La actual crisis económica tiene raíces profundas, que se las puede identificar en decisiones de política económica tomadas durante el gobierno de Morales, con Luis Arce como ministro de Economía y Finanzas Públicas. Hay una responsabilidad compartida.
Una primera decisión del gobierno de Morales fue la nacionalización de los hidrocarburos. Bolivia, en ese momento, parecía que iba a convertirse en el centro energético de América del Sur. Se suponía que contaba con inmensas reservas de gas natural, solamente segundas a las de Venezuela. Un poco más tarde se llegó a estimaciones más cercanas a la realidad, bastante inferiores a las que se creía tenerlas. La nacionalización fue sobre todo una manifestación de populismo mezclado con nacionalismo. Se ignoró las dificultades geológicas y se dejó de lado los desafíos de una comercialización y de financiamiento eficientes. Si bien la nacionalización no fue una expropiación de activos, como típicamente solía ser el caso, y fue más bien de flujos de ingresos, pasó un mensaje disuasivo a las compañías transnacionales. Un hecho, no menor, es que la nacionalización imponía restricciones a la comercialización. La Constitución de 2009 reforzó el nacionalismo de los recursos naturales, inhibiendo a la inversión extranjera.
Para superar las dificultades geológicas se necesitan grandes inversiones. Con una YPFB que no tiene los recursos necesarios de capital ni de personal técnico, y con las compañías transnacionales que adoptaron una política de “ver y esperar” ellas o no se realizaron o cuando se efectuaron, fracasaron. Las transnacionales no se fueron, pero dejaron de invertir en exploración. En cuanto a la comercialización y el financiamiento, no se vio venir las implicaciones que tendrían los yacimientos de Vaca Muerta en la Argentina y del Presal en el Brasil.
El superciclo de altos precios para los hidrocarburos de 2004-2014 ocultaba el panorama energético y de la economía en general. Con los recursos caídos del cielo se expandió el sector público, tanto en personal como en empresas improductivas y se dejó que el tipo de cambio se sobrevaluara, en parte por el congelamiento del tipo de cambio nominal el año 2011. Con un tipo de cambio sobrevaluado (el país se volvió caro en dólares, en comparación con los países vecinos), era muy difícil diversificar la economía. Cuando se terminaron los hidrocarburos, nos quedamos sin exportaciones significativas, tampoco se tenía un sector importante de sustitución de importaciones. Solamente la agroindustria cruceña continúa portándose bien, aunque no está exenta de dificultades, sobre todo medioambientales.
No se entiende bien por qué el gobierno del MAS acudió a los mercados internacionales privados de capitales los años 2012 y 2013, años de gran auge de las exportaciones y con superávit fiscales. Se dijo que fue para señalizar, pero seguramente había maneras más baratas de hacerlo.
En el último trimestre del 2014 se produjo un derrumbe de las exportaciones por deterioro del contexto internacional. Todos los países de la región se ajustaron, pero no el nuestro. El gobierno trató de compensar los efectos de la caída de las exportaciones en la demanda agregada y por ende en el crecimiento, con más gasto público, particularmente con más inversión pública. Con esta política los déficits fiscales se fueron acumulando y las reservas internacionales se fueron agotando, hasta llegar donde estamos.
Dornbush y Edwards en su libro de 1991, p.11-12 sostenían que hay cuatro fases en las políticas económicas populistas. La primera de euforia, como la que hemos tenido entre el 2006 y el 2014; la segunda, de cuellos de botella, especialmente de falta de divisas y añadiríamos, de combustibles; la tercera, de agravamiento del déficit fiscal, de aceleración de la inflación y de una desmonetización de la economía. El gobierno no sabe qué hacer. En la cuarta fase, se adopta un programa de estabilización ortodoxa, con un nuevo gobierno, y con el apoyo de las clases medias. Lo que nos está pasando y nos puede pasar parece ajustarse a lo descrito por Dornbush y Edwards.
Juan Antonio Morales es PhD en economía.