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11/10/2020
Transiciones

COVID-19: Cuando la verdad se acomoda a la mentira

Rodrigo Ayala
Rodrigo Ayala

Este martes 6 de octubre Tarija amaneció con la noticia de que el Ministerio de Salud instruyó que, en el reporte departamental de positivos a la enfermedad, ya no se sume los positivos detectados con PCR a los positivos detectados por pruebas rápidas (reactivos). Y de repente los enfermos disminuyeron como por arte de magia; en el Reporte Epidemiológico Nacional 206, del 8 de octubre, Tarija figura con 46 casos, mientras que el día anterior figuraba con 177.

¿Qué es lo que ocurrió?, ¿recién después de aproximadamente un mes y medio el Ministerio de Salud se dio cuenta de que estaba utilizando un sistema de registro incoherente, en el que en un departamento se sumaban los reactivos y en el resto del país no? Hace ya hace tiempo saltaron datos tales como que Tarija había llegado al 25% de los casos del total nacional en el mes de septiembre, con solo un 5% de la población. ¿Fueron necesarios sesudos análisis para concluir que esta práctica de registro desafiaba cualquier coherencia científica?

Mi hipótesis es otra; me da la impresión que ese problema ni siquiera les interesaba a los responsables, hasta que comenzaron a salir diversas críticas en la prensa, en las cuales me imagino que la postura editorial que ha sostenido este tiempo la red televisiva PLUSTLT y los artículos que venimos escribiendo al respecto han tenido algún peso.

Pero la incoherencia continúa, porque por política oficial todos aquellos que dan reactivo son tratados como positivos. ¿Cómo se explica que en los hechos haya una instrucción concreta para el tratamiento (tratar a todos como positivos) y en la estadística, es decir, en la información, esta instrucción se ignore?

Desde un inicio se sabe que las pruebas rápidas tienen un importante margen de error, del 25 a 30%, según el caso, y que pueden dar reactivo a otras enfermedades (por ejemplo, el dengue). Por eso es que su uso está condicionado a contextos de alta incidencia. Por ejemplo, si en una familia un miembro da positivo por PCR y se aplican pruebas rápidas los restantes integrantes, la fiabilidad de los resultados sube a un 80% o 90%, según diversos controles que se han hecho en Tarija.

Nadie descubrió la pólvora. La combinación en el testeo entre PCR y pruebas rápidas se ha realizado en diversos lugares del mundo, debido principalmente a la escasez de las primeras. En Bolivia, hasta donde sabemos, la tendencia ha sido decreciente en los testeos por PCR.  Un reporte del periódico El País, publicado el 27 de septiembre, señala que “en agosto se realizó un promedio de 2.854 pruebas al día. En lo que va de septiembre sin embargo se ha realizado un promedio de 2.144…, pero en la última semana de septiembre el promedio ha bajado a apenas 1.490 al día”.

¿Cuántas pruebas se habrá realizado en octubre? Lo que nos queda claro en todo caso es que si el Ministerio de Salud estuviera cuestionando el uso de las pruebas rápidas como tales (cosa que no parece ocurrir porque, como hemos visto, las considera suficientes para el inicio de un tratamiento), debería crear las condiciones para que el sistema de salud cuente con mayor capacidad de toma de PCR. No hacer esto y al mismo tiempo prohibir que se contabilicen los reactivos significa, en los hechos, promover la subvaluación en el registro nacional.

Y lo más importante se encuentra en los resultados. A nuestro juicio, el hecho de que Tarija tenga menos de la mitad de la tasa de letalidad del promedio nacional (2,2% frente al 5,8%, de acuerdo a los datos proporcionados por autoridades), se debe precisamente a su sistema de testeo.

Al instruir que Tarija ya no contabilice en su reporte las pruebas rápidas, el Ministerio, en vez de corregir los errores a nivel nacional, pretende que el departamento se sume a ellos. Por su parte, la gobernación ha instruido mediante decreto departamental que se cree un registro en el que se contabilicen PCR y pruebas rápidas. ¿Va a ser prohibido también?

Resulta tan absurda la situación que es imposible no pensar en un par de chistes obvios: ¿cambiaran también las autoridades el sistema de registro de enfermos de VIH para lograr mejores espectaculares?; ¿se nominará a los responsables del registro al premio Nobel de Medicina por haber logrado semejante rebaja de positivos en tan corto tiempo?

La tragedia radica en una gestión que arrastra demasiadas deficiencias, en una opinión pública pendiente del tema electoral y en una pandemia con serios indicios de rebrote. En todo caso, se requiere con urgencia un debate serio que nos conduzca a una reconducción radical. 

Rodrigo Ayala Bluske es cineasta y antropólogo.



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