Iniciando la Semana Santa, saltan
un par de declaraciones que invitan a una corta reflexión sobre lo que implica
la humildad, honestidad y ser un profesional con ética laboral.
El modernismo ha contaminado el significado de muchas palabras. La humildad hoy en día se entiende como un sinónimo de solo pobreza. San Bernardo de Claraval define la humildad como: “Una virtud por la que un hombre, conociéndose a sí mismo como realmente es, se rebaja". Hoy existen los falsos humildes que presumen su mezquindad y hasta lo mal habido.
Los fundamentos de la humildad son la verdad y la justicia. El cristiano Católico entiende que todo lo bueno que poseemos, es gracia y pertenece a Dios. Por ello es que mientras más conocemos a Dios, menos nos preocupa el reconocimiento del mundo, echarnos halagos a nosotros mismos o presumir aquello que en realidad nos ha sido concedido.
Pero en la actualidad, donde Dios es repelido por parecer que es imposible seguir sus lineamientos para la vida y es más fácil entregarse a la tentación, la humildad, junto a las demás virtudes morales, será deformada y manipulada al antojo de unos cuantos.
Si bien, la educación superior que recibí en mi alma mater, era estricta y no daba cupo a la estafa o al plagio en el rendimiento académico, la raíz de ser correcta en mi desempeño profesional, está en el hogar. Allí, junto a mis padres aprendí sobre las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
No dudo que en cualquier universidad, aquel que no recibió desde el hogar este tipo de educación y guía, arrastrará vicios a lo largo de sus estudios y eventualmente tendrán repercusión en su vida profesional. Como aquellos, que ocupando un cargo en la función pública, utilizan hojas o impresoras, como si fueran propios y para sus asuntos personales.
Pero no puede haber nada más desatinado, como intentar meter a todos los profesionales, con una licenciatura en la misma bolsa y calificarlos de “maestros del robo”. Solo destaca la desesperación que ya impera en algunas autoridades, que irónicamente, pertenecen a un partido que no brilla precisamente por la honestidad y tiene una gran lista de casos donde la corrupción y el desfalco de dinero van de la mano.
Y si no es para largar esa calumnia, hay que recurrir a aparentar la empatía con los pobres, que a pesar de muchas promesas durante los últimos 15 años, siguen en pobreza. La verdadera humildad, no se vale de acusar a otros por la falta de eficacia en lo que uno debería ejecutar. El que es humilde, deja de apuntar a otros y propone, hace y no tiene luego necesidad de ir presumiendo lo poco o mucho que hizo, como es un clásico en los carteles en cada obra entregada.
"Todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (Mt. 23, 11), así nos enseñó Jesús y es durante esta Semana Santa, que podemos recordar y apreciar de cerca como el Hijo de Dios, se humilló para lograr la salvación de nuestras almas.
¿Difícil alcanzar estas virtudes? Múltiples ejemplos existen en las vidas de santos hombres y mujeres, que lograron cultivar las virtudes bajo el modelo de Jesús. Desde gente sin formación hasta profesionales, nos muestran que vivir como una persona de bien, sin necesidad de robar, mentir, estafar o de recurrir al falso halago para conseguir un puesto, puede lograr un cambio en su entorno.
Que la Semana Santa no sea una ocasión de pura vacación, pero que sea un tiempo oportuno para revisar si estamos llenos de orgullo y sujetos a las pasiones. Si así fuera, es tiempo de buscar una verdadera conversión y reparar todos los males que proceden de nuestra cuenta. Esta conversión, dejar atrás la vida de pecado, es lo que nos garantiza una vida de Paz, no la falsa que da el mundo, pero la Paz de Dios. ¡Paz y bien!
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología