Hace unos días, este titular causó revuelo
entre muchos ecologistas/ambientalistas: Los huertos urbanos generan una huella
de carbono seis veces mayor que la agricultura convencional.
En efecto, un estudio de la Universidad de Michigan revela que los huertos urbanos presentan una paradoja: las frutas y verduras cultivadas en estos huertos muestran una huella de carbono seis veces superior a las cultivadas de manera convencional. Este hallazgo desafía la percepción común de la agricultura urbana como una actividad universalmente baja en emitir gases de carbono.
El estudio enfatiza la importancia de
adoptar un enfoque holístico hacia la agricultura urbana, considerando no solo
su huella de carbono, sino también sus amplios beneficios sociales y
ambientales. Aunque comúnmente se asocian con beneficios como el acceso a
productos frescos, la seguridad alimentaria y la creación de comunidades
sólidas, educativas y económicas, así como la mitigación de los efectos del
cambio climático, el estudio resalta la importancia de considerar su impacto
ambiental en su totalidad.
Para contrarrestar este problema, sugiere llevar adelante prácticas alternativas para la agricultura urbana. Entre las recomendaciones se encuentra el cultivo de plantas típicamente cultivadas en invernaderos, ya que esto puede reducir los impactos climáticos. Asimismo, propone la reutilización de residuos urbanos, como materiales de construcción, compost y aguas grises capturadas, con el fin de minimizar las emisiones de gases.
Se aconseja priorizar el cultivo de ciertos cultivos que puedan disminuir los impactos climáticos, así como fomentar la simbiosis entre residuos orgánicos y agua de lluvia, lo cual resulta beneficioso para el clima. Los autores subrayan la importancia de tomar decisiones informadas sobre qué cultivos plantar, dado que no todos tienen el mismo impacto en carbono.
Uno de los autores del estudio, Benjamin Goldstein, enfatizó que la infraestructura de las granjas urbanas es responsable de la mayor parte de sus impactos climáticos, ya que estos espacios suelen operar por un tiempo limitado, lo que no permite un uso efectivo de los materiales y recursos empleados en su construcción. Esta ineficiencia contrasta con la agricultura convencional, que se caracteriza por su alta eficiencia.
Se sugiere la reutilización de residuos urbanos y la adopción de prácticas de "reutilización" de residuos en granjas urbanas, huertos comunitarios y jardines personales como medidas para mitigar los impactos climáticos. Estas medidas son parte de la bioeconomía que no solo la producción urbana debería considerar, sino también la convencional.
Al final, hay que reconocer que todas nuestras actividades tienen una “huella de carbono”, pero el problema está en si nos dejamos llevar mucho por esta corriente fatalista que hoy impera, o nos educamos o revisamos cómo se pueden mejorar los distintos procesos.
¡Sí!, hay maneras de reducir material, costos y hasta gastos, pero si vamos a ser presas de un movimiento que cifra todas sus acciones por un temor de un supuesto cataclismo climático en un par de años más, no lograremos ver con claridad cómo resolver una multitud de problemas a través de distintas disciplinas y con la capacidad humana de generar soluciones y no solo conflictos.