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La Escaramuza | 13/08/2025

La participación democrática en sociedades postautoritarias

Renzo Abruzzese
Renzo Abruzzese

De pronto los bolivianos experimentamos (a propósito de las elecciones) una verdadera eclosión democrática. Lo sorprendente es que una generación que creció bajo el poder autoritario del masismo, particularmente bajo la égida de Evo Morales, hoy participa activa y militantemente en el proceso democrático abierto a propósito de las elecciones generales.

¿Cómo explicamos este fenómeno? Hay una paradoja fascinante en la velocidad con la que una generación que nunca experimentó la democracia termina por hacerla suya. Creemos que la clave estriba en la dinámica de un mecanismo central: la socialización política informal. Una red de micro agentes que lejos del control estatal sobre los medios masivos y una pertinaz represión real y simbólica sobre el pensamiento crítico, preservó y difundió valores democráticos en espacios privados, íntimos y autónomos.

En el corazón de este fenómeno está la familia que funge como el primer bastión de la memoria contra-hegemónica. La llamada "generación de la democracia" es portadora no solo de relatos, sino de una matriz ética, un ethos, que atraviesa las generaciones bajo el yugo masista. No son lecciones explícitas, sino la transferencia de esquemas políticos, experiencias y concepciones. Estas narrativas, orales y cotidianas, configuraron en las generaciones más recientes un capital político democrático y silencioso.

En un determinado momento (estoy pensando en el Movimiento de Artistas crueños denominado “Resiliencia” que neutralizó la pretendida Ley del Arte) los deseos de libertad y esa sensación de estar sumido en un discurso único y monolítico propio del masismo victorioso se enfrentó a un adversario encriptado en manifestaciones culturales: la música, el arte urbano, el humor y los ecos digitales de espacios semiclandestinos.

Las redes estaban saturadas de letras que denunciaban la asfixia o pregonaban un pensamiento libre. Los memes que desafiaban o ridiculizaba el poder y una infinidad de mecanismos virtuales articularon una imbatible red de microresistencia. A partir de esta capacidad conectiva se generó una "conciencia democrática latente":  de pronto, los ciudadanos aprenden –y desean– libertades que no han vivido.

Es obvio, sin embargo, que el simple anhelo no basta para activar la participación democrática, para que alcancen un grado de afección estatal se requiere de mecanismos de acción colectiva. Ante la ausencia de los partidos y las organizaciones políticas clásicas (propias del siglo XX) emergieron estructuras sociales más ligadas a la calle y la vida cotidiana que actualizaron las memorias subterráneas. El pasado democrático, idealizado y reconstruido cumple una función psicológica crucial: otorga legitimidad moral a las nuevas instituciones y proporciona un anclaje identitario alternativo. Esto es lo que en realidad movilizó emocionalmente a quienes buscaban un propósito colectivo orientando su acción hacia una apertura democrática real.

La experiencia histórica, particularmente la que se experimentó en la Unión Soviética, mostró que los regímenes autoritarios rara vez destruyen del todo las redes de confianza. Durante los periodos represivos se desarrolla un capital social basado en la construcción y el fortalecimiento de los lazos vinculantes entre sus miembros, diseñados para defenderse del bombardeo propagandístico y los dispositivos ideológicos activados por el régimen. En otras palabras, se construye un capital social diseñado para la defensa. El desafío de la participación democrática estriba en transformar ese capital en un capital social capaz de conectar grupos diversos en un mismo horizonte histórico, por ejemplo, en el horizonte de la democracia. Esto le da sentido al desarrollo de una conciencia democrática plural y ciudadana.

Es obvio que estos procesos no siguen una línea recta ni libre de fricciones. El legado autoritario opera como freno y reactiva de diversas formas la desconfianza en las propias instituciones; sin embargo, el obstáculo más profundo reside en los hábitos y lógicas comportamentales. El paradigma "amigo-enemigo" se traduce en polarización afectiva y en muchos casos, el acuerdo lejos de verse como virtud democrática se interpreta como traición.

Esta es la genealogía de la resistencia democrática que fue capaz de imponer las elecciones como método de lucha contra el autoritarismo. Para las generaciones que hasta ahora no habían vivido una democracia plena vencer al autoritarismo en las urnas es apenas el primer peldaño de un largo y sinuoso recorrido hacia la construcción de una auténtica cultura democrática.

Renzo Abruzzese es sociólogo.



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