Mientras países
como Japón, Argentina, Australia, Estados Unidos, Canadá y ahora Inglaterra,
avanzan en sus normativas y apoyo al desarrollo de investigación y uso de
herramientas más precisas y que generen variedades de cultivo adaptadas a las
distintas problemáticas, acá en Bolivia, la recomendación sigue siendo optar
por una “agricultura tradicional”.
El pasado jueves 23 de marzo, la Ley de Tecnología Genética (Fitomejoramiento de Precisión) fue aprobada, lográndose dar un paso importante para desbloquear el crecimiento y la innovación en nuevas tecnologías, reforzar la seguridad alimentaria frente al cambio climático y garantizar que Inglaterra se convierta en un líder mundial en agricultura con innovación alimentaria.
Hasta la semana pasada, la edición de genes en Inglaterra estaba cubierta por la misma estricta regulación que ha restringido el desarrollo comercial de cultivos transgénicos bajo la ley de la Unión Europea. El Brexit ha permitido al gobierno de Westminster relajar las reglas para esta tecnología más avanzada y precisa.
La edición de genes permite a los investigadores realizar cambios genéticos precisos en el ADN de una planta. Se puede por ejemplo, agregar un gen para impulsar su crecimiento o reducir la dependencia de los fertilizantes. De manera tradicional, se podría producir el mismo cambio cruzando diferentes variedades, pero llevaría por lo menos 5 a 8 años.
Entre los objetivos de las nuevas medidas, están el fomentar la innovación agrícola y científica en Inglaterra y que la legislación desbloqueará el potencial de las nuevas tecnologías para promover la agricultura y la producción de alimentos sostenibles y eficientes con el ambiente. La Ley se aplica a plantas y animales vertebrados criados con precisión, lo que amplía el abanico de posibilidades que se pueden generar a partir de una normativa clara y basada en ciencia.
El 2021, ya el instituto de investigación del Reino Unido Rothamsted Research, pionero en los ensayos de cultivos transgénicos desde la década de 1990, recibió permiso del Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales (Defra) para realizar una serie de ensayos de campo de trigo cuyo genoma ha sido editado.
Este trigo ha sido editado para reducir los niveles del aminoácido natural, asparragina, que se convierte en el contaminante de procesamiento cancerígeno, acrilamida, cuando el pan se hornea o se tuesta. Sí, ahora la próxima vez que tueste su pan o lo meta al horno, ya sabe que tiene un riesgo de acumular acrilamidas y que estas son cancerígenas.
Para los que se siguen preguntando si esta normativa dará resultados en Inglaterra, quizás sea bueno recordar que Japón ya liberó comercialmente el consumo de 2 peces editados genéticamente y el de 1 tomate cherry, que pasaron periodos de prueba y hoy son vendidos hacia el público sin mayores contratiempos o protestas.
Para llegar a ese nivel de apoyo en la sociedad, sigue siendo clave, establecer desde la educación básica, una adecuada enseñanza de las disciplinas de ciencia. Así, se puede evitar que las nuevas generaciones sigan manteniendo bulos y tengan claro en qué consiste un proceso de edición genética, pero también, como sucede una transferencia horizontal de genes. Todo acompañado de una normativa clara y con sustento en la ciencia. Soñar no cuesta nada.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología