En este artículo repaso algunos de los problemas importantes del mundo y de Bolivia que preocupan a mucha gente.
El genocidio en la Palestina y el Líbano continua. La ONU denuncia que “El olor a muerte está por todas partes, los cuerpos yacen tirados por las calles” (subtítulo de un artículo en El País, 22|10). Está ocurriendo algo similar al genocidio del pueblo judío emprendido por Hitler y sus aliados. Esta vez es el gobierno de Israel que busca hacer desaparecer a palestinos y libaneses. Los parientes europeos de mi esposa, que vivieron en los años 40, me comentaron que, frente a los crímenes de Hitler, la opinión pública europea mostró indiferencia, dizque, porque no estaba informada. Hoy en día está muy bien informada sobre lo que ocurre en la Palestina y el Líbano, pero de igual manera muestra indiferencia.
Ucrania es utilizada como carne de cañón por la OTAN en su afán de instalar misiles para “defenderse” de Rusia (¿o para atacar a Rusia?). Muere mucha gente en ese conflicto bélico, pero la OTAN insiste en mantenerlo vivo, otorgando miles de millones de dólares y euros al régimen de Zelensky, esperando recuperarlos con la venta de armas de sus industrias. Los dólares y euros provienen de la población, pero las ganancias son para la industria bélica y los corruptos y los muertos son para Ucrania y Rusia. Una vez más, la opinión pública europea y americana muestra indiferencia ante el dolor humano y pasividad frente al desvío de sus ingresos.
Las elecciones gringas interesan al mundo entero. Mucha gente quiere saber cuál es la posición de los candidatos frente a problemas tan graves como el de Palestina y el de Ucrania, pero los candidatos proporcionan respuestas someras a estas inquietudes, prefieren hablar sobre el aborto y las migraciones, Trump dice que cuando llegue a la presidencia se acabarán las dos guerras (¿cómo?), Kamala Harris dice que “ama a Israel” (¿?) y que seguirá apoyando a Zelensky (¿para que siga la guerra?).
Dando pábulo a las preocupaciones sobre migración de Trump y Kamala, corresponde dar las nuestras. Hace pocos días, Trump dijo que los latinos eran “animales”, anteriormente dijo que los haitianos se comían a perros y gatos del vecindario. Posteriormente, su entorno aclaró que Trump se refería solo a los migrantes indocumentados, introduciendo una nueva categoría biológica: los que tienen documentos de migración no son animales, los que no lo tienen, lo son. Trump promete expulsar de Estados Unidos a millones de migrantes, entre los cuales hay muchos latinos. Sin duda, ignora lo que ello significa desde el punto de vista económico y humano. Sorprendentemente, la mitad de los latinos votará por Trump en las próximas elecciones mostrando lo arraigado que está el síndrome de Estocolmo.
Los europeos, tradicionalmente copiones de Estados Unidos, organizaron una cumbre para tratar el “problema” de las migraciones. Inglaterra informó que estaba enviando a los migrantes indocumentados, cualquiera sea su nacionalidad, a Ruanda, país que aceptó recibirlos a cambio de una buena suma de dinero. Italia los está enviando a Albania, país que los recibe en un centro de acogida que en realidad es una prisión. Los otros países miran extasiados las ocurrentes políticas migratorias de ingleses e italianos. Entre tanto, miles de personas mueren en la Palestina y el Líbano y los señores de la cumbre europea no dicen pio. Dina Boluarte, en Perú, no quiso quedarse atrás decretando la expulsión de los migrantes venezolanos indocumentados que son la mayoría de los migrantes y que llegan a 1,5 millones. Se supone, sin embargo, que no lo hará.
Argentina, Venezuela y El Salvador son otros países que preocupan por razones diferentes. Argentina inquieta por su situación económica, la incertidumbre que generan las políticas tomadas por su gobierno y por sus efectos sobre la población más vulnerable. Venezuela preocupa por el desconocimiento de su gobierno al resultado de las últimas elecciones. El Salvador alarma por sus prácticas violatorias a los derechos humanos de las pandillas y de otros.
En Bolivia confluyen varios problemas: los incendios de los bosques y pastizales, la contaminación de los ríos por mercurio, la incontrolable fuerza política de los mineros cooperativistas y de los agroindustriales del oriente, los bloqueos organizados sin motivos válidos por los unos y los otros, en particular por el Comité Cívico de Santa Cruz, por los seguidores de Evo Morales y por los trabajadores en salud, la drástica disminución de la producción y venta de gas, la escasez de gasolina y diésel, el desequilibrio en el mercado cambiario, la desinstitucionalización, las prácticas desestabilizadoras de los bancos y la inacción y debilidad del gobierno. No sería raro que el país se desestabilice completamente llegando a una situación como la del 2019.
Rolando Morales Anaya es PhD en economía.