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Sin embargo | 24/01/2025

El nuevo orden trumpista

Jorge Patiño Sarcinelli
Jorge Patiño Sarcinelli

Lo que hará Donald Trump en su país es sin duda terrible pero interesante para quien analice los riesgos que amenazan a la democracia. La expresión que usan los estudiosos del tema para referirse a procesos de autocratización similares es “desmantelar la democracia desde adentro”; es decir, sin violar la letra de sus propias reglas. “Nunca he estado más preocupado por el Estado de Derecho en Estados Unidos” dice el columnista republicano David French.

Lo hemos visto aquí en una forma menos sofisticada, pero las similitudes son llamativas. Evo y Arce fueron elegidos democráticamente. Ambos gobernaron con Parlamentos elegidos por voto popular, con poderes Ejecutivo y Judicial según la letra muerta de la norma, etc. Sin embargo, con los tres poderes controlados por un solo partido y este por un caudillo que no ha tenido pruritos al usar su mayoría para ponerlos a su servicio, el resultado es una democracia fallida.

Que procesos similares estén sucediendo en países tan distintos y distantes como Bolivia, Hungría y Estados Unidos no es resultado de una conspiración planetaria ni de la acción de un grupo siniestro, sino de dinámicas sociales que llevan a todo tipo de populismos. Sobre esto, otro día.

A las inclinaciones absolutistas de Trump, se suman los poderes extraordinarios que tendrá. “Trump entrará en funciones en enero de 2025 con más poder y con menos limitaciones que ningún otro presidente en la historia moderna de Estados Unidos” (NYT, 17|12|24), con el agravante de que tiene el control de su partido, del que exige lealtad por encima de la ley y vuelve al poder con deseos de venganza por lo que él alega que han sido el acoso de la prensa y las persecuciones judiciales y congresales durante el Gobierno de Biden. “El republicano regresa prometiendo medidas contra el ‘enemigo interior’” dice la Folha de Sao Paulo y el ataque a los funcionarios ya ha comenzado con invitación a delaciones como en los peores tiempos.

Las formas que adoptará el absolutismo conservador de Trump están todavía por revelarse en todas sus dimensiones, pero ya se pueden señalar las siguientes: un Ejecutivo compuesto de personas nombradas por su lealtad incondicional más que por su capacidad o devoción a la función, uso de los poderes del Estado para castigar cualquier forma de deslealtad real o percibida, un acoso de los medios de comunicación que se muestren críticos al Gobierno, la exigencia del alineamiento de los grandes grupos empresariales con sus políticas y la censura de la ciencia contraria a sus posturas ideológicas, particularmente en lo relativo al medio ambiente.

Sería imposible en un artículo corto como este hacer un análisis de todos estos aspectos. Daré unas pinceladas ilustrativas.

Comienzo con los servidores públicos: un requisito para todos nuevos nombramientos es que ejecuten las órdenes del Trump ciegos a las normas y estándares propios de la buena gobernanza, o incluso de la legalidad”. Un funcionario del Gobierno escribe “Los dirigentes entrantes nos han dicho que nos quieren fuera o humillados (…). Advierte el nuevo director de la Oficina de Gestión y Presupuesto: ‘Cuando se despierten por la mañana, queremos que no quieran ir a trabajar porque sienten que se los ve como villanos’”. (NYT, 12|01|25). “Trump quiere que la disidencia sea tan dolorosa que resulte intolerable”, diagnostica un editorial del NYT.

De acuerdo con la sabida fobia conservadora contra las iniciativas que promueven la igualdad y la integración, “en una nueva orden ejecutiva, el presidente pide el fin de lo que califica de prácticas de contratación ‘peligrosas, degradantes e inmorales’ (…) Durante la campaña dijo que esas prácticas discriminaban contra los blancos y prometió acabar con ellas”. (BBC, 22|01|25)

Otro aspecto en el que Trump anuncia que atentará contra la institucionalidad es el uso del aparato gubernamental para perseguir a oponentes. Una lista de los ya identificados para esa revancha judicial puede ser vista en la edición del New York Times de 18.1.25. Según un artículo publicado en The Guardian, Steve Bannon dijo: “Necesito investigaciones, juicios y luego encarcelamientos. Y no hablo solo de los medios de comunicación”.

Temerosos, “los periodistas recurren cada vez más a comunicaciones cifradas para protegerse y a sus fuentes de posibles investigaciones federales por filtraciones (…). Muchos medios están evaluando si tienen suficientes seguros para absorber una posible oleada de litigios por difamación por parte de funcionarios que ya han mostrado su inclinación a presentar tales demandas”. (NYT, 19|12|24).

El ataque directo a la prensa se da en un ambiente de desinformación nunca visto: “Ningún presidente en (los últimos 50 años) ha sido elegido en un entorno informativo tan corrupto, y ningún presidente ha participado tan descaradamente en su corrupción”.

“Comparada con la gran prensa de hace una década, la de hoy es menos sólida financieramente, está más amenazada políticamente y confía menos en que un jurado valore la libertad de prensa en lugar de vilipendiarla», afirma una profesora de Derecho. Como depredador que es, Trump huele ese miedo” (NYT, 19|12|24).

El panorama no podría ser más negro. Dice la misma nota:

“Una prensa muy mermada apenas puede competir con las plataformas mediáticas de multimillonarios que controlan algorítmicamente a los usuarios con un flujo interminable de teorías conspirativas y deepfakes. Internet, que prometió dar a todo el mundo información y voz, ha consolidado en unas pocas manos el poder de destruir la noción misma de verdad objetiva”. Estas pocas manos son las de los grandes empresarios y en particular los de X y Meta, que están haciendo de todo para mostrarse serviles a Trump.

“Grandes empresas han dado marcha atrás en sus programas de DEI (Diversidad, Igualdad e Integración) antes del regreso de Trump. (Hace poco) Meta dio marcha atrás en sus iniciativas de DEI, uniéndose a una creciente lista de grandes empresas que incluye a Amazon, Walmart y McDonald’s (BBC, 13|01|25).

La relación del nuevo Gobierno con la industria no termina ahí. A los conflictos de interés del propio Trump, que nunca ha separado sus intereses empresariales del poder, se suman los de Musk y Vivek Ramaswamy, cuyas decisiones en la función de cortar gastos gubernamentales, podrían redituarles muchos millones de dólares (detalles en NYT, 16|01|25).

 “Se está configurando una oligarquía de enorme riqueza, poder e influencia que amenaza nuestra democracia, nuestros derechos básicos y nuestra libertad”, afirmó Biden en su último discurso. Aquí no se puede dejar de observar la hipocresía de sus afirmaciones ya que el poder del dinero es parte del sistema en ese país desde siempre y él no hizo nada para limitarlo y hasta se ha beneficiado de él.

Uno de los aspectos más retrógrados del trumpismo es la negación de la ciencia. Esto se refleja, entre otros, en la imposición en las escuelas de enseñanzas bíblicas contrarias al evolucionismo y a los resultados que muestran los efectos del calentamiento global. Ya en el anterior Gobierno de Trump, “muchos científicos fueron degradados o reasignados, se interrumpieron proyectos y se presionó a los científicos para que borraran sus investigaciones o se les impidió publicarlas. Cientos de científicos y expertos en política medioambiental abandonaron el Gobierno”. En esta gestión se anticipa un mayor ataque a esa ciencia “incómoda” a los intereses de la industria.

“Trump, que ha calificado de engaño la ciencia sobre el calentamiento global, ha prometido eliminar los límites a la contaminación de los tubos de escape y las chimeneas y borrar las frases «cambio climático» y «energía limpia» de todos los sitios web de las agencias”.

Trump ha iniciado su gestión con la mancha de una condena por acoso sexual, otra por conducta delictiva en Nueva York y la inminente condena por delitos aún más graves. La más seria de estas, porque significó un atentado contra la democracia y la Constitución, fue su instigación a la toma del Congreso aquel 6 de enero. “El fiscal especial que acusó a Trump de intentar aferrarse al poder después de las elecciones de 2020 dijo en su informe final que las pruebas eran suficientes para obtener una condena en un juicio si su elección como presidente no hubiera hecho imposible que el proceso continuara” (NYT, 14|01|25).

Estados Unidos tendrá como presidente en los próximos años a un delincuente que ha iniciado su gestión perdonando a todos los delincuentes que asaltaron el Capitolio y ahora dará rienda suelta a sus instintos autocráticos, como ya ha comenzado a demostrar.  Así comienza la dictadura; lo saben los que la han vivido. Su país y el mundo asistirán asombrados y temerosos.



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