Como lo viene haciendo hace una década, al
finalizar –diciembre del año pasado, la Fundación del Español Urgente
(FundéuRAE) –promovida por la Real Academia Española y la Agencia EFE–,
seleccionaron la “palabra del año”. El proceso de selección se rige por dos
criterios fundamentales: en primer lugar, presencia en los medios de
comunicación, así como en el debate social en el mundo hispanohablante; y, en
segundo lugar, se valora que estas voces tengan algún interés desde el punto de
vista lingüístico (una formación curiosa, un significado o escritura que genere
dudas, descripción de algún fenómeno contemporáneo, etc.).
La palabra del año 2023, según FundéuRAE, fue “polarización”. Esta voz alude a dos opciones muy distanciadas. Polarización aparece en el diccionario por primera vez en 1884 y su definición tiene que ver con los polos del globo terráqueo. El comunicado de la FundéuRAE destaca la evolución de su significado: “en los últimos años, se ha extendido el uso de esta voz para aludir a situaciones en las que hay dos opciones o actividades muy definidas o distanciadas, en ocasiones con las ideas implícitas de crispación y confrontación”. La fundación destaca que su uso excede el campo político y se aplica también al mundo deportivo, ideológico, al debate en las plataformas digitales, y a cualquier escenario en el que sea habitual el desacuerdo.
De alguna manera, el término elegido se convierte en un importante insumo para hacer un balance anual de los acontecimientos significativos que ocurrieron durante los pasados doce meses. Solo como referencia de selecciones anteriores, estas fueron las voces elegidas de los últimos diez años: escrache en 2013, selfi en 2014, refugiado en 2015, populismo en 2016, aporofobia en 2017, microplástico en 2018, emojis en 2019, confinamiento en 2020, vacuna en 2021 e inteligencia artificial en 2022.
Repasando estas palabras, que de algún modo definen la conversación pública, vamos a convenir que algunas pudieran haber sido notables o significativas también en nuestro país (pienso en selfi, populismo, emojis, confinamiento o vacuna). Las otras, en cambio, reflejan realidades que inundaron la actualidad de otros entornos, diferentes a los nuestros. Sin embargo, la escogida de 2023 –polarización–, expresa las vivencias y sentimientos que venimos experimentando en Bolivia desde hace muchos años.
En el país vivimos en una polarización extrema, se ha instalado la dialéctica entre el amigo y el enemigo, en lugar del adversario. En grupos de amistades o familiares hay temas que evitamos o nos autocensuramos para no terminar en discusiones inútiles e infructuosas. No hay lugar para la disidencia. Estás conmigo o estás contra mí. Se relativiza cualquier verdad. Se intenta imponer, mediante la fuerza, cualquier idea, sacralizándola como verdad absoluta.
En las redes sociales, que son el equivalente al ágora griego, donde se congregaban los ciudadanos para discutir sus problemas, los insultos son la expresión de una división –aparentemente– irreconciliable. En estas tribunas contemporáneas se cristalizan antagonismos y discrepancias. Se vive una extrema radicalización: ellos o nosotros. Un tribalismo ideológico que se convierte en un círculo vicioso que se intensifica en contextos de crisis e incertidumbre, donde los argumentos pierden y las emociones ganan. Cuanto más polarizadas están las personas, más dispuestas están a propagar desinformación. Y las condiciones ambientales donde predomina el anonimato lo fomentan. Cuanto más radical sea el mensaje del polarizado, mejor queda posicionado su punto de vista.
Si tuviera que hacer un listado de palabras o expresiones que sinteticen el año pasado en Bolivia, estas podrían ser parte: incertidumbre económica, narcotráfico, persecución del adversario, judicialización de la política, intolerancia, corrupción, pobreza, injusticia, informalidad, deforestación, daños ambientales, bloqueos, desesperanza.
Al ser esta mi primera columna del año, quisiera cerrarla con palabras que nos ilusionen y sean motivo de esperanza. Me gustaría que, en diciembre de 2024, si a alguien en Bolivia se le ocurre hacer un listado equivalente al de la FundéuRAE, estas voces estén presentes: paz social, certidumbre, tolerancia, justicia, transparencia, confianza, democracia, libertad, desarrollo y oportunidades.
Alfonso Cortez es comunicador social.