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Sin embargo | 22/08/2025

El futuro se nos viene encima

Jorge Patiño Sarcinelli
Jorge Patiño Sarcinelli

Salvada la primera valla, todos los que se habían puesto como objetivo “derrotar al MAS” a como diera lugar deben estar celebrando y con mucha razón: fue paliza. Eso sí, justicia sea hecha, méritos de los candidatos aparte, la poca inteligencia y desmedida ambición de Evo han contribuido al resultado.

En una lectura menos exitista, podríamos decir que elegimos democráticamente al MAS y democráticamente lo estamos sacando. Esto dice bien de nuestra cultura política, pero no de nuestra capacidad de reacción. Nos ha tomado veinte años hacerlo. Al final lo hicimos en una jornada pacífica, donde hemos demostrado civismo y respeto por el proceso democrático. Hassenteufel merece un reconocimiento por su impecable organización y conducción.

Como hemos podido ver, no se ha caído el cielo ni ha temblado la tierra sin la unidad tan dramáticamente defendida como lastimeramente llorada. Es más, si se hubiera llevado adelante el proyecto de las primarias de la oposición, como querían sus promotores, se habría traicionado al pueblo, eligiendo a Samuel o Tuto y dejando fuera a Rodrigo -si participaba- en un proceso de selección elitista. Confirmado: Bolivia no es Venezuela.

Las explicaciones para el sorpresivo resultado seguirán viniendo de análisis cada día más cuidadosos, pero el domingo por la noche ya estaban en el aire las explicaciones de los que “ya sabían” que el pueblo quería novedad y la ha creído ver en Rodrigo. Es posible que seamos tan frívolos colectivamente que hayamos votado por una seudo novedad sin programa ni equipo.

Con sus 23 años continuos en funciones públicas como diputado, concejal, alcalde y senador, Rodrigo no es precisamente un debutante, pero el pueblo ha querido ver en él otra cosa. La falta de equipo no es problema; la victoria es miel para los busca pegas –por sus zalamerías los reconocerás– y los programas… ya sabemos, se hacen solo para constar. El programa más importante es el que tiene o no instalado en la cabeza. Los tarijeños dicen que no lo tiene. Este hijo de española, nacido en Santiago de Compostela, que se dice “tarijeño por los cuatro costados”, no es tan apreciado en su tierra como quisiera.

Hemos llegado a la segunda vuelta con dos candidatos que tienen muy malos acompañantes y, como están las cosas, el favorito para la segunda silla es el peor. Antes mismo de ser elegido, ya advirtió con poner en vereda al futuro presidente si no cumple sus promesas. Por el tono, sonó casi a amenaza de golpe. Se ha disculpado, pero el corazón sigue ahí.

Rodrigo debe estar contento con su extraordinaria victoria; no es para menos. No lo estaría tanto si reconociera el peligro que representaría tener a Lara a la cabeza del Legislativo. Hace unos meses dije en esta columna que lo más importante no era derrotar al MAS, sino evitar que vuelva. Si llega a ser vicepresidente, el capitán nos dará muchas oportunidades de reconocer cuán necesario era condicionar esa derrota a que venga de la mano de un futuro deseable.

Es interesante aplicar la tesis de la novedad región por región. Rodrigo no ganó en Tarija, la tierra de los Paz; ¿será porque allá él no es novedad y su gestión ha dejado mala memoria? Samuel ganó en el Beni, ¿la novedad no seduce a los benianos? En Santa Cruz ganó Tuto y fue segundo Samuel, muy por encima de Rodrigo. ¿Las novedades del capitán Lara no convencieron a los cruceños o es que lo conocen demasiado bien?

Supongo que todo esto lo analizarán e incorporarán con miras a la segunda vuelta los equipos de Tuto y Rodrigo en preparación para el mano a mano que algunos desatinados quieren restarle al proceso democrático.

Hay realidades que debemos tomar en cuenta a la hora de levantar la vista hacia el futuro. En primer lugar, los candidatos de la derecha han derrotado incuestionablemente a los candidatos del MAS. Más allá de los méritos y explicaciones, este es el resultado y vamos a la segunda vuelta munidos de esa victoria. ¡Bravo, la tenemos! Lo mismo dijeron los Pititas en su momento y no supieron conservarla.

Haber derrotado a los candidatos del MAS no quiere decir que el masismo haya desaparecido. Aunque esos candidatos hayan perdido y de la sigla masista no quede nada rescatable, ella tuvo vigencia no solo por su líder carismático, aunque odioso y corrupto, sino –que es lo importante– porque respondía a aspiraciones y reivindicaciones que el MAS traicionó. Pero ellas siguen vigentes, y un nuevo Gobierno que las ignore irá rumbo al fracaso.

Las dos candidaturas que han pasado a la segunda vuelta son de centro derecha; suponiendo que hay una manera más o menos precisa de clasificar derecha e izquierda. Incluso siendo generosos, esas fórmulas están en el tercio de la derecha del espectro. Tuto no disimula esta inclinación y no olvidemos que Paz ha ofrecido implementar la agenda libertaria de Dunn, que contempla la privatización de la educación y la destrucción de la aduana, entre otras medidas a la derecha incluso del neoliberalismo de Goni.

Estarán ausentes las ideas progresistas –otra categoría mal definida– o de una verdadera izquierda seria, que hemos olvidado que existe. Esto no es malo en sí. Si le tocó gobernar a la falsa izquierda los últimos veinte años, que lo intente ahora una verdadera derecha. Lo que se les pide no es que se vistan de lo que no son, sino que no olviden que hay una gran mayoría que sigue siendo mayoría y que tiene aspiraciones legítimas que emanan de la pobreza y la exclusión, todavía mal resueltas en nuestro país.

Hay quienes dan por derrotado a Tuto. No la tiene fácil, es cierto, pero si encuentra un discurso más inclusivo que el de su campaña, quizá haya una segunda sorpresa. Si el elegido es Rodrigo, cuyas ideas están todavía en flujo con mucho oportunismo –quizá le sea propio–, esperemos que le ponga coto a su vice y abandone la insensibilidad libertaria por una línea más cercana a la preocupación social del movimiento que lideró su padre.

El déficit de sensibilidad social que muestran ambos candidatos, y el consecuente peligro que se cierne sobre el futuro del país es lo que más debe preocuparnos. Comparado con este desafío, devolver dólares y gasolina son meros retos operativos a la altura de los tecnócratas. Para reconstruir el país de las ruinas institucionales que deja el masismo y conducirnos por el camino de un desarrollo políticamente sostenible, necesitamos un estadista, uno de alma grande; visionario, inteligente y generoso.

Quizá Tuto esté a medio camino para llegar ahí y a Rodrigo le quede algo más por recorrer. Con suerte, el elegido sacará de donde ahora no se ve la fuerza y las virtudes necesarias. No veo dónde más depositar la esperanza.

Acabamos, como dije al inicio, de salvar la primera valla. Esta carrera de obstáculos que está apenas comenzando será larga y difícil. No vaya a ser que nos pase como a ese tipo que caía del décimo piso y cuando pasaba por el noveno se dijo con convicción: hasta aquí voy bien.

Jorge Patiño Sarcinelli es escritor boliviano.



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