“... la mayoría de los países de Europa y América del Norte son
importadores netos de deforestación, es decir, están impulsando la
deforestación en otros lugares; mientras que muchos países subtropicales están
talando árboles en parte para satisfacer esta demanda de los países ricos”.
Ritchie, 2021.
La cita del texto proviene de un reciente informe que presenta Our World in Data sobre Bosques y Deforestación. Para algunos, quizás sorprenda que el reporte, con bastantes datos estadísticos y gráficas correspondientes, menciona que son varios países del norte, los que contribuyen de manera significativa con la deforestación mundial.
Por un lado, no están reforestando lo suficiente en sus países, para compensar la deforestación que provocan en otros, principalmente al demandar productos alimenticios, ya que cada vez en estos países la agricultura empieza a ser cosa del pasado.
Esto sumado a reglas que muchas veces imponen los partidos “verdes”, como sucedió en Francia, que el año pasado tuvo que retroceder en la prohibición de neonicotinoides, ya que su producción de betarraga/remolacha, presentó una caída del 15% en su producción a causa de la plaga que ataca este cultivo.
La política que tiene actualmente la Unión Europea “De la granja al tenedor”, parte del Nuevo Pacto Verde, que busca reducir en 50% el uso de plaguicidas y fertilizantes hasta el 2050. Estas políticas, diseñadas desde el escritorio, principalmente por miembros del partido verde, no toman en cuenta la realidad del campo de muchos productores. Tal es el caso de los productores de cereales en Bulgaria.
“Por el momento, simplemente no hay alternativa a los productos químicos. Los procedimientos para la aprobación de alternativas biológicas tomarán años y es discutible si serán tan efectivos contra enfermedades y plagas”, comentó Kostadin Kostadinov, presidente de la Asociación Nacional de Productores de Cereales, en un reportaje de mediados del año pasado.
¿El sueño de los verdes para Europa? ¡Sí! Una producción “orgánica”. Como mencioné en anteriores columnas, esta perspectiva romántica, se halla muy desconectada de la real producción de alimentos que se necesita en el mundo. Esta perspectiva, sí combina de maravilla con las políticas eugenésicas que se buscan aprobar en varias partes del mundo, pero aun así, aún no se ha logrado reducir la población a un tercio. Por ello, hay que aterrizar o seguir pasando la cuenta de los sueños verdes a otros países.
Sobre este sueño verde, el 2018, la revista Annual Review of Resource Economics, publicó un artículo sobre la agricultura orgánica, seguridad alimentaria y medio ambiente. Esta revisión, aclara que muchos consumidores de países ricos consideran que los alimentos orgánicos son más saludables y que la agricultura orgánica es más ecológica que los métodos agrícolas convencionales. Esta visión, influye de manera directa en las políticas agrícolas y alimentarias.
La principal conclusión de este reporte, seguro provocará mucha inconformidad con los amantes del romanticismo productivo: “La agricultura orgánica, que actualmente representa solo el 1% de la tierra agrícola mundial, tiene un rendimiento más bajo en promedio. Debido a los mayores requisitos de conocimiento, las brechas de rendimiento observadas podrían aumentar aún más, si un mayor número de agricultores cambiara a prácticas orgánicas. La ampliación generalizada de la agricultura orgánica causaría una pérdida adicional de hábitats naturales y también implicaría aumentos de los precios de producción, haciendo que los alimentos sean menos asequibles para los consumidores pobres de los países en desarrollo”.
Tanto este reporte, como el que mencioné inicialmente sobre deforestación, coinciden que se debe invertir en tecnologías, como variedades mejoradas de semillas, fertilizantes y prácticas agrícolas que permitan al productor mejorar su rendimiento, sin tener que expandir las tierras productivas. ¡Eureka! Mucho pasa por incorporar biotecnología, que para muchos amantes de la ideología verde, sigue siendo un enemigo invisible.
Para que mañana, el boliviano promedio, esté comiendo al menos 1 vez a la semana quinua y otros productos altamente nutritivos, produciendo donde abandonó (altiplano y valles) e intensificando y mejorando en las áreas donde actualmente se produce alimentos, se requiere primero dejar de soñar como aquellos países que importan deforestación y generar políticas desde el campo, de la mano con investigadores y productores, e invitando a que la inversión se fomentada y no espantada.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología