Los 15 años del Estado Plurinacional de Bolivia, que desde el poder y sus allegados, lo celebran con bombos y platillos, son símbolos tradicionales de algunos pueblos indígenas, más allá de sus errores y logros, nos encamina a pensar y reflexionar sobre el proceso democrático que el país viene cada vez profundizando, es decir, la democracia que estamos construyendo los gobernados y gobernantes.
Una democracia que tiene tres facetas, según la Constitución Política del Estado: directa y participativa, representativa y comunitaria, en las que el ciudadano es un sujeto protagónico. Ahora hacer democracia y participar en política la hacemos todos, no es de exclusividad de los políticos o de los que tienen cierto poder económico o privilegios para ser alcaldes, gobernadores, concejales, diputados, senadores, ministros, presidente o vicepresidente.
Desde el año 2000, Bolivia viene de sobresaltos y de hechos de transformaciones. Estos últimos años los bolivianos y bolivianas nunca los podremos olvidar, pues hemos vivido un proceso en el cual han sucedido grandes hechos sociales, económicos, regionales y políticos, los que pondrán a prueba la honestidad y el prestigio de los historiadores, investigadores, sociólogos, y ramas afines, para contar lo más cerca posible a la veracidad cada uno de los acontecimientos. Estas décadas, la del 2000 al 2010, del 2010 al 2020, del 2020 y posterior se configura como una de las más intensas y ricas de la historia contemporánea de nuestra República, ahora Estado Plurinacional, bautizada así por la Constitución Política de febrero de 2009.
La guerra del agua, la guerra del gas, el impuestazo, octubre negro, elecciones generales, referéndums, cambios de presidentes, asamblea constituyente, autonomías, narcotráfico, nueva Constitución Política, cabildos multitudinarios, movilizaciones populares, escándalos millonarios, lucha política por el poder, pandemia del covid, huida de Evo Morales, gobierno de transición, victoria otra vez del MAS, emergencia de nuevos actores sociales y políticos, han puesto al ciudadano en alerta y expectante, que tuvo como aliado fundamental para informarse los medios de comunicación y las redes sociales, instrumentos que también hoy se han convertido en otros actores fundamentales del devenir histórico y democrático de este país, esta República, este Estado.
Pero lo bueno, más allá de simpatías y antipatías, es que en esta década el ciudadano de todas las capas sociales vive, palpa, siente, y se asume como parte de la democracia boliviana. Exige sus derechos, está presente en las manifestaciones, en los cabildos, va a las urnas y vota, interpela a sus autoridades departamentales y nacionales, no se deja engañar tan fácilmente, se inquieta, se preocupa y se cuestiona. Grita y busca su espacio. Opina y se hace sentir a través de los medios informativos y en las redes sociales. Es un sujeto social que va construyendo su propia ciudadanía. Históricamente la sociedad boliviana no ha mirado de palco pasar los hechos históricos, sino que ha sido parte activa. Así se fortalece la democracia, pero se dejan pendientes algunas dimensiones en este trajinar de la vida y de las opciones que tenemos todos y cada uno de los que somos parte de una sociedad y de un Estado.
Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, sostiene que la prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. “En efecto, los tres poderes tradicionales ‒Legislativo, Ejecutivo y Judicial‒ pueden fallar, confundirse y cometer errores”.Ramonet agrega un dato que configura el escenario en el cual nos desenvolvemos peligrosamente en la actualidad y del cual habría que salir.“En esta etapa de la mundialización, asistimos a un brutal enfrentamiento entre el mercado y el Estado, el sector privado y los servicios públicos, el individuo y la sociedad, lo íntimo y lo colectivo, el egoísmo y la solidaridad”.
La participación masiva en los cabildos de los comités cívicos, las masivas marchas de apoyo al gobierno de Arce, la recolección de firmas para revocatorios de autoridades electas y la amplia participación en elecciones nacionales, departamentales y municipales, es una importante señal que la democracia va fortaleciéndose, ampliándose, el ciudadano tiene hambre de participación y de ser tomado en cuenta; pero que a la vez encuentra un enorme obstáculo en su recorrido: el sistema judicial, cuyos administradores han convertido la justicia en un recurso humano para acallar a líderes opositores, sembrar el miedo en la gente, extorsionar y dejar el camino libre para el poder de turno,
Esa es una de las tareas pendientes de esta democracia multicultural y diversa que le gusta proclamar a los vocales del Tribunal Supremo Electoral, pero que poco o nada hacemos para subsanar esa espada de Dámocles que nos mantiene en el límite. Una democracia no es completa ni libre con un sistema judicial corrupto, servil al poder de turno y con fiscales y jueces que solo obedecen órdenes políticas y no los dictados de la ley.
La (in)justicia es el cáncer que está carcomiendo y prostituyendo aun más el proceso de construcción del Estado Plurinacional de Bolivia.
Esta democracia nos marcó la cancha y nos invita a vivirla, a ser parte de ella. Encararla y luchar, porque así como nos dice Norberto Bobbio: “El empuje hacia una igualdad cada vez mayor entre los hombres es irresistible”, sí, es irresistible también la libertad.
Hernán Cabrera M. es Periodista