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Filia Dei | 10/08/2024

El impacto de una buena guía en STEM

Cecilia González Paredes
Cecilia González Paredes

Al ser aceptada por Ann Kinzig como parte de sus estudiantes en su laboratorio, pude descubrir muchas facetas de lo que implica ser una asesora comprometida, lo cual a su vez me dio la oportunidad de acceder a una beca trabajo en Arizona, el último lugar que hubiera considerado de más joven para estudiar.

En una pequeña celebración por su retiro de la vida académica y laboral, pude recordar cómo fue que logré tener una entrevista con ella, presentarle mi idea de proyecto e iniciar una serie de desafíos que al final se suman en una grandiosa experiencia de postgrado.

En la primera entrevista, me aceptó por el proyecto que le presenté y por ser de Bolivia. Ella nunca tuvo estudiantes de Sudamérica. Inmediatamente vino el primer desafío de prepararme en tiempo limitado para los exámenes estandarizados. Cuando terminó el proceso de admisión, ella misma supervisó la asignación como asistente de profesor para activar la beca trabajo.

Al llegar a la ciudad del desierto, lo primero que hizo fue asignarme una mentora, que era parte de sus estudiantes ya en la parte final de su programa. Tuve la fortuna de ser guiada por Maya Kapoor, quien cubrió más que solo la guía académica, pero también me dio excelentes consejos para vivir en el desierto.

Guiar a otras mujeres no siempre es sencillo, al menos en Bolivia. Aún hay muchas costumbres que generan conflictos o malentendidos. Pero también, muchas jovencitas logran entender esta colaboración y logran contagiarse para guiar a otras jóvenes.

La lección más valiosa que Ann me enseñó fue la de nunca emitir una crítica sin antes pensar en una propuesta o alternativa a sugerir. Lo contrario es otra costumbre en nuestro país. Criticarlo todo  sin proponer. Usualmente hallo ese comportamiento en personas que creen que lo hacen o harían mejor, pero nunca dicen como.

Contrario a la usanza local, Ann nunca me exigió llamarla doctora ni otro título. Lo mismo sucede con otros profesores. Por mucho que tengan una trayectoria impresionante, siempre prefieren ser llamados por su nombre. Y por lo mismo, tener a Ann de asesora fue casi tener una mamá académica.

Logró detectar muchos conflictos que enfrenta un estudiante de postgrado pero que generalmente los debes enfrentar sola. Tuvo siempre la sensibilidad para dejar un momento para hablar de estos conflictos que van más por el lado de la fragilidad humana que cualquiera puede experimentar. La caridad, hoy en día suplantada por la empatia, logra que realmente te hagas un tiempo para cuidar la integridad de una persona. Esa es la asesora que pude aprovechar durante mi postgrado y que apoyó mi proyecto.

¿Mi proyecto? Trabajé con parientes silvestres de cultivo de Bolivia. La intención era indagar la posibilidad de implementar proyectos de conservación y aprovechamiento sostenible de los mismos en municipios. El resultado fue bastante desalentador y tras 16 años, aún no veo un cambio que pueda fomentar su conservación y aprovechamiento racional. El potencial genético asombró a mi asesora que no logró entender cómo es que el país no podía hacer un mejor manejo de estos recursos.

Hace poco algunos de sus estudiantes más antiguos, organizaron una reunión virtual para desearle un feliz retiro. En la misma, reconoció que era momento de dar paso a nuevos profesionales. Las lecciones de vida que recibí de ella, se replican con las personas que encuentro.

Soy partidaria de fomentar más este tipo de guía para nuestros jóvenes y contagiar el entusiasmo por construir juntos antes que buscar el protagonismo personal. Esta es una forma, de encontrar talentos jóvenes a los que es un gusto impulsar y apoyar, muchos que sin la guía adecuada, pasarán desapercibidos. La incógnita es ¿cuántos más se suman a guiar a estos jóvenes o prevalecerá el solo destacar uno mismo?




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