El ambiente electoral está cada vez más caliente, en breve ebullirá. Hasta abril, todas las formaciones políticas en competencia tendrán que aclarar el panorama y presentar sus binomios. Paradójicamente, en esta oportunidad, la búsqueda de un candidato de unidad no es una tarea únicamente del campo opositor, resulta que la fuerza política más irradiada a nivel nacional (el MAS), aún no cuenta con un candidato. ¿Cómo se explica que un partido político que cuenta con 240 alcaldes, más de mil concejales, la mayoría en las asambleas departamentales y en las cámaras de diputados y senadores, y casi la totalidad de los sindicatos del país, no tenga dos, tres o cuatro prospectos altamente competitivos que puedan tomar el relevo de la candidatura a la presidencia sin mayores dificultades?
Entender esta situación no es tan complicado. En el MAS, hasta hace poco, dos cosas estaban prohibidas: aspirar a la jefatura y pretender la candidatura. Pues bien, al otrora líder indiscutible y jefe de jefes (Evo Morales), se le cayó la estantería ya que no puede ser candidato y perdió la sigla del partido; sin embargo, el único que no parece entenderla situación, o simplemente no quiere aceptarla, es el susodicho. No cabe duda que Morales hizo presidente a Luis Arce en contra de las aspiraciones de David Choquehuanca y de la emergencia de Andrónico Rodríguez. En esa oportunidad (2020), Morales descalificó a Andrónico como candidato alegando su juventud. A pesar de ello, su delfín accedió a la presidencia del Senado, un espacio muy importante.
En las elecciones pasadas, Evo Morales, en su condición de jefe, decidió quien iba y quien no como candidato; cuando se armó la estructura de la representación legislativa su voz era incuestionable, así lo entendían todos; por eso quiso fungir como copresidente del gobierno o, lo que es peor, someter al presidente e imponer el estatuto del MAS a la Constitución. Recuérdese que en una ocasión, después de un ampliado, los jerarcas del MAS dijeron que las decisiones del partido eran “vinculantes”, es decir de cumplimiento obligatorio por parte del gobierno. Lo que pretendía Evo era nombrar o destituir ministros, algo que no sucedió y a la postre fue la génesis de la fractura.
Son otros tiempos, ahora las cosas han dado un giro de 180 grados. Evo está literalmente proscrito, no tiene capacidad para decidir nada. Empero, quienes le arrebataron todo no logran quitarle lo fundamental: base social, es decir, apoyo popular. Los renovadores admiten que su actual jefe (Luis Arce) es un individuo carente de potencia competitiva, es decir es inviable; por otra parte, los evistas ven a su jefe como a un individuo despojado de poder. Pero a pesar de que Morales aún goza del respaldo del voto duro, este sector no tardará en caer en cuenta que porfiar en apoyar a un ídolo de barro no tiene sentido.
Consecuentemente, ni Evo ni Arce son competitivos; en todas las encuestas de percepción política, Evo todavía ocupa los primeros lugares, pero está inhabilitado; y Arce no llega ni al 2%, pero tiene la sigla del MAS. Por eso y otros asuntos, en el MAS se vive un frenesí, el estrés se nota con toda evidencia, las luchas fratricidas no cesan y las ambiciones en río revuelto poco a poco empiezan a aflorar.
En este contexto, entre Evo y Arce hay diferencias sustantivas. Evo tiene reemplazo, y uno potente: nos referimos a Andrónico (aunque Evo no está dispuesto a pasar la posta); contrariamente, Arce no tiene a nadie, él mismo es un muy mal candidato y su entorno no da la talla es una literal “kakistocracia” (el gobierno de los peores).
Pero Evo es popular, su reemplazante heredaría su caudal político si las cosas terminan de decantarse como es previsible; por tanto, los evistas son reales competidores, con la sigla del MAS o con otra. En contrapartida, Arce es un desastroso presidente y un insignificante candidato y sus huestes lo saben. ¿Qué podría permitir una eventual candidatura de Arce? Quizás su condición de presidente y cinco individuos innombrables que tutelan la vida política, administrativa, económica y electoral del país.
Consecuentemente, desde hace tiempo que el nombre de Andrónico Rodríguez no suena, ¡retumba! La facción renovadora controla la sigla, pero no tiene base social, excepto quizás a una parte de los funcionarios públicos. La facción renovadora (no se sabe “renovadora” de qué, considerando que Arce y Choquehuanca fueron los ministros más longevos de Evo. Más preciso sería decir la “facción usurpadora”), entiende que los evistas son la verdadera oposición, desplazaron del tablero a los opositores tradicionales, cuestionan el modelo económico y hasta dejan trascender que es un fracaso imputable solo a Luis Arce, no a Evo, ¡vaya caradurez! Pero les está resultando.
Así las cosas, Andrónico quizás no sea el gran Andrónico, pero es lo que hay. Ahora bien, ¿les resultará rentable políticamente a los evistas abrazar una alianza con el arcismo? ¿Andrónico entenderá que más temprano que tarde será el nuevo presidente de las seis federaciones del trópico y tendrá autonomía plena? ¿Estará consciente Evo de que su viabilidad política es nula y que pronto sufrirá el abandono paulatino si no empieza a trabajar en un a transición interna a riesgo de perder lo poco que le queda? ¿Entenderán en la oposición que Andrónico heredará el capital político de Evo (30% del voto) y será un candidato fuerte? ¿Entenderá Arce que su traición (según Evo Morales), le dejará un estigma insalvable en el bloque popular? ¿Entenderán en la oposición que en el MAS no van a estar peleados toda la vida?
Muchas preguntas, pero algo sí es claro, el pragmatismo como siempre decantará las cosas: si Andrónico va como candidato de un MAS reunificado, será a un precio muy grande, quizás anular los procesos contra Evo; o quizás la lucha desde el Chapare no ha hecho más que comenzar mientras la oposición sigue jugando con autitos.
Franklin Pareja es cientista político.