Preguntaron públicamente hace poco, en que se parecían más los dos personajes innombrables que están en una champa guerra en este último tiempo. Aquí va un intento de respuesta, no excluyente.
1. El Estado soy yo: enfermedad incurable.
El Estado soy yo (español), L’Etat c’est moi (francés), Estadox nayatwa (aymara). ¿De dónde viene este dicho tan apetecido en el análisis de la sociología, la ciencia política y hasta de la psicología clínica? Pues de la historia de la Europa señorial, aunque claro ya vimos que aquí en Bolivia, algunos que discursean en contra de lo ‘señorial’ se apropiaron de él con mucho entusiasmo.
Se le atribuye el dicho al rey Luis XIV que gobernó Francia en el siglo XVII. Y la enjundia del Estadox nayatwa, expresa la forma máxima de la concentración de todos los poderes en una sola persona, incluido desde luego el poder de vengarse de otras personas, porque se considera propietario divino del Estado y exclusivo representante del pueblo, de la historia y de la vida. ¿No se cree poca cosa ese rey, eh? Quizá por eso, su sucesor Luis XVI que gobernó en el siglo XVIII, perdió la cabeza en la Revolución Francesa que impulsó la democracia y el Estado de derecho: respeto a la Constitución, a los derechos a la vida, a no ser sometido a tratos crueles, inhumanos y degradantes, a una Justicia justa, a las libertades de pensamiento y expresión, y a que una sola persona no tenga todo el poder en una sociedad.
Entonces, el Estado soy yo, seamos serios y académicos por un instante, es la expresión sublime de los tiranos máximos que ha habido en nuestras sociedades. Ya no se trata, en sentido estricto, del muyu-muyu (mareo) que ocasionalmente sufren algunos gobernantes engolosinados con el poder, sino de algo mucho más grave como es el “dos ojos por un ojo, dos dientes por un diente”, enfermedad incurable de los vengativos que consiste en devolverle al supuesto atacante un daño magnificado a la enésima potencia.
2. Estadox nayatwa: innombrables dixit.
Y en Bolivia hubo quienes aprendieron esa concepción, eso de que el Estado soy yo o en su versión aymara del Estadox nayatwa, con sus artimañas y mañuderías que no son su yapa sino la substancia, el ajayu, la esencia misma de la vocación del tiranuelo más destacado en nuestros tiempos próximos: los dos innombrables, uno de cara conocida y el otro que suena como campanilla.
Si el poder es como un ácido sobre la madera, la débil se impregnará por completo y el poder se adueñará de ella, mientras que el quebracho resistirá. ¡Adivinen de qué madera están hechos los 2 innombrables! Desde el inicio de la democracia boliviana actual con don Hernán y el Gallito cantador, no se había visto tanta concentración del poder en una sola persona: el Ejecutivo de rosqueros, el Legislativo de levantamos, el Judicial de amarrahuatos, el Electoral de cínicos sumisos, e incluso grandes organizaciones como la COB, la CSUTCB y otras sujetadas al rey con alambres de pegas y corrupción. ¡Todo el poder en los dos innombrables! En esta matriz nace pues, la venganza eterna.
Y claro, las réplicas andinas de Luis XIV que se gestó en Bolivia, incluso se inventó un derecho humano a la reelección eterna y juicios penales llamados Golpe 1 y Golpe 2, impulsados por un Ministro de in-Justicia. Vaya magnífico aporte a la teoría y práctica de los derechos humanos universales ¿no creen? Pero claro, eso sólo se lo creyeron los que a su interior y exterior dicen Estadox nayatwa.
Pero bueno. No es suficiente con decir el Estado soy yo. Hay que entrar en acción. Y el modo de actuar definirá ahora a los propietarios del dicho famoso y a su destino probable; es decir, se manifestará claramente la grave enfermedad que padecen los totalitarios y vengativo.
3. Escarmentar: verbo de acción en una sola dirección.
Algunos ingenuos, o quizá no tanto, se llenan la boca y dicen que desde 2020 a la fecha, hay una verdadera acción legal e institucional del Estado democrático en contra de quienes condujeron un supuesto golpe de Estado que nunca existió salvo en la cabeza y en el trasero febril de los que acompañan a los dos que, uno después del otro, repiten Estadox nayatwa.
Está claro que, si el Estado soy yo (y quizá junto a mis organizaciones sociales), ya no hay pues acción institucional ni empeño democrático que valga. Se torna nomás de inmediato en solo una venganza personal y amiguera, un linchamiento en tropa, contra quien supuestamente osó ponerme de patitas en la calle, o mejor dicho contra quien supuestamente tuvo el descaro de capitanear que haya puesto todo mi cuerpo en un avión hacia Chimoré y despuesito hacia Tangamandapio México en primera instancia, y en cuadro que podría repetirse en segunda instancia.
Y la venganza personal de los que proclaman Estadox nayatwa, no puede ser –a riesgo de perder su encanto–, sino el escarmiento ejemplar, la vendetta hasta el tuétano, la cuchillada hasta el infinito y más allá, en contra del punto más débil del hilo simbólico de la democracia.
Por eso, los dos vengativos fijaron una dirección precisa: una mujer senadora electa que circunstancialmente estaba de segunda vicepresidenta en el Senado y que, eso es cierto, el momento que las papas quemaban tuvo el coraje de decir yo asumo el mando del Estado porque no puede haber un Estado sin mando en ningún momento, más aún cuando había planes de los amigos del rey para propiciar la repetición en masa del viejo pecado de Caín, es decir la muerte de sus hermanos.
Finalmente, a 2024, ya sabemos quién es el verdadero dueño del Estado; y podríamos casi asegurar que este dueño soberano que sabe de referéndums –como el del 21F– y de rebeliones populares como la de noviembre de 2019, no aguantará a dos vengativos y ególatras. Con todo lo dicho hasta aquí ¿hay o no algún parecido entre los 2 innombrables ya nombrados?
Carlos Hugo Laruta Bustillos es sociólogo y docente investigador de la UMSA