Con los resultados del censo he tenido la misma sensación que cuando hago cuentas a fin de mes, siempre creo que tengo más, y al juntar lo que tengo en mis bolsillos, en mi huacaycha y en mi cuenta bancaria, descubro que es mucho menos; primero me rebelo, creo que alguien me ha robado, que me han cobrado dos veces la cuenta de luz, que he perdido mi dinero en algún lugar, pero finalmente vuelvo a hacer cuentas y me doy cuenta que así nomás es, que nadie me ha cobrado demás, que no he perdido nada y que las cuentas cuadran.
Los resultados del censo han decepcionado a muchos y existe la posibilidad de que estos estén muy equivocados; esa sensación de engaño tiene como combustible principal el que buena parte de la población no tiene la menor confianza en el Gobierno y por tanto tampoco en la instancia dedicada a hacer el censo.
Esa falta de credibilidad, que se fue incrementando a lo largo de los años masistas, ha aumentado aún más en el último tiempo porque se han puesto en evidencia falacias que afectan al bolsillo de los bolivianos. En efecto, la economía de Bolivia no estaba blindada y hoy los bolivianos son mucho más pobres que hace cuatro años y solo estamos empezando. Para colmo, el remedio que urge tomar es muy amargo e implica cirugías y tratamientos muy invasivos; hay tumores por doquier que deben ser extirpados mientras el Gobierno marea la perdiz.
Mientras tanto, el saber que somos menos de lo que creíamos ser podría ser visto como una buena noticia, las nuevas generaciones bolivianas (a las que pertenece la joven y mentada diputada Nayar), están siendo más razonables a la hora de procrear y eso es algo extremadamente positivo. En nuestra realidad económica, a mayores nacimientos, se da un mayor número de niños pobres, una mayor población con gran vulnerabilidad.
El ministro Del Castillo, que es muy torpe en su lenguaje, (llama de “señor” inclusive al feminicida serial de el Alto), esta vez dijo algo que no debería hacer olas, menos ser considerado un acto de misoginia; no ofendió a nadie al poner como ejemplo a una diputada que no tiene hijos como sucede con una buena cantidad de personas de la generación de la diputada y del ministro mismo.
Se puede sospechar, o inferir, que gracias al acceso de métodos de protección, y gracias a nuevas formas de ver la vida, influenciadas por la globalización llegada de la mano del celular, los jóvenes bolivianos hayan desarrollado una idea de planificación familiar no promocionada por el Estado (recordemos al grosero y tosco Evo Morales jactándose de las barrigas hinchadas de jóvenes embarazadas con el lema “Evo Cumple”), sino que se ha dado de forma casi espontanea.
Si añadimos a la falta de credibilidad del Gobierno el hecho de que los resultados del censo parecen favorables a los intereses de este, valdría buscar alternativas para despejar dudas, replicar censos específicos en determinados municipios, sean estos pequeños o grandes, como Santa Cruz. Pueden costar mucho dinero, pero serían importantes para recuperar siquiera un poquito la credibilidad, no solo del Gobierno sino del Estado todo.
Los censos en Bolivia siempre tienen un enorme margen, no de error, sino de distorsión. Me refiero al traslado de personas que van a hacerse censar a lugares donde habitualmente no viven porque son extorsionadas por las autoridades donde tienen propiedades o intereses. Es importante combatir esa dolosa actitud de parte de la ciudadanía. Y tiene que existir un método para identificar a esos falsos registros y para castigar, no solamente a quienes hacen declaraciones falsas, sino a los extorsionadores.