No existen niños o niñas con “problemas”,
“retraso”, “pobrecitos/as” o “discapacitados”. Existen niñas, niños y personas
con capacidades diferentes, que sienten, piensan y hacen las cosas de manera
distinta.
Aún cargamos con los legados de las culturas primitivas, unidas por un mismo denominador en relación con la discapacidad: proscripción y desprecio. En la antigüedad, las personas con condiciones físicas distintas, tanto congénitas como adquiridas, eran en general escondidas o recluidas, y en algunas culturas, víctimas de desprecio, abandono y muerte.
Sin embargo, gracias a la empatía, la solidaridad y el amor, las personas con capacidades distintas también eran protegidas, cuidadas y amadas. Científicos que estudiaron a nuestros antecesores, como los neandertales, encontraron pruebas de que tenían más empatía de la que se pensaba inicialmente, precisamente con niños con discapacidad.
Gracias a una experiencia personal y familiar, comprendí que la discapacidad está atravesada por la estigmatización, la minusvaloración y el desprecio, tanto en las familias, en las aulas escolares como en cualquier entorno social, independientemente de las condiciones económicas, religiosas o de clase.
Cotidianamente, niños, niñas y familias enfrentan situaciones similares desde distintas áreas, luchando contra la invisibilidad y por la conquista de espacios de inclusión, respeto y empatía, ya sea en el sistema de salud, la educación o los distintos ámbitos laborales.
Las causas de la discapacidad o la neurodivergencia pueden originarse en diferentes momentos del ciclo de vida y por diversos factores. Comprender los orígenes de la discapacidad y los factores que influyen en su aparición nos ayuda a reconocer que se trata de una condición de vida, que en muchas ocasiones se manifiesta desde la concepción.
Además, existen factores ambientales que también juegan un rol determinante, como el contexto socioeconómico en el que crecen las niñas y los niños, así como sus familias. El abandono, la falta de estimulación, las distintas formas de violencia que se ejercen sobre ellos o la falta de vigilancia, que puede provocar accidentes, son factores que pueden complejizar las discapacidades. Los ambientes que afectan el desarrollo cognitivo, motor o socioemocional también son importantes, ya que un entorno enriquecedor y seguro puede fomentar el desarrollo óptimo, mientras que un ambiente adverso puede limitar significativamente las oportunidades de crecimiento y aprendizaje.
Por otro lado, los factores biológicos incluyen agentes infecciosos, traumatismos craneales, consecuencias de epilepsia o accidentes, y una mala alimentación, ya que esta impacta en el sano desarrollo y crecimiento de las niñas y los niños. También se consideran las consecuencias de enfermedades, la presencia de trastornos que impliquen alteraciones en las funciones motoras, sensitivas o cognitivas, y alteraciones específicas del desarrollo.
Las causas de la discapacidad o la neurodivergencia se originan en diferentes momentos y por diversos aspectos. Estas causas son el resultado de la interacción entre las limitaciones humanas y el medio en el que nos desenvolvemos. Por lo tanto, el contexto social es un factor determinante en la discapacidad ya que influye significativamente en cómo se manifiestan y se gestionan estas condiciones.
Por otro lado, la neurodivergencia se refiere a las variaciones en el funcionamiento neurológico, que son naturales en la diversidad humana. Incluye condiciones como el espectro autista, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), la dislexia y otra serie de diferencias neurológicas. Estas condiciones no son enfermedades que deban ser curadas, sino formas diferentes de experimentar y percibir el mundo.
De igual manera, el síndrome de Down es una condición genética que resulta en una variedad de características físicas y cognitivas. O la esquizofrenia, que es un trastorno mental que afecta la percepción de la realidad, pero que tratada a tiempo y con persistencia puede mejorar significativamente la calidad de vida de las personas, reduciendo los síntomas y permitiendo una vida funcional y productiva, como lo demuestran la ciencia y, claro, sistemas de salud avanzados, como el de Chile o Argentina, por ejemplo, para no hablar del mundo desarrollado.
Reconocer y aceptar la neurodivergencia es esencial para promover una sociedad inclusiva que valore todas las formas de ser y pensar. Al igual que con la discapacidad, es fundamental entender que la neurodivergencia es natural, es una parte integral de la diversidad y condición humana; y que el entorno familiar, escolar o social juegan un papel significativo en cómo se coexiste con estas diferencias.
Al conocer estas causas, podemos fomentar una mayor empatía y comprensión hacia las personas que viven con estas condiciones, promoviendo así una sociedad más inclusiva y respetuosa.
La discapacidad, la diversidad funcional o la neurodivergencia, entendidas como la interacción entre una condición de salud y factores personales y ambientales, pueden y deberían gestionarse de manera más humana si en el país tuviésemos un sistema de salud menos precario. Esto incluye diagnósticos accesibles, personal médico capacitado y actualizado, políticas de salud inclusivas, medicamentos accesibles y servicios de apoyo adecuados para las personas y sus familias… pero la experiencia me ha mostrado que todavía estamos en un lamentable subdesarrollo de los sistemas de salud.
Aunque hemos avanzado tenuemente en derechos y reconocimiento, gracias a las luchas tenaces del sector, muchas personas con capacidades distintas aún enfrentan la invisibilidad, lo que limita su plena participación en la sociedad. Estas barreras a menudo se manifiestan en actitudes y prejuicios que perpetúan la exclusión y la discriminación.
La verdadera inclusión no solo implica adaptar espacios físicos, sino también transformar nuestras actitudes y eliminar los prejuicios que impiden que las personas con discapacidad sean vistas y valoradas por sus capacidades únicas.
Es fundamental reconocer y valorar la diversidad de capacidades, promoviendo una sociedad donde cada persona pueda desarrollarse y contribuir sin ser definida por sus limitaciones.
La inclusión real se alcanzará cuando todos/as, independientemente de sus capacidades, tengamos la oportunidad de participar plenamente en todos los aspectos de la vida. Solo así podremos construir una sociedad verdaderamente inclusiva y equitativa, donde la diversidad sea respetada, aceptada y comprendida, para que cada persona tenga la oportunidad de alcanzar su máximo potencial.
Patricia Flores es comunicadora y feminista queer.