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Sociología espontánea | 12/12/2025

Familia, familia, familia, siempre familia

Daniel Mollericona
Daniel Mollericona
Familia rima con Bolivia. Y ese fue el gran eslogan de los debates de Rodrigo Paz: “Bolivia, Bolivia, Bolivia, Bolivia, siempre Bolivia”.Y juró con el lema “Dios, Patria y familia”. 

Para muchas familias es así: el Estado es un botín familiar, una extensión de la familia, de la casa, de la vida. Y, obviamente, no solo es una cosa de Bolivia. 

Hace poco una amiga me contó el caso de Filipinas y otra el caso de Guatemala. En Guatemala, César Bernardo Arévalo de León, en el cargo desde enero de 2024, es hijo del expresidente Juan José Arévalo Bermejo, quien gobernó entre 1945 y 1951. En Filipinas, Ferdinand “Bongbong” Marcos Jr., presidente desde 2022, es hijo de Ferdinand Marcos Sr., quien fue presidente de ese país entre 1965 y 1986.

Es también el caso de nuestro Presidente Rodrigo Paz Pereira. La familia Paz permite ver un linaje político de larga data, asociado a las élites tradicionales y a la vieja partidocracia movimientista. 

Víctor Paz Estenssoro, fundador del MNR, gobernó en varias ocasiones y su hija Moira Paz Estenssoro llegó al Senado, mientras que su sobrino nieto, Jaime Paz Zamora, fue Presidente entre 1989 y 1993. En la generación siguiente, Rodrigo y Jaime Paz Pereira fueron diputados a inicios de los años 2000, reproduciendo el capital simbólico y la socialización política heredada. 

Frente a estos linajes “antiguos” se consolidan familias tal vez más “nuevas”, asociadas a proyectos urbanos y liderazgos locales. El caso Palenque es central: Carlos Palenque Avilés, el “Compadre”, fundó Condepa; su hija Verónica fue diputada por La Paz y figura mediática, y su hijo Carlos Palenque Monroy ha intentado reactivar el partido paterno.

Algo similar ocurre con José Luis “Pepe Lucho” Paredes y su hijo candidato en El Alto, o con Manfred Reyes Villa y su hijo concejal en Cochabamba, acusados incluso de tener Cochabamba como un “reino” cuando este último asumió interinamente la Alcaldía. A ellos se suman los hermanos Fernández, que heredan la UCS de Max Fernández. Aunque todos con intereses también nacionales.

Pero, pese a que Rodrigo Paz juró a Dios, Patria y Familia para alinearse con el discurso conservador con toque cristiano de la historia de Italia o el reciente Bolsonaro, esto no es solo un caso de la derecha. 

Seguramente hay otros ejemplos de linajes en la izquierda boliviana, especialmente en los últimos años del gobierno del MAS. De algo cercano hablé sobre la importancia de las familias en la reproducción de desigualdades. 

Al parecer hay un fenómeno muy interesante. Las críticas a los “clanes” del MAS o a ese modo de familia pasaban por alto que existe también la historia de otros “clanes familiares”. Pero parece que el problema no es que sean familias, sino que no eran “sus” familias. Sus dinastías. En el mundo de la política boliviana hay familias especialistas que saben el know how de la política y que claramente no forman parte del mundo cotidiano de la realidad boliviana. Hay incentivos para mantener y producir “dinastías”.

Así nos dice Daniel Smith (2018). Aunque las dinastías remitan a monarquías o dictaduras con líderes autocráticos y sus sucesores, esto se mantiene en la democracia. 

¿Por qué? El autor nos da una pista: los “legacy candidates” heredan una ventaja de incumbencia que les facilita ser seleccionados, elegidos y promovidos, y ciertas instituciones (sistema electoral y reglas internas de selección) pueden amplificar esa ventaja y favorecer la formación de dinastías, como en Japón. 

En elecciones centradas en la persona, los partidos tienden a nominar (e incluso reclutar activamente) herederos porque su fuerza electoral local es alta, aunque eso pueda generar partidos débiles o fragmentados en términos de proyecto nacional.

En Bolivia se nota que hay estos ejemplos de “dinastías”. Ellos tienen círculos más establecidos y tienen facilidades o potencialidad de mantener las dinastías. Este fenómeno político, ejemplificado por Smith en Japón, parece ser cercano a lo boliviano.

Las familias tradicionales bolivianas en política, más blancas o “blanqueadas”, con mayor capital cultural (es decir, con mejores estudios justamente debido a las herencias económicas y de capital social) se potencian mutuamente. Y esto, lamentablemente, está disfrazado con una falsa idea de meritocracia. Hay algo que potencia estas dinastías en Bolivia, dinastías ya establecidas y nuevas.

Eso suena a las penosas descripciones de Jaime Paz Zamora sobre la renta vitalicia equivalente a 10 salarios mínimos de las últimas semanas. Primero, mintió respecto a la renta del Uruguay, donde no hay renta vitalicia de jubilación. 

Segundo, dijo estas tristes palabras, como un buen: “Si me quitan mi pensión de qué vivo? (…) No he sido Presidente ladrón, por lo tanto, vivo de una pensión que es bien poquita, pero bien vivo, tengo dos hijos a criar todavía (…) Imagínate, sale chistoso que en mi gestión he dejado 100.000 millones de dólares a Bolivia y que venga alguien y me diga que no me van a dar 20.000 pa mi pensión. (…) Porque no soy yo, es el orgullo nacional, he sido Presidente de Bolivia, entonces no puedo andar hecho un tipo en calzoncillos en la esquina, he sido Presidente de Bolivia, o sea, por respeto a nuestro país al que ha sido Presidente de ese país tratenlo mínimamente con decencia”.

Yo no creo que dejar dinero para Bolivia implique que te mereces una pensión o que por no “robar” ya la mereces. Pero acá resuena esa sensación de alguien que piensa en su trabajo como su empresa, como algo suyo, y no como un tema de ideales democráticos asociados a lo que implica ser cualquier presidente.

¿Tener estas “dinastías” es democrático? Esa será una respuesta que debemos buscar las y los científicos sociales e intelectuales bolivianos. Entender las consecuencias de esta estructura de familia, familia, familia, siempre familia. 

Yo, particularmente, difiero de la idea de que esto sea una forma democrática. Y, pese a que Bolivia rima con familia, no creo que deba ser un botín y feudo familiar, ni de izquierda ni de derecha. 

Tal vez por eso nunca quise meterme a política o ni si quiera meterme a trabajar en el Estado. Pero, como no somos personas guiadas solo individualmente sino por hechos sociales, si mi tío abuelo y mi papá hubiesen sido presidentes, tal vez yo estaría defendiendo ahorita su renta vitalicia de 10 sueldos mínimos y estaría repitiendo “familia, familia, familia, familia”. Ah no, era “Bolivia, Bolivia, Bolivia, Bolivia…”Al final, familia rima con Bolivia, ¿no ves?

Daniel Mollericona estudia un doctorado en Yale.

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