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Con la boca abierta | 16/06/2024

El pelo en la sopa de Claudia Sheinbaum

Sonia Montaño Virreira
Sonia Montaño Virreira

Claudia Sheinbaum ha ganado por paliza las elecciones mexicanas. La victoria de la futura presidenta de México ha sido motivo de celebración por muchos motivos: por ser la primera mujer y con una agenda feminista que llega a la presidencia en un país conocido por el machismo; por la esperanza que genera de detener la cantidad espantosa de mujeres asesinadas por el solo hecho de ser mujeres; por el significado de tener que dirigir un país al lado de un vecino indeseable que probablemente caerá en manos de Trump, cosa que no se lo deseo a nadie; y porque trae un aire fresco ante la ola derechista que afecta al planeta. Pero también porque plantea un contrapeso importante frente a lo que sucede en Argentina, donde un “libertario” conservador está logrando el florecimiento en la región de muchos “mileicitos” que, sin tener la personalidad disruptiva de este señor, comienzan a reproducir ideas nocivas como la necesidad de abolir las instituciones del Estado, pregonan la inutilidad de las políticas sociales y pretenden dar una “batalla cultural” que promueve el individualismo extremo. El mundo es sólo para los más fuertes.

La diferencia entre Argentina y lo ocurrido en México es que Sheinbaum no se entiende sin el respaldo de los electores a lo realizado por López Obrador, especialmente en materia de políticas sociales. Por el contrario, en Argentina la gente votó contra el desastre económico y la corrupción. En un caso se busca la continuidad y en el otro la ruptura, dato que no es menor si se considera que estamos ante dos países que enfrentan problemas similares aplicando políticas contrarias.

Argentina ya tuvo una mujer como presidenta, actualmente condenada a seis años de cárcel por corrupción, sentencia que no cumplirá por razones de edad. Ella como otras mujeres que llegaron a la cumbre del poder no son el mejor referente para la democracia ni para el feminismo.

En ese sentido el desafío para Sheinbaum es mostrar su capacidad para gobernar mediante el fortalecimiento de la democracia, la independencia de poderes y la participación ciudadana. Eran los desafíos que enfrentaba el kirchnerismo y que al no cumplirse permitieron el surgimiento de un Gobierno que brilla más dentro que fuera de su país, pero que todavía cuenta con un importante respaldo electoral.

En México la futura presidenta ha dicho que busca un cambio de régimen, que para algunos críticos puede implicar la exclusión de una minoría conformada por los viejos y deteriorados partidos de la oposición. Milei ya ha mostrado que la sopa nunca se come tan caliente como se sirve y que a pesar de las denuncias y la retórica, sigue contando con aliados peronistas en lugares clave del Gobierno.

Sheinbaum cuenta con la mayoría suficiente para intentar servir la sopa en ebullición, lo que le puede asegurar un éxito efímero, pero no duradero. Milei ha optado por descalificar a las mujeres, borrarlas del lenguaje político y rodearse de unas damas de hierro temerarias aunque en algunos casos no muy competentes.

Sheinbaum ha recibido el voto mayoritario de las mujeres y se ha comprometido con una agenda feminista interesante: políticas de cuidado, disminución de la violencia y respeto a los derechos sexuales y reproductivos. Gobernará con un presupuesto heredado y por eso tendrá que tomar decisiones que incluyan la capacidad de negociación con los adversarios, incluidos los que están en su coalición. Eso requerirá atenuar sus convicciones ideológicas en favor de la democracia y digo esto porque en el pasado reciente AMLO y Fernández acurrucaron a líderes autoritarios y violadores de derechos humanos como Evo Morales, o golpistas como Pedro Castillo del Perú.

Sheinbaum ya mostró un pelo en la sopa al afirmar que en Bolivia hubo un “golpe de Estado” contra Morales y tendrá que convivir en el plano internacional con su amigo Evo, que acusa a Luis Arce de derechista. Claro, lo que ocurra en Bolivia no es problema ni de ella ni de él pero es evidente que pone carne de gallina pensar que con ayuda de la polarización en la política internacional y la falta de una oposición fuerte, terminemos en manos de un MAS 2.0 o de algún fanático como Milei.




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