El sueño ambientalista de una
producción agrícola sin fertilizantes químicos, se hará parcialmente realidad
en las siguientes campañas y todo acompañado de La Niña.
El conflicto de los contenedores que ha surgido desde el 2020 por la pandemia y reforzado por el percance que hubo en el canal de Suez, al que además se suma el problema de las bajas producciones en todos los rubros, está generando una escasez en la provisión de fertilizantes a nivel mundial.
Europa podrá experimentar de primera mano lo que implica querer implementar su green deal desde esta próxima campaña agrícola. Algunas empresas que proveen fertilizantes han anunciado que no podrán abastecer la demanda. No sólo hay una escasez en nitrógeno y fósforo, pero a esto se suma el incremento en los precios de las tarifas energéticas.
Mucho de este aumento en demanda se originó cuando China realizó una compra de 29 millones de toneladas de maíz, lo que provocó el aumento en la producción de Estados Unidos para abastecer esa demanda, adquiriendo más productos de los que estaban considerados para ese mercado. A su vez se suma la demanda de varios países en el hemisferio sur que ya inician sus campañas de verano.
Como si todo esto no fuera suficiente para un incremento general en el precio de varios alimentos, la semana pasada la Agencia Oceanográfica y Atmosférica de Estados Unidos (Noaa, por sus siglas en inglés) nos confirmaba la llegada del fenómeno de La Niña por segundo año consecutivo.
“La Niña, generalmente, trae más sequía. Con la confirmación de su llegada desaparecen las esperanzas de que terminen pronto los ya largos periodos de sequía en dichas zonas de California, México y Chile”, explicó Raúl Cordero a DW, climatólogo y profesor de la Universidad de Santiago de Chile.
Este fenómeno no tiene el mismo impacto en todas las zonas del continente y del Amazonas llegan temperaturas altas y aire húmedo al altiplano boliviano. Esto se traduce en posibles lluvias torrenciales que son conocidas como el monzón latinoamericano. Pudiéramos tener un poco más de certeza cómo se comportará La Niña en el país, si es que en Bolivia contáramos con más información.
Cuando trabajé con el tema de cambio climático para la tesis de maestría, me asesoré con colegas que manejan mejor el tema y me explicaron que lastimosamente es muy complicado elaborar predicciones con alto porcentaje de certeza ya que tenemos pocos puntos de información, es decir pocas estaciones meteorológicas que generan datos completos y el otro detalle es que no tenemos historial prolongado de estos puntos. Ambos factores juegan en contra al momento de querer proyectar con más certeza lo que pueda significar tanto para el oriente como para el occidente.
Todo esto juega en contra de nuestra producción agrícola, a lo que se suma la falta de variedades adaptadas a condiciones adversas climáticas, el poco uso de planes de manejo integral de plagas, mejores prácticas agrícolas y la aversión que existe al uso de biotecnología.
Cabe aclarar, que no solo se trata de usar semillas OGM, pero estamos muy atrasados en entender los complejos de microorganismos que podrían estar dando soluciones a varios productores, logrando que los cultivos absorban mejor los nutrientes en el suelo. Para ello, nos falta tener una política de investigación que apoye el agro, no solo desde la biotecnología, sino que incluya las herramientas digitales de la agricultura 4.0.
Mientras los países vecinos planifican y toman medidas para ir respondiendo a estas distintas problemáticas, acá seguimos en el romanticismo del pasado y una agricultura poco productiva que se asemeja más a la de hace un par de siglos atrás. El potencial lo tenemos, pero mientras no haya políticas claras transversales, nos depara otra campaña de improvisación e incertidumbre.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología