana Argandoña, entre los años 2001 y 2019 (año de las leyes incendiarias) se quemaban 3,7 millones de hectáreas anuales; según el reporte del año 2019 se llegaron a quemar cinco millones de hectáreas. En el Beni se quemó el 54%, en Santa Cruz, el 38%, en La Paz, el 6% y en Cochabamba, el 1%. También Fabiana nos dice que Santa Cruz entre los años 2002 y 2020 ha perdido la mayor superficie de bosque primario húmedo (12%) por incendios.
Ahora según información gubernamental en el país se padece el peor incendio. Reporta siete millones de bosques y vegetación destruida por el fuego. Sin embargo, la Fundación Tierra ha calculado que ya se quemaron más de 10 millones de hectáreas de bosques. Yo le creo a esta fundación. Los del gobierno no saben hacer ni un censo.
En esos 10 millones de hectáreas no solo vivían comunidades humanas, que ahora quedaron sin sus viviendas, sino millones de seres vivos como aves, felinos, porcinos, reptiles, insectos, y una larga lista de seres animales vivos. Son salvajes los incendiarios y los insensibles funcionarios del gobierno.
Los ciudadanos que vivimos de actividades diferentes a la agricultura somos los que recibimos los efectos que provocan los incendiarios: el humo y luego la falta de agua.
Por otro lado, el humo no dejaba ver a corta distancia, los automóviles, micros y otros vehículos tenían que prender sus luces para ser distinguidos. Esta densidad del humo está causando mucho daño a las personas, se dice que los bebes, niños y las personas de la tercera edad, están sufriendo irritaciones de los ojos y del aparato respiratorio y, según declaraciones de médicos en los medios de comunicación puede que estén agravando las enfermedades cardiacas y pulmonares crónicas.
Los agricultores deberían ser los primeros en cuidar el medio ambiente ya que por ese cuidado la naturaleza les (nos) paga con abundante agua, llueve y el ciclo agrícola que se inicia será mejor. Pero si agredes a la naturaleza ella nos negará el agua y con ello nos condenará a un largo sufrimiento.
Desde hace muchos años desde que Juan Del Granado era alcalde se prohibieron las fogatas en San Juan, esa medida fue sostenida por Luis Revilla y por el Negro Arias. Ahora todos comemos salchicha de cerdo y los veganos salchichas de soya, pero nadie osa prender una fogata. Sabe que eso está mal. Si se derogan las leyes incendiarias y se mete a la cárcel a los que infrinjan, seguramente en dos o tres años nadie intentará ingresar a un bosque con cerillos.