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Mirada multidimensional | 15/10/2024

Hacia un cambio de modelo

Rolando Morales
Rolando Morales

En este artículo abogo por el cambio de modelo. Inicialmente aclaro que no me refiero a lo que llaman el “modelo del M.A.S”.


Alguna gente, por cambio de modelo entienden la prelación de la iniciativa privada frente a la pública, el achicamiento del Estado y el desplazamiento de la gente que ahora nos gobierna. Sin duda, es importante una mayor participación del sector privado en la economía lo que requiere de una política pública que la propicie para que venza su tradicional aversión al riesgo. El achicamiento del Estado puede ser incompatible con la necesidad de tener un Estado fuerte que modere el desorden actual. Sería bien mejorar la eficiencia de la administración pública, pero eso no se logrará desplazando a sus actuales administradores pues en ningún estamento de la sociedad o partido político tenemos suficiente gente para lograr una gestión pública eficiente.


Lo que entiendo por modelo y por cambio de modelo es algo diferente. Durante siglos, el modelo de desarrollo vigente en Bolivia se ha basado en la explotación y comercialización de recursos naturales. Algunos políticos sugieren continuar en esa vía porque en la mentalidad de los bolivianos está muy enraizada la idea de que la riqueza se crea con los recursos naturales, no obstante que es una vía de desarrollo que ha dejado a Bolivia en la pobreza.

 Los recursos naturales no renovables no pueden asegurar un desarrollo sostenible por varias razones: 1) Se acaban, 2) Su continuidad está sujeta a fenómenos aleatorios en la producción y el comercio, 3) Requieren la inyección de capitales de riesgo (cuya rentabilidad no está asegurada). 4) Hemos invertido más que lo que hemos ganado en la explotación de los recursos naturales lo que explicaría nuestra situación de pobreza.


Por el momento, dicen algunos políticos, se acabó la era del gas, pero haciendo las inversiones necesarias para exploración e inversión, lo volveremos a tener. Es un acto de fe ajeno al razonamiento económico. Tenemos todavía una gran riqueza minera, que se encuentra en manos privadas, cuyo aporte a las finanzas públicas es mísero y que explota los yacimientos mineros en condiciones que dañan la naturaleza y el medio ambiente. Los proyectos estatales de explotación de litio y de hierro tienen pésimos pronósticos. En el mejor de los casos, el litio podría proporcionar unos 250 millones de dólares con grandes daños al medio ambiente. La explotación y comercialización del hierro del Mutún se enfrenta a graves problemas estructurales y a las políticas de dumping de otros países productores. Por el momento, el gobierno habría decidido procesar en el Mutún los deshechos de fundiciones brasileras.


El modelo de desarrollo de la agroindustria en el oriente del país, basado en la expansión de la frontera agrícola incendiando los bosques, es insostenible por lo que cabe esperar que sus promotores lo moderen o lo abandonen y que intenten mejorar los rendimientos de las tierras que actualmente disponen y que se encuentran en caída libre hace varias décadas. Es un sector que aporta muy poco al Estado. El último informe de Oxfam, “A fuego y mercurio” muestra una situación desoladora del impacto en el medio ambiente de las prácticas agroindustriales y mineras. Como dice Shakira, “no se puede vivir con tanto veneno”.


Teniendo en cuenta que por más de dos siglos ha estado vigente en Bolivia el modelo extractivista con resultados decepcionantes y que está en vías de agotamiento, es hora de pensar en el cambio de modelo, sobre todo en la coyuntura actual de crisis en la que el Estado se quedó sin los aportes del gas y con contribuciones míseras de la minería y la agroindustria en un proceso de destrucción de la naturaleza.


El nuevo modelo al cual me refiero se basa en la generación de valor con una agricultura sostenible, una minería que no dañe el medio ambiente, con la contribución de la industria, el turismo y los servicios de exportación. Los dos primeros sectores tendrán que aumentar su aporte a las finanzas fiscales para equilibrar el presupuesto público. Se necesitará incentivar el emprendurismo y disminuir la aversión del riesgo del sector privado para desarrollar la industria. Las iniciativas en turismo deben insertarse en un plan global y en inversiones públicas que lo hagan viable. Los servicios de exportación ligados al desarrollo de la informática y la atención de salud tienen futuro en Bolivia. Para que todo esto sea posible, se necesita un estado fuerte capaz de hacer cumplir las leyes, frenar la destrucción de la naturaleza, cobrar impuestos y combatir los intereses privados desenfrenados que actúan al margen de la ley y en desmedro de la naturaleza.


Por el momento, los precandidatos a las elecciones del próximo año no muestran interés en el desarrollo de Bolivia, están distraídos en hacer alianzas sin darse cuenta de que su electorado busca cada vez más propuestas y menos caras “conocidas”. Siguen ensimismados en entender por qué la suma de los 4 militantes de sus 5 partidos no es igual a 20.



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