El pasado fin de semana,
comentaba con un amigo de Chile, un tema que genera mucha incomodidad entre una
parte de la sociedad. La obesidad. Chile se disputa el primer lugar junto a
Estados Unidos, entre los países de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE).
Cristián Warnken, profesor de literatura, comunicador y conductor de televisión en Chile, dirigió una carta al ministro de salud el pasado sábado, haciendo un llamado a tomar conciencia de la realidad y de una avalancha de problemas en el sistema público de salud que se viene en poco, si no se toman medidas pertinentes.
Comentábamos con Warnken sobre esta carta, ya que el autor, no tardó en recibir muchas críticas, de una sociedad relativista, que ha empezado a exaltar la gordura y hasta la diabetes como algo “lindo” y que nadie debería atreverse a juzgar tu aspecto.
Lo segundo, ya raya en la locura extrema de una generación por demás autodestructiva. “La diabetes es linda”, clama una cuenta en Instagram, indicando que al menos la tipo 1, por ser de origen genético o innato, no debería juzgarse la diabetes como una enfermedad y hasta debería ser ¿alentada? (encouraged en inglés).
Según una estadística de la CDC (en Estados Unidos), entre el 90 a 95% de casos, son tipo 2. La tipo 2, se genera a partir de malos hábitos alimenticios y un estilo de vida altamente sedentario. Algo que la cuenta mencionada, resalta como perfectamente buenos. ¡Sí! Ahora alimentarse mal y ocasionar una diabetes tipo 2 es ¡perfectamente bueno! El resto del argumento llega al absurdo de defender, que desarrollar esta enfermedad, es parte de nuestra evolución. Que te amputen el pie y vivir pegado a las tiritas de cetosis, junto a tu insulina ha de ser muy normal.
Bueno, en Chile, ya se va normalizando también la gordura. De lo contrario, la carta no hubiera sido mal recibida por los lectores. Como ahora vivimos en el tiempo de “es mi derecho…”, imagino que muchos se sienten con ese ímpetu de pensar que están en todo su derecho de engordar y ser aceptados, con toda la carga que esto conlleva al sistema de salud y a tu misma vida.
Yo recuerdo muy bien que los alimentos saludables, verduras y frutas, eran mucho más caros en Estados Unidos que un súper combo, tamaño grande de una hamburguesa con sus papas fritas y hasta una malteada en promoción. Comprarme un tallo de brócoli, tomates, pimiento morrón, y otras verduras, me costaba más. No tardé en comprender, que ser saludable en ese país era mucho más costoso.
Y aún hoy, a pesar de que las modas de lo vegano, “orgánico” y no se cuanta etiqueta más, han tomado una buena porción del sector alimentario en Estados Unidos, lo cierto es que la big burguer con su alta dosis de calorías y pocos nutrientes, sigue siendo más accesible que el desayuno keto.
Personalmente, este año he retomado rutinas de ejercicio en la semana, no tanto con el afán exclusivo de la vanidad, pero porque mis hábitos tienen la tendencia al sedentarismo, y los tres últimos meses del 2020, mi espalda empezó a reclamar las largas horas de estar sentada.
Vivimos en un país donde acceder a vegetales, aún no es algo restrictivo. ¡Sí! No se puede comparar con el arroz y fideo, que tienen los mejores precios y que en muchos platos no faltan y encima se añade uno o dos carbohidratos más. Pero al menos, yo si me doy el gusto de poder comer, diario un plato de ensalada, y poner más vegetales en el plato principal.
Tenemos muchas oportunidades en Bolivia de alimentarnos mejor, y no llegar al punto donde la generación relativista, nos tenga que decir que somos unos “gordofóbicos”. ¡Sí! Ya sé que comer sano, demanda tiempo, pues solo cuando cocinamos en casa, podemos tener mejor control de lo que ingerimos. Pero entre mejorar su alimentación o vivir con un pie amputado y pegado a la insulina, o sufrir cualquier instante un paro cardiaco por todo el colesterol tapando sus arterias, en lo personal, prefiero ponerme las pilas y realizar cambios en mi rutina diaria.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología