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27/01/2021
Transiciones

Todos quieren al Mallku

Rodrigo Ayala
Rodrigo Ayala

Con la figura del Mallku, recientemente fallecido, le está ocurriendo en nuestro ámbito lo mismo que pasó con la de Mandela a nivel mundial cuando falleció. Ambos se “angelaron” repentinamente. Desde sus compañeros de ruta hasta sus adversarios más feroces no escatiman elogios a sus respectivas carreras políticas.

Hace unas semanas, de manera casual, mi hijo lanzó la siguiente interrogante: “¿Mandela era como Gandhi, ¿no?”. Yo lo miré tomando conciencia de la forma en que la “cultura popular” puede distorsionar la historia. Evidentemente, el hombre que estuvo preso 27 años por negarse a renunciar a la lucha armada, el que fue uno de los principales impulsores del Congreso Nacional Africano y fundador su brazo armado (La Lanza de la Nación) y el que en definitiva salió libre y pudo ser electo Presidente merced a la contienda física y violenta llevada a cabo por los enemigos del régimen (en la que además jugó un rol fundamental la derrota que el Ejército sudafricano sufrió en Cuito Cuanavale a manos de cubanos y angoleños), hoy es percibido como una especie de apóstol del pacifismo.

Queda claro que El Mallku fue uno de los dirigentes políticos más importantes de los últimos 30 años en Bolivia en la medida en que, junto a varios otros, encarnó la lucha por la inclusión social. El tránsito que Bolivia vivió de la democracia pactada al proceso constituyente puede sintetizarse en la célebre frase que lanzó en la entrevista que le hizo Amalia Pando: “lucho para que mi hija no sea tu empleada”.

Pero El Mallku también era un dirigente contradictorio, “jodido” en términos criollos. Extremadamente radical en el discurso, teatral en varias de sus apariciones ante la opinión pública, poco claro en algunas de sus acciones como dirigente sindical, hábil en la táctica de la protesta y claramente deficiente en sus concepciones estratégicas respecto a la toma del poder.

Sufrió su principal derrota “histórica” frente a Evo Morales en la competencia que se dio a principios de siglo por el liderazgo del movimiento social emergente. La causa creo que está en que El Mallku no entendió cabalmente el carácter de la “nación”, o más bien quiso acomodar ésta a sus propios deseos y concepciones. Evo, en sus términos, se convirtió en el heredero de la fuerte tradición izquierdista del país y de una manera u otra se entroncó en la corriente histórica de lo “nacional-popular”. El Mallku, con un etnicismo poco claro (que a veces trataba de concretar en el eslogan de “la república aymara”), se distanció de ese concepto amplio y asentado, que en palabras simples puede caracterizarse como una “bolivianidad” identitaria.

En todo caso llama la atención que todos aquellos extremos políticos que en diversas latitudes han lindado con el separatismo (“nación camba” en el oriente, “república aymara” en La Paz), jamás tuvieron la más mínima posibilidad de arrastrar a porciones significativas de la sociedad. Por eso es que El Mallku fue un elemento clave en determinadas movilizaciones, pero jamás tuvo chances reales de hacerse con el poder.

El dirigente, al fallecer, ha sido “adoptado” por moros y cristianos (Tuto Quiroga y Samuel Doria Medina entre ellos). ¿Cuál es la razón por la que la “percepción pública “(el “establishment”, podríamos decir) tiende a encumbrar a personalidades como la de Mandela y el Mallku? Pues básicamente porque utilizando viejas terminologías podríamos decir que se encontraban “en el lado correcto de la historia”. Nadie puede discutir la validez de la lucha por la destrucción del apartheid y la inclusión social en Bolivia, ni siquiera los sectores sociales y políticos que en su momento se opusieron a estas reivindicaciones.

Sin embargo, el costo de dicha aceptación universal, implica una suerte de “edulcoramiento” de estas figuras. Es parte del dañino proceso de desideologización que vive la humanidad desde hace varias décadas.

Rodrigo Ayala es cineasta y antropólogo.



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