El pasado martes 24, tuve la
oportunidad de comprobar que los que se oponen a los OGM, con PhD o sin el
título, tienen afán de desinformar y negar hechos con sustento científico.
Tal es el caso de un tema que es expuesto como jalado de los cabellos y aprovechando el pánico de que, este tema no es accesible al público en general, pues simplemente se difunde un temor irreal.
La equivalencia sustancial es uno de los muchos requisitos necesarios para la comercialización de un cultivo genéticamente modificado.
La prueba de equivalencia sustancial de cultivos OGM y convencionales consiste en un proceso de dos pasos que ha sido acordado internacionalmente por el Codex Alimentarius, la FAO, la OCDE y la OMS. Este proceso consiste en cuantificar moléculas seleccionadas, en el llamado “enfoque dirigido”. Esto se logra a través de las tecnología conocidas más comúnmente como ómicas.
Ómica es un término muy nuevo para la sociedad en Bolivia. Estás técnicas pertenecen a la biología molecular y se refieren al estudio de un conjunto de objetos comunes, como genes, proteínas, o compuestos químicos (metabolitos). Algunas de las principales ómicas son: genómica, transcriptómica, proteómica y metabolómica.
Entonces, para determinar si un cultivo OGM es equivalente a un producto convencional, que consumimos siempre, se comparan el contenido de sus macro y micronutrientes, antinutrientes y moléculas tóxicas. Los resultados de estas pruebas iniciales estándar, determinarán si es necesario realizar más pruebas para determinar el valor nutritivo. El alimento OGM NO puede ser de menor calidad nutricional o tener niveles más elevados de algún compuesto como alergenos, que el convencional. Puede ser mejor, con menos alergenos, más nutritivo, pero nunca de menor calidad que lo que ya existe.
Una diferencia que cae dentro del rango de la variabilidad normal para el cultivo se considera segura. Sin embargo, si las diferencias de composición están por debajo del rango, se deben realizar evaluaciones adicionales con respecto a su seguridad y las mismas pasan una nueva etapa de evaluación.
Entonces ¿se puede o no determinar si los OGM producen cosas distintas o nuevas en comparación con un alimento normal? SÍ. El problema surge cuando alguien entendido en biología molecular, empieza a negar este punto y a decir que a la fecha no es posible saberlo.
La gravedad de esta falacia es que justamente, para que un OGM pueda ser producido, comercializado y consumido, debe pasar entre muchas certificaciones esta, la de equivalencia sustancial. No lo digo yo ni el ausente comité nacional de bioseguridad. Son normas establecidas a nivel internacional.
Este tema de la equivalencia sustancial fue tratado por primera vez en la publicación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en 1993, desarrollado por unos 60 expertos de 19 países de la OCDE que deliberaron sobre la evaluación de la inocuidad de los alimentos OGM.
Otra institución que estableció el estándar sobre inocuidad de los alimentos OGM es la Comisión del Codex Alimentarius (CAC), cuyo objetivo es proteger la salud de los consumidores, y el comercio justo de alimentos, además de la armonización de las normas alimentarias.
La Guía del Codex para la Evaluación de la Inocuidad de los Alimentos de Alimentos Derivados de Plantas de ADN Recombinante CAC GL 45-2003 y las otras normas relacionadas están disponibles en su página.
Cabe aclarar que para la aprobación final de un OGM existen otros parámetros más que se evalúan. De ahí que algunas veces se sospecha que muchos alimentos que siempre se consumieron, quizás no pasarían todas las pruebas de un OGM. Todas esas intolerancias ¿le suenan conocidas?
En conclusión, no tienen menos calidad y son inocuos. Consumirlos no le causará más probabilidad de cáncer que las papitas fritas con acrilamidas que se come bastante con la hamburguesa y definitivamente no tienen la alta acción mutagénica del sol.
Cecilia González Paredes M.Sc.
Especialista en Agrobiotecnología