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14/01/2021
Transiciones

Insistiendo sobre la ivermectina

Rodrigo Ayala
Rodrigo Ayala

En los últimos 20 días se han producido dos novedades importantes respecto a la ivermectina: en primer lugar, las noticias sobre estudios clínicos y experiencias observacionales acerca de su eficacia en la lucha contra el Covid-19, se han multiplicado desde latitudes tan diversas como Argentina, Estados Unidos, México, Paraguay, etc. En segundo término, el medicamento ha sido adoptado de manera oficial por el Estado Boliviano a través del Ministerio de Salud, como una herramienta en la lucha contra la enfermedad.

Si no hubiera sido por iniciativas aisladas de determinados médicos, clínicas o sistemas de salud locales, sin duda el 2020 hubiera sido un año perdido para el aprendizaje en cuanto a gestión de salud. El anterior gobierno optó por la política del “dejar hacer, dejar pasar” y renunció a cualquier intento de articular políticas nacionales consistentes, (y en algunos temas clave como el del uso de pruebas rápidas, o de la propia ivermectina, se bamboleo rápidamente de extremos que iban desde la prohibición, a la total permisividad, de acuerdo a como soplaran los vientos mediáticos y los de las redes sociales).

El medicamento mencionado, es importante por el rol que puede jugar en un país con deficiencias crónicas en cuanto a infraestructura y capacidad técnica, en la medida en que da la posibilidad llenar el vacío que existirá, hasta el momento en que la aplicación de la vacuna frene de manera efectiva la dinámica natural del virus. De Ahí la importancia que los tratamientos ambulatorios alternativos adquieren en este instante.

Después de que se ha dado el paso mencionado, la pregunta es: ¿Cómo operativizar esa política en la práctica? En Bolivia el boca a boca (y la ausencia de alternativas “formales”) ha hecho que el uso de la ivermectina se masifique, aunque en forma desordenada. Diversas instancias oficiales la han incluido dentro de sus protocolos, pero ninguna de ellas la ha promovido para su aplicación en el hogar y menos para su uso con carácter preventivo (una de las principales ventajas que posee, de acuerdo a las observaciones e investigaciones clínicas señaladas).

Por eso es que es importante que el Ministerio de Salud desarrolle un protocolo único, tanto para la prevención, como para las distintas fases de la enfermedad. Para ello puede basarse tanto en las experiencias locales (Dr. Herlan Vaca Diez, Clínica Santa Rafaela, Sistema de Salud de Montero, etc.), o internacionales (protocolo Iver Car de la Argentina, Protocolo de la Alianza de Cuidados Intensivos COVID 19 de Estados Unidos). Este protocolo debería ser difundido en forma intensa tanto por las instancias del gobierno central, como de los gobernaciones y municipios. De esa manera se evitará que la población siga tomando este medicamento sin una orientación clara.

Probablemente uno de los principales factores que ha impedido una promoción sistemática para el uso ambulatorio y profiláctico de la ivermectina se encuentra en la “territorialidad” de determinados sectores de médicos, que se aferran a la necesidad de que este se haga “bajo supervisión directa de un médico”, lo cual resulta absurdo en un país en el que la cantidad de miembros del rubro, simplemente no da abasto para la demanda generada por la pandemia en sus momentos críticos. (De ellos son testigos los miles de ciudadanos, que en junio, julio o agosto llamaron a los teléfonos designados por los respectivas SEDES departamentales para la emergencia y aún siguen esperando la respuesta). Por eso es que debe ponerse énfasis en los tratamientos ambulatorios, en la orientación por vías virtuales y por telemedicina, en la formación de promotores barriales y comunitarios que puedan manejar los protocolos de prevención y de primeros síntomas, etc. Es decir, debemos encontrar los caminos para superar nuestras limitaciones, apoyándonos en las formas de organización social más sólidas y efectivas con las que contamos. 

Y la ivermectina permite un ejercicio de este tipo, porque otra de sus ventajas se encuentra en la casi nula cantidad de efectos colaterales que genera (en las dosis utilizadas no se reportaron prácticamente efectos colaterales en las experiencias mencionadas).  

La ferocidad del segundo rebrote abre la posibilidad de que vivamos un nuevo momento de emergencia extrema en los primeros meses del año; es imperativo entonces desarrollar una respuesta creativa, posible y eficaz, acorde con el contexto en el que nos ha tocado desenvolvernos. 

Rodrigo Ayala es cineasta y antropólogo.



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